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Nueva York (AsiaNews) – Mientras que en Rusia se reduce sistemáticamente la instrucción de las lenguas nacionales en las escuelas regionales, donde coexisten múltiples etnias, en Estados Unidos se llevaron a cabo, durante el verano, campamentos de formación de 10 días, en diversos turnos, denominados Tatar Alani, que reunieron a niños y jóvenes de familias tártaras. Sin ningún tipo de subsidio o apoyo institucional, la iniciativa fue liderada por la directora de la escuela tártara online Alima Academy, Alima Salakhutdinova, quien reside en Canadá desde hace años.
Alima puntualiza, en una entrevista con Idel.Realii, que “no eran campamentos vacacionales, sino de estudio y formación, todo en idioma tártaro, aunque, por supuesto, la convivencia era agradable”. En la tierra natal de Tartaristán, república rusa situada en los Urales, los campamentos veraniegos para jóvenes son tradición y hoy día se recomiendan particularmente para inculcar el “espíritu patriótico” y la preparación para la guerra. Sin embargo, congregar a jóvenes tártaros a miles de kilómetros de distancia, por segundo año consecutivo, no es una tarea simple.
Este año, en Tatar Alani participaron 50 jóvenes y algunos de sus padres, en formato familiar, para estudiantes de entre 5 y 20 años, divididos en tres grupos de edad con un director y tres consejeros por grupo, los jóvenes mayores con mayor dominio del idioma tártaro. Se hablaba en tártaro e inglés, procurando evitar el ruso, lengua común para los provenientes de Tartaristán. El programa era bilingüe, con clases en inglés y programas culturales en la lengua nativa, y para los niños que desconocían el tártaro, alguien les traducía directamente al inglés.
Se organizó un espectáculo en tártaro, “Recuerdos de Gulanda” (nombre femenino turánico) de Amirkhan Eniki, donde se describe la actividad del célebre “Club Oriental” del Hermitage de San Petersburgo, con un escenario adaptado a los niños, quienes fueron invitados a participar en la representación interpretando a los distintos héroes de las leyendas populares, acompañados por las melodías del compositor tártaro Salid Sajdašev, interpretadas por la música profesional Ramila Saubanova, radicada en Estados Unidos. Los padres y sus hijos prepararon una escena de boda tártara, con los ritos y adornos tradicionales, para mostrar cómo, incluso lejos de la patria, se puede construir y celebrar la vida de una auténtica familia tártara.
No faltaron los bailes y las competiciones del Sabantuj, la fiesta que marca el fin de las labores agrícolas primaverales, característica de los pueblos túrquicos, las pruebas de cocina tártara, los conciertos, los juegos y las competiciones que despiertan en los niños formas espontáneas de “autoconciencia nacional”, como afirma Alima. El año pasado se centró en la historia tártara, mientras que este año el tema central fue precisamente “qué significa ser tártaro”, incluso sin un conocimiento real del idioma, pero “para dar a todos la oportunidad de salir del campo de formación diciéndose con convicción: yo soy tártaro”. La directora asegura que “los niños no mienten, dicen verdaderamente lo que sienten”, y una niña, después de unos días, se acercó a ella y le dijo: “Alina Apa, me he dado cuenta que hay muchos otros como yo, ¡y son tan interesantes! No creía que encontraría tantos amigos”.
Para ser tártaro, recalca Salakhutdinova, “no es necesario dominar el idioma ni profesar la religión musulmana”, es una manera de relacionarse con respeto y atención, cultivando una sensibilidad particular por los problemas del mundo y de la sociedad. El pueblo tártaro “es una comunidad nómada, que siempre ha ido a todas partes en busca de la felicidad: se puede ser tártaro en cualquier lugar, tanto en Rusia como en Estados Unidos”. En Tatar Alani también participaron varios estudiosos de historia, economía, religión y culturas orientales de distintas universidades e institutos estadounidenses, para aprender de los tártaros cómo ser buenos estadounidenses.
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