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Dos cisnes negros emergieron el 17 de agosto en Bolivia. Se trata del aspirante a la presidencia, Rodrigo Paz, y del candidato a la vicepresidencia, el ex‑capitán de la policía Edmand Lara, por el Partido Demócrata Cristiano (PDC). Resultaron imprevisibles para el análisis político y superaron a los favoritos de las encuestas: Samuel Doria Medina y Jorge Quiroga.
Todos los analistas políticos —yo incluido— contemplaban tres posibles escenarios para la inevitable e histórica segunda vuelta electoral: Samuel Doria Medina contra Jorge Quiroga, o alguno de los dos frente a Andrónico Rodríguez (joven cocalero e hijo político de Evo), el candidato más representativo de la izquierda en la coyuntura preelectoral boliviana de 2025. Ninguno de los tres supuestos se materializó. Los analistas pronosticamos lo evidente a partir de las tendencias que marcaban las encuestas. Sin embargo, los votantes ocultos, desilusionados con el MAS, Evo, Arce y Andrónico, tenían otro plan, un cuarto escenario: Rodrigo Paz contra Jorge Quiroga, o sea, un progresista frente a un conservador que pueden sentarse a conversar. Es decir, entre dos adversarios, no enemigos.
Este cuarto escenario implicó un salto de Rodrigo Paz sobre Quiroga, Doria Medina y las propias encuestas. El 17 de agosto no fue un domingo cualquiera para los bolivianos: fue un domingo de sorpresas dulces para la izquierda huérfana de partido con legitimidad, pero sin azúcar para la derecha, con dos líderes en pugna. Ese salto dejó boquiabiertos a militantes, simpatizantes y dirigentes de las alianzas supuestamente con mayor apoyo ciudadano (Libre, de Jorge Quiroga, y Unidad, de Doria Medina). Fue un salto con garrocha de Rodrigo Paz y el ex‑capitán Lara, que se alzaron con la medalla de oro en la primera vuelta.
Según un grupo de opinadores, la medalla de oro en la primera vuelta debía corresponder a Doria Medina; otro sector consideraba a Jorge Quiroga merecedor de ese galardón. Este último obtuvo la de plata; el primero, ni siquiera la de bronce. De hecho, Doria Medina quedó en tercer lugar según los votos válidos, pero si tomamos el total de sufragios emitidos, la cantidad de votos nulos (garabatear la papeleta como muestra de inconformidad) superó los que le correspondieron a él. El voto nulo fue impulsado por Evo Morales. Conforme a los datos oficiales, superó el millón de boletos, casi el 20 %. Doria Medina también superó el millón de sufragios, pero en menor medida frente a los votos nulos fomentados por Evo. En síntesis, los analistas quedaron solos con sus pronósticos: Morales dio un paso de parada, Rodrigo un salto y Lara un discurso radical populista atacando a sus opositores con palabras soeces.
El ex‑capitán Edmand Lara posee una formación doctrinaria policial, pero un discurso político radical antiderecha que encaja con las preferencias electorales de sectores populares e indígenas de la zona occidental del país. Los resultados del 17 de agosto demuestran que su base social es prácticamente la misma que apoyó a Evo y Arce en diferentes momentos electorales. La irrupción del ex‑capitán Lara en el escenario político nacional puede considerarse accidental para los representantes del MAS que gobernaron Bolivia entre 2006 y 2025. Es decir, como la aparición de un hombre del campo popular nacional que interinamente ha salvado las papas para representar en el poder ejecutivo a quienes se ubican en el extremo izquierdo del espectro político nacional.
Cabe precisar que Rodrigo Paz se sitúa en el centro‑izquierda del espectro político nacional. Tiene una narrativa patriótica y de unidad nacional. Es hijo del expresidente Jaime Paz Zamora (1989‑1993). Quizá fue el único candidato que recorrió más de 200 municipios del país en cuatro años. El capitán Lara se ubica en el extremo de la izquierda, en la posición que interpela al otro extremo, a los de la derecha. Su doctrina policial lo condiciona teóricamente, y su condición de clase lo enlaza con sectores populares e indígenas que antes respaldaban al MAS. Es un fenómeno en TikTok para las masas porque baila y condena a sus enemigos ideológicos. Los dos candidatos se complementaron con éxito en la primera vuelta: uno visitaba municipios y el otro era viral en redes sociales.
Esa conexión natural del ex‑capitán Lara con los sectores populares e indígenas lo diferencia de Rodrigo Paz, Jorge Quiroga y Juan Pablo Velasco (candidato a vicepresidente con Quiroga). Es decir, encarna el factor sociocultural arraigado en los espacios de poder bolivianos desde inicios del siglo XXI. Es el actor político ideal que encaja con la narrativa del proceso de cambio inaugurado por Evo Morales. Por eso la votación por la dupla Rodrigo‑Lara ha sido predominante en el occidente del país, donde el MAS ganaba con goleada. El factor sociocultural ha conferido a Lara una singularidad que nadie reconoció antes del 17 de agosto, pues todos —yo incluido— lo identificaban en Andrónico Rodríguez, el candidato de la facción del MAS que se distanció de Evo —a pesar de ser su hijo político—, no quiso nada con el presidente Arce y perdió de forma humillante (menos del 9 % de la votación). El ex‑capitán de la policía encarnó electoralmente lo que el joven cocalero no pudo lograr.
En síntesis, Rodrigo Paz y Lara eran improbables hasta el 17 de agosto, pero las consecuencias de los resultados electorales serán muy relevantes hasta el 19 de octubre, fecha de la segunda vuelta electoral. La atención mediática estaba centrada en Jorge Quiroga, Samuel Doria Medina y Andrónico Rodríguez, no en el hijo del expresidente de Bolivia y el ex‑capitán de la policía. No fueron tomados en serio en la campaña de primera vuelta porque el interés se volcó hacia los más reconocidos, que marcaban las encuestas. A pesar de que todos los analistas y opinadores intentaron explicar, desde el lunes, lo ocurrido el domingo, nadie imaginó lo imposible el sábado.
Rodrigo Paz y Edmand Lara son dos cisnes negros, pero eso no implica que hayan surgido con soluciones mágicas, legitimidad suficiente y una narrativa encantadora. La crítica situación económica del país requiere la intervención de expertos en economía, una narrativa que justifique las decisiones políticas y, sobre todo, acuerdos políticos en la Asamblea Plurinacional, que estará compuesta por cinco fuerzas parlamentarias, ninguna con mayoría absoluta. Salir de la crisis económica y lograr estabilidad política en 2026 aún no está garantizado. Bolivia es un país que a veces resulta extraño para sus propios habitantes, que sus vecinos comprenden poco y que el resto del mundo observa con asombro.
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