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La asombrosa exhibición de calzado emblemático que conquistó un récord Guinness

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Hace pocos días, consiguió materializar ambos deseos de su lista, tras verse en la flamante edición de 2026 del Libro Guinness de los Récords.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Hace 18 años, Doogie Sandtiger (EE.UU.) se encontraba trazando su propia lista de anhelos: “Batir o establecer un récord mundial Guinness” y “Que mi foto apareciera en el libro de récords Guinness”. Hace pocos días, consiguió materializar ambos deseos de su lista, tras verse en la flamante edición de 2026 del Libro Guinness de los Récords.

Con una sonrisa de par en par, este oriundo de Wethersfield, Connecticut, exhibió en las redes sociales su reportaje de dos páginas, concedido por su colección de zapatos Crocs, la más grande del mundo. En noviembre de 2024, cuando presentó las pruebas por primera vez, Doogie contaba con 3569 pares, una cantidad que desde entonces ha rebasado los 3800.

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Pero el tamaño de su descomunal colección de zuecos no es lo único que ha variado desde que comenzó a coleccionarlos en 2007. Doogie también ha cambiado, ahora un miembro seguro y apreciado de su comunidad, quien ha transformado su récord mundial en una campaña para divulgar información sobre el sistema de acogida en Estados Unidos.

“Para mí, es una gran curación”, declaró Doogie en una entrevista con NBC Connecticut. “Me perdí gran parte de mi vida y es como si la estuviera reescribiendo ahora, como adulto, y reviviendo lo que no pude vivir de niño”.

Doogie creció en el sistema de acogida familiar, cambiando de hogar en hogar en Connecticut. En medio de los cambios constantes, cuenta que nunca aprendió a atarse los cordones de los zapatos, lo que le causó vergüenza durante su juventud y lo llevó a utilizar exclusivamente zapatos sin cordones, de goma y con tiras de velcro.

Al ingresar en el instituto, sus zapatos de velcro comenzaron a convertirlo en blanco de acoso escolar, pero Doogie se mantenía firme en no pedir ayuda a los adultos, pues se sentía inseguro al no saber atarse los cordones a su edad.

“Nadie me enseñó. Todos asumían que lo sabía. No era así”, relató. “De niño era muy tímido. No me gustaba pedir ayuda a la gente. No pedí ayuda para atarme los zapatos. Me daba mucha vergüenza”.

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