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La protección de Dios en nuestras vidas, tan indispensable como el aire que respiramos

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Bendito el hombre que deposita su fe en Dios y a cuya confianza pertenece Jehová.

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Bendito el hombre que deposita su fe en Dios y a cuya confianza pertenece Jehová. Él será como árbol plantado junto a corrientes de agua, cuyas raíces se afianzan a la corriente; no se verá afectado por el calor, pues su follaje permanecerá verde, y en año de sequía no se cansará ni dejará de producir fruto (Jeremías 17:7).

Cada jornada trae sus desafíos y, cuanto más buscamos al Señor y anhelamos su presencia en nuestras vidas, más se empeña el adversario –como león rugiente que acecha a quien devorar‑ en arrebatar nuestra paz, sembrando temores, pues su propósito es debilitar nuestra confianza en Dios.

Nunca olvidemos la importancia de orar—y, dicho sea de paso, de hacerlo de manera constante—pues el mismo Jesús nos insta a orar sin cesar, pidiéndole al Espíritu Santo, nuestro consolador y consejero, que nos recuerde las promesas de fidelidad, amor y cobertura divina que Dios tiene para sus hijos.

En Habacuc 3:17 leemos: “Aunque la higuera no florezca, ni haya fruto en la viña, aunque falte el producto del olivo, y los campos no den sustento, aunque falten las ovejas del redil, y no haya vacas en los establos, con todo me alegraré en el Señor, y me regocijaré en el Dios de mi salvación.”

“El Señor Dios es mi fortaleza; Él ha hecho mis pies como los de una cierva, y me hace andar en las alturas.”

Dios no cambia; nos conoce desde que éramos embrión en el vientre materno, tan importante es cada uno de nosotros a sus ojos. Él se regocija con nuestra dependencia y reverente temor; nos formó, creó cada hebra de nuestro cabello, el más fino e innumerable detalle de nuestro cuerpo, tejió el entramado completo de nuestro organismo y, al observar su perfecta sincronía, comprendemos el privilegio de ser sus hijos.

En Josué 1:9 la Escritura nos dice: “¡Esfuérzate y sé valiente! No temas ni te desanimes, porque el Señor tu Dios está contigo dondequiera que vayas.” Qué hermoso es el Señor; no apartemos nuestra mirada de Él. Cuando intercedo por mis hijas y mi generación, pido que sean como Josué y Caleb, una generación valiente que creyó al Dios y obedeció sus mandamientos, pues el mundo precisa de ese tipo de gente.

En medio de la angustia, el dolor, la enfermedad, la desesperanza, la desilusión y el desamor, dirige tu vista a quien dijo: “No temas, porque yo estoy contigo; no desfallezcas, pues yo soy tu Dios que te fortalece, siempre te ayudaré y te sostendré con la diestra de mi justicia.”

Siempre habrá una luz resplandeciente al final del camino para quienes creen en Dios y siguen sus preceptos.

La cobertura de Dios sobre nuestras vidas es tan esencial como el aire que respiramos.

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