Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
**Un episodio que consolidó mi llamado a la medicina**
Quiero relatar una vivencia que marcó mi trayectoria y que siempre recordaré como uno de esos instantes en los que confirmé haber tomado la decisión correcta al escoger la medicina.
En una de las rotaciones finales de mi formación, una noche llegó a urgencias un paciente con una herida profunda provocada por un machete. Era un caso crítico: habían transcurrido varias horas desde el accidente, el paciente había perdido gran cantidad de sangre y la lesión se encontraba en la zona anterior del codo, dentro de la fosa antecubital, donde se ubican vasos sanguíneos de gran relevancia.
El equipo médico se disponía a intervenir: el cirujano, el ortopedista y el anestesiólogo estaban preparados. Al paciente se le aplicó un vendaje para intentar contener la hemorragia mientras los familiares, angustiados, esperaban una respuesta.
Movido por el deseo de ayudar, me acerqué para comprender mejor la situación. Tras escuchar los pormenores del accidente, me dirigí al quirófano para averiguar cuál era el plan.
En ese momento me entregaron un consentimiento informado: se estaba contemplando amputar el miembro. Sentí entonces la urgencia de buscar una alternativa.
Me acerqué nuevamente a los familiares y, con el respeto que la circunstancia exige, les propuse explorar otras opciones antes de firmar dicho documento. Les recomendé dos hospitales donde podrían intentar salvar el brazo y les pedí que confiaran, pues aún había esperanza.
Se generó un malentendido cuando uno de los familiares mencionó mi sugerencia en el quirófano, lo que pudo interpretarse como una intromisión. Con cautela les expliqué: “Mi única intención es ayudarles a valorar alternativas antes de una decisión tan definitiva”. Agradecidamente comprendieron y siguieron la recomendación.
El paciente fue trasladado por sus familiares y, durante un tiempo, perdí todo contacto con él. Sin embargo, casi tres años después, su hermano me escribió con un mensaje que me emocionó profundamente:
> “Doctora, gracias a usted no amputaron el brazo de mi hermano. Le hicieron una reconstrucción. Mi hermano ahora utiliza plenamente su brazo. Gracias a Dios y a usted, hoy lo conserva. ¡Mil gracias!”.
Palabras como esas me recuerdan por qué elegimos este camino. Esta experiencia me confirma día a día que la medicina es un acto de amor, servicio y compromiso. Por momentos como este sé que mi elección fue una vocación del corazón.
Agradezco a Dios por haberme concedido discernimiento y la capacidad de actuar en aquel instante, aun siendo estudiante, y por permitirme seguir sirviendo y aprendiendo en cada paso de esta hermosa profesión.
Me dirijo a usted con el objetivo de someter a consideración un artículo titulado **“Salvar un brazo, salvar una vida: una historia de vocación y esperanza”**, basado en mi experiencia personal durante la formación médica. El texto ofrece un testimonio que refleja el compromiso, la vocación y la importancia de la humanización en la práctica médica. Creo que puede aportar un mensaje positivo e inspirador para los lectores, especialmente en estos tiempos en que el valor del servicio y la empatía resultan esenciales.
Mis estudios primarios los realicé en Santo Domingo, en el colegio Génesis. Posteriormente, mi familia se mudó a Azua, donde completé la primaria y la secundaria, primero en la Escuela Altagracia Benítez y luego en el Liceo Federico Antonio Geraldo. Cada etapa ha sido un orgullo, pues desde muy joven sentí una profunda pasión por la medicina.
Gracias a Dios y al apoyo incondicional de mi madre, pude avanzar con determinación en cada fase de mi formación. Su acompañamiento me brindó la fuerza y la motivación necesarias para seguir adelante y no rendirme.
Impulsada por ese anhelo, ingresé a la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) con el propósito de continuar mi educación y responder a lo que siempre he sentido como una verdadera vocación.
Esta vocación se ha reafirmado a lo largo del tiempo, pero especialmente gracias a la experiencia tan significativa vivida con aquel paciente. Es a partir de ese momento que nace la inspiración para redactar este artículo…
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