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Washington, 22 oct (Prensa Latina) Donald Trump prometió dejar su impronta en la residencia oficial y oficina del presidente de Estados Unidos, decidiendo modificar las decoraciones con una exaltación del tono dorado; la pavimentación del jardín, una gigantesca asta de bandera y un suntuoso salón de baile.
El 20 de octubre se iniciaron las tareas de demolición en una sección del Ala Este de la mansión ejecutiva, a pesar de la ausencia de aprobación por parte de la Comisión Nacional de Planificación de la Capital.
Trump había anunciado en julio su intención de llevar a cabo esta transformación en la que -según se dice- es la “Casa del Pueblo”, pero el costo no será menor. El proyecto ascenderá al menos a 250 millones de dólares, y según el mandatario, facilitará la organización de grandes cenas de estado y otros eventos con aforo restringido debido al espacio disponible actualmente.
Para algunos críticos, la demolición en el Ala Este de la Casa Blanca se percibe como una potente metáfora de la presidencia destructiva de Trump. La representante Pramila Jayapal señaló que mientras este vanidoso proyecto avanza, los costos de la atención médica se disparan y los empleados federales no reciben su salario.
“¿Y qué hace Trump? ¿Construir un salón de baile dorado?”, inquirió la congresista demócrata por el estado de Washington.
El diario The Washington Post documentó el momento en que los obreros utilizaron una retroexcavadora para derribar la fachada del Ala Este, y Trump posteriormente celebró el inicio de este “proyecto muy necesario” en la Casa Blanca.
Sin ofrecer pruebas concretas, Trump afirmó en su plataforma Truth Social que “durante más de 150 años, todos los presidentes han soñado con tener un salón de baile en la Casa Blanca para recibir a la gente en grandes fiestas, visitas de estado, etc.”
La financiación para el ostentoso salón provendrá de las donaciones que el republicano solicitó a algunas de las corporaciones más ricas de Estados Unidos, incluidas aquellas con contratos gubernamentales e intereses en la desregulación. Entre ellas figuran Apple, Lockheed Martin, Microsoft, Meta, Google, Amazon y Palantir.
Medios locales recordaron que la semana pasada, el presidente Trump organizó una cena exclusiva a la que asistieron los principales contribuyentes a la ejecución del salón, una iniciativa que muchos catalogaron como “dinero a cambio de acceso”.
El inicio de estas obras resulta contrastante, ya que el gobierno federal entra este miércoles en su vigésimo segundo día de cierre (shutdown) al haberse quedado sin fondos operativos.
Aún ni republicanos ni demócratas logran un consenso en el Senado para aprobar un proyecto de ley de gastos -ya refrendado en la Cámara de Representantes- que permita la reanudación de actividades.
Frente a esta coyuntura, la senadora Elizabeth Warren (demócrata por Massachusetts) preguntó retóricamente: “¿Ah, estás diciendo que el costo de la vida se está disparando?”. “Donald Trump no te escucha por el ruido de las excavadoras demoliendo un ala de la Casa Blanca para construir un nuevo y grandioso salón de baile”, sentenció.
Por su parte, Andy Kim, también senador demócrata, pero por Nueva Jersey, expresó su pesar al ver cómo se derrumba parte del histórico edificio. El legislador compartió una antigua fotografía de su familia en el Ala Este de la Casa Blanca antes de su demolición.
“No necesitábamos un salón de baile financiado por multimillonarios para celebrar a Estados Unidos (…)” “Es repugnante lo que está haciendo Trump,” manifestó.
John Adams fue el primer presidente en establecer su residencia en la Casa Blanca el 1 de noviembre de 1800.
En su segundo día de estancia, escribió una carta a su esposa Abigail, en la que expresaba: “Ruego al Cielo que conceda las mejores bendiciones a esta casa, y a todos los que en adelante la habiten. Ojalá que solo hombres sabios y honestos siempre gobiernen bajo este techo.”
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