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Pablo Cruz, el mexicano que se metió en la piel de Chespirito, relata sus experiencias durante su paso por la República Dominicana

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Un personaje que no solo marcó a varias generaciones en Latinoamérica, sino que se convirtió en un emblema de la risa, la inocencia y la universalidad del humor.

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El actor mexicano cerró la primera edición de Smartfilms Dominicana en Santo Domingo, evento que culminó el domingo bajo la producción de los dominicanos Evelyna Rodríguez y Danilo Reynoso, acompañados de un amplio equipo.

Hay llamadas que cambian el rumbo de la vida. Para Pablo Cruz, esa invitación llegó tras un proceso inesperado: después de múltiples audiciones y pruebas, finalmente le comunicaron que sería él quien encarnaría a Roberto Gómez Bolaños, el eterno Chespirito.

Un personaje que no solo marcó a varias generaciones en Latinoamérica, sino que se convirtió en un emblema de la risa, la inocencia y la universalidad del humor.

Lo curioso es que, al principio, nadie lo consideraba la opción más obvia. Ni siquiera otros directores de casting lo veían como el rostro ideal para interpretar a Bolaños. Fue Isabel Cortazar, directora de casting y conocida de larga data de Cruz, quien percibió en él una chispa capaz de transformarse en el comediante que tantas veces habitó las pantallas del continente.

“Mandé un video donde pensé que podía tener un gesto muy parecido al suyo, y a partir de ahí empezamos a construir”, recuerda el actor en una entrevista con LISTÍN DIARIO.

Pablo Cruz llegó el fin de semana a Santo Domingo en el marco de la primera edición de Smartfilms Dominicana, que concluyó ayer bajo la dirección de Evelyna Rodríguez y Danilo Reynoso.

El actor mexicano contó que la preparación para el papel de Chespirito trascendió la técnica actoral. Se sumergió en la biografía, en sus escritos, en la manera íntima con que el propio Gómez Bolaños se narraba, dialogando con el libro como si fuera un oráculo personal: lo abría, señalaba al azar y encontraba allí respuestas para encarnar al personaje.

El archivo fotográfico familiar resultó ser otro tesoro invaluable. Videos caseros e imágenes espontáneas de Gómez Bolaños en su faceta más íntima —como padre y esposo— le permitieron conocer a un hombre más allá del personaje público. Descubrió a un ser cálido, generador de alegría dentro del hogar, que contrastaba con el humorista serio y reservado que mostraba en entrevistas. “Ese Roberto íntimo era la clave para comprender al ícono que todos conocíamos”, afirma Cruz.

Más allá del componente personal, el proyecto se sostuvo gracias a un elenco comprometido. Actores y actrices que comprendieron la dimensión cultural de lo que estaban a punto de contar.

“Todos queríamos crear una historia digna, una historia real, que se sintiera como parte de nuestra propia familia. El nivel de compromiso era tan alto que, al entrar al set, pensé: más me vale estar a la altura”, confiesa Pablo.

Y así lo estuvo. La serie no solo cautivó por la fidelidad de las caracterizaciones, sino por el corazón con el que cada intérprete se entregó a un relato que apelaba a la nostalgia, al cariño y a la identidad compartida de millones de latinoamericanos.

Entre todo lo aprendido, un dato lo dejó impactado: en los años setenta, sin plataformas globales ni redes sociales, Chespirito alcanzaba a 350 millones de espectadores semanales. Una cifra que hoy resulta casi inalcanzable, incluso en la era del streaming. Ese alcance descomunal es, para Pablo, la prueba irrefutable de la genialidad y la universalidad de Gómez Bolaños.

La experiencia lo marcó no solo como actor, sino como creador. “Me reactivó las ganas de ser emprendedor dentro de mi gremio, de perseguir a toda costa esas historias que creo que pueden conectar y mover algo en la gente”, afirma.

Y aunque hoy disfruta del reconocimiento y de los viajes que su trabajo le brinda —como esta reciente visita a la República Dominicana, donde fue recibido con calidez— mantiene los pies en la tierra y la energía enfocada en lo esencial: la creación. Allí también fue honrado por la Asociación Dominicana de Actores de Cine.

Cuando le preguntan qué le diría al Pablo que recién comenzaba en la actuación, responde con serenidad: “Que no construya sus metas sobre expectativas externas, que concentre toda su energía en el proceso creativo. Porque ahí es donde realmente está el valor”.

¿Y qué le preguntaría Pablo Cruz a Chespirito? La respuesta es sencilla, casi poética: “¿Qué era lo que más te hacía reír en la vida?”. Porque, al fin y al cabo, el humor nace al reconocer y disfrutar nuestra imperfección, esa humanidad contradictoria y entrañable que provoca risa incluso en los tropiezos.

Pablo Cruz no solo interpretó a Chespirito; vivió con él, lo estudió, lo respiró y, de alguna forma, lo revivió para nuevas generaciones. En ese viaje, también se encontró a sí mismo: como actor, como creador y como hombre que aprendió a reír con lo más simple, lo más humano.

Reflexión. Cuando le preguntan qué le diría al Pablo que recién comenzaba en la actuación, responde con serenidad: “Que no construya sus metas sobre expectativas externas, que concentre toda su energía en el proceso creativo. Porque ahí es donde realmente está el valor”.

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