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El reencuentro ocurrió en un instante inesperado. Estaba con un grupo de amigos de Santo Domingo, con quienes disfruto la calidez de la amistad y donde nos actualizamos sobre la vida diaria, analizando anécdotas y especulando sobre política.
La vida está llena de encuentros y despedidas, de senderos que se cruzan y que, a veces, tras muchos años, vuelven a unirse. Así fue mi experiencia al encontrarme con mi antiguo jefe, John Seibol, y su esposa Sobeya en un restaurante acogedor de Santo Domingo, un reencuentro que tocó lo más profundo de mi ser.
Siempre he valorado las experiencias y las personas que me han acompañado en diferentes momentos de mi vida, sin importar las circunstancias. Los recuerdos de aquellos tiempos permanecen grabados en mi memoria, con figuras importantes como el Sr. John Seibol y Doña Sobeya, Eleodoro Abreu, coordinador del programa de español, y cada uno de los compañeros de trabajo, cuyos nombres perduran. Verlos de nuevo, casi 40 años después, me llenó de una profunda alegría. Aunque el tiempo había transcurrido, el vínculo emocional seguía intacto.
El reencuentro ocurrió en un momento inesperado. Me hallaba con un grupo de amigos de Santo Domingo, con quienes disfruto la amistad y donde nos ponemos al día sobre la vida, comentando vivencias y debatiendo sobre política. Mis ojos se encontraron con los del Sr. John Seibol, varias veces, sentía que trataba de recordar dónde me conocía. En ese momento, dudé si acercarme o no, aunque no lo parezca, soy algo tímida.
Finalmente, me armé de valor y decidí saludarlos. Fue un instante lleno de emociones; sus sonrisas cálidas me recordaron esos días. Charlamos sobre nuestras vidas, sobre cómo hemos cambiado y cómo, a pesar de todo, algunas cosas siguen igual. Le comenté que en aquel entonces era una joven, me dijo, “yo también”, aunque siempre lo vi como un hombre mayor, quizás por respeto, porque los vi igual que antes, como si el tiempo no hubiera pasado. En aquel entonces, había dejado mi trabajo como traductora en la Secretaría de Estado de Turismo, buscando mejores oportunidades en el sector privado, era el año 1985, yo tenía 20 años, estudiante de psicología, carrera que luego terminé.
Estas experiencias me han hecho reflexionar sobre aquellos a quienes serví, como el Dr. Suberví Bonilla, Entrena y el Colegio Bilingüe, New Horizons, Doña Priscilla Garrido, otras figuras importantes en mi trayectoria profesional. A lo largo de nuestra vida laboral, sin que nos demos cuenta, hay personas que dejan huellas imborrables en nosotros y estos reencuentros nos recuerdan quiénes somos, de dónde venimos y cómo podemos seguir adelante.
Nuestra historia personal, formada por todos esos lugares de los que nos despedimos o nos despidieron, por el conjunto de personas que participan en nuestras vidas, leales y desleales, amores que dejamos y otros que tomaron otros rumbos, todos han sido nuestros maestros, a través de la alegría o el dolor, sirviendo como canales para que aprendamos lo que nuestra alma necesita para nuestra evolución y dignidad.
Ese encuentro casual con John y Sobeya me recordó que, a pesar de los años y la distancia, las personas que dejaron alguna enseñanza siempre tienen un espacio especial en nuestro corazón. Nos ayudan a entender nuestro lugar en el mundo y a valorar las vivencias que nos han moldeado. Así, estos reencuentros se convierten en un regalo del destino, una segunda oportunidad para abrazar nuestro pasado, aceptando la experiencia tal como fue, y celebrar nuestro camino con amor y gratitud.
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