Salud

Lecciones de fortaleza para el mundo laboral

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Para nosotros, los administradores, la vida laboral es como navegar en alta mar; nos movemos por aguas serenas, pero también afrontamos tormentas imprevistas.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Para nosotros, los administradores, la vida laboral es como navegar en alta mar; nos movemos por aguas serenas, pero también afrontamos tormentas imprevistas. En mi experiencia profesional, he observado que lo que realmente distingue a una empresa que sobrevive de otra que prospera no es su tamaño, sino su capacidad de adaptación y resistencia.

Recuerdo una vez, trabajando en una institución financiera, cuando una falla en el sistema interrumpió la prestación de servicios a nuestros clientes. Los procesos que considerábamos impecables se vinieron abajo en un instante. A pesar de que el fallo era parcial, nuestra casa matriz activó de inmediato un plan de contingencia diseñado precisamente para este tipo de riesgos.

De mis líderes aprendí que, en momentos así, la transparencia y la calma son esenciales. En vez de sumirnos en la frustración, analizamos alternativas, mientras recibíamos instrucciones de la alta dirección. Como equipo, logramos garantizar la continuidad operativa y mantener el servicio a los clientes.

La eficiencia siempre es un objetivo, pero en esa crisis tuvimos que priorizar la flexibilidad operativa por encima de los procedimientos rutinarios. Procesamos transacciones manualmente, establecimos comunicación a través de dispositivos personales y nos apoyamos en la experiencia de unidades internas que tenían acceso limitado a ciertos sistemas. No fue fácil: las jornadas se extendieron más de lo normal, y la desconexión telefónica complicaba aún más la situación. Sin embargo, el compromiso de garantizar el servicio nos mantuvo enfocados. Al final, cerramos el día sin descuadres, con la satisfacción del deber cumplido y con clientes totalmente satisfechos.

Esa experiencia me demostró que la resiliencia no es solo un plan escrito, sino una mentalidad compartida. Los colaboradores, en lugar de paralizarse, aportaron soluciones, asumieron nuevas responsabilidades y transformaron la incertidumbre en aprendizaje. De ahí nació una cultura de mejora continua, donde los errores se entienden como oportunidades y no como fracasos.

Las empresas que se mantienen a la vanguardia son aquellas que han hecho de la adaptabilidad parte de su ADN; aprenden rápido, se reinventan constantemente y siempre están preparadas para el siguiente desafío.

La resiliencia no es algo que se improvisa en un momento de crisis, sino que se construye cada día, con una cultura que valora la flexibilidad, la comunicación abierta y la capacidad de ver los problemas como oportunidades de crecimiento.

En el ámbito financiero, esta visión adquiere especial importancia, ya que los clientes depositan no solo su dinero, sino también su confianza en las instituciones. Cada decisión, cada proceso y cada respuesta ante una eventualidad incide directamente en esa confianza. La resiliencia organizacional, por lo tanto, se convierte en un activo intangible tan valioso como el capital financiero, porque asegura que, aun en tiempos de incertidumbre, podamos responder con solvencia y compromiso.

Hoy puedo asegurar que las crisis, lejos de debilitarnos, fortalecen nuestro carácter institucional y personal; nos enseñan que la excelencia no depende de la ausencia de fallos, sino de la capacidad de reaccionar con integridad, innovación y sentido de servicio. Al final, lo que permanece no es la tormenta que afrontamos, sino la confianza que fuimos capaces de mantener a lo largo del camino.

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