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“Los cortes de energía no solo causan molestias físicas, también generan interrupción circadiana, perturban el sueño y favorecen la activación del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal, con una mayor liberación de cortisol (hormona del estrés)”, explicó a este medio la psiquiatra y terapeuta familiar. Según la especialista, esto se traduce en un incremento de irritabilidad, inestabilidad emocional y fatiga. Igualmente, señaló que la literatura científica confirma que el calor nocturno eleva de manera significativa la probabilidad de sueño insuficiente, un factor estrechamente ligado con un deterioro en la regulación emocional, mayor reactividad y reducción de la capacidad para afrontar la vida cotidiana.
Adicionalmente, indicó que la oscuridad, el ruido de plantas eléctricas y la sensación de inseguridad generan un estado de hipervigilancia, característico de la ansiedad anticipatoria, que deteriora el bienestar psicológico y la percepción de control.
“En salud mental sabemos que la privación de sueño y la sensación de falta de control son dos detonantes centrales de episodios depresivos y ansiosos. En el caso de los trastornos bipolares, la pérdida de sueño inducida por cortes de energía nocturnos puede precipitar episodios maníacos o hipomaníacos. Asimismo, estudios realizados indican que temperaturas mensuales más altas se asocian con mayores tasas de suicidio, lo que muestra cómo el calor sostenido y la inestabilidad ambiental se convierten en factores de riesgo para la salud mental de la población”, precisó.
Los grupos con mayor vulnerabilidad incluyen a pacientes con trastornos mentales graves como esquizofrenia, bipolaridad y depresión mayor, debido a su susceptibilidad a descompensaciones frente a factores ambientales.
De igual manera, los adultos mayores, embarazadas y niños, que poseen menor capacidad de termorregulación, así como los usuarios de psicofármacos como antipsicóticos, litio y anticolinérgicos, puesto que estos medicamentos afectan la sudoración, la regulación de la sed o la función renal.
Tal como afirmó Pacheco de Ramírez, en estos casos, los apagones prolongados no son solo una molestia, ya que constituyen un factor precipitante y clínicamente relevante que puede desencadenar crisis de ansiedad, episodios depresivos o maníacos, e incluso aumentar el riesgo de suicidio en contextos de vulnerabilidad social y climática.
Igualmente, subrayó que la ciencia demuestra que el calor extremo y los cortes de energía frecuentes no son solo incomodidades, sino riesgos comprobados para la estabilidad anímica, la salud psicológica y la salud en general, especialmente en poblaciones vulnerables.
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