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Glendale. Al rendir un homenaje póstumo al dirigente juvenil conservador Charlie Kirk, en el estadio State Farm de Arizona, tras su muerte a tiros el pasado 10 de septiembre, el presidente Donald Trump declaró: “Detesto a mis adversarios y no deseo lo mejor para ellos. Lo siento.”
Junto a destacados miembros de su administración, quienes actuaron como oradores, el mandatario deploró el homicidio de “una de las luces más resplandecientes de nuestra era, un coloso de su generación y, sobre todo, un esposo, padre, hijo, cristiano y patriota entregado”, al referirse al activista de 31 años, su aliado, asesinado de un disparo mientras pronunciaba un discurso en la Universidad del Valle de Utah.
Trump afirmó que Kirk era “un mártir de la libertad” que “jamás será olvidado”.
Anunció que le concederá, de forma póstuma, la Medalla Presidencial de la Libertad.
El tributo, realizado en el estadio State Farm de Glendale, Arizona, generó una enorme cobertura mediática, comparada por algunos medios con un funeral de Estado, y contó con un robusto aparato de seguridad.
Erika Kirk, su viuda y quien tomó el mando de la organización fundada por Kirk, Turning Point USA, señaló que su esposo “quería salvar a jóvenes como aquel que le arrebató la vida”.
Indicó que no guarda rencor contra el presunto autor del crimen, Tyler Robinson, sin nombrarlo. “Lo perdono porque eso es lo que hizo Cristo y eso es lo que Charlie haría. La respuesta al odio no es odio. La solución que ofrece el Evangelio es amor”, agregó.
Entre los ponentes que participaron en la despedida de Kirk se encontraban el vicepresidente JD Vance; Marco Rubio, secretario de Estado; Pete Hegseth, titular del Departamento de Defensa; Tulsi Gabbard, directora de Inteligencia Nacional; Susie Wiles, jefa de gabinete de la Casa Blanca; Robert F. Kennedy Jr., responsable de Salud; y el comentarista conservador Tucker Carlson, quienes por motivos de seguridad permanecieron detrás de un cristal a prueba de balas mientras se dirigían al público.
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