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Cádiz (1973) Redactor y editor experto en tecnología. Escribiendo a nivel profesional desde 2017 para soportes de difusión y blogs en castellano.
A escasos tres meses de la introducción de Verifactu, el nuevo método de cotejo de facturas impulsado por la Agencia Tributaria, la mayoría de las pymes y autónomos ignora en qué consiste y cómo debe prepararse. Con sede en Vigo, la firma gallega AIG, creadora de herramientas como ClassicGes y ClassicConta, encabeza el proceso de adecuación con sus programas ya listos para acatar la normativa. Conversamos con sus fundadores, Edelmiro González y Santiago Viso, quienes detallan los desafíos técnicos y las posibilidades que esta modificación abrirá en el entorno empresarial español.
Pregunta. — AIG acumula más de tres décadas diseñando software de gestión. ¿Cómo afrontáis una transformación tan significativa como la llegada de Verifactu?
Respuesta — Ha sido un desafío considerable, sobre todo a nivel de organización interna. Desde la óptica técnica, Verifactu fusiona elementos de blockchain y transmisión de datos, campos en los que poseemos experiencia gracias a productos como ClassicAir. Lo más intrincado ha sido coordinar la migración de todos los usuarios a las versiones más recientes. Hoy podemos afirmar que todos nuestros programas están actualizados y preparados para Verifactu. Además, hemos automatizado la comprobación de requerimientos como el certificado digital o la conexión a Internet para que la configuración sea casi automática.
P. — ¿Qué es exactamente Verifactu y de qué manera impactará a los negocios y profesionales autónomos españoles?
R. — Verifactu es un sistema para validar facturas que surge de una directriz europea y busca asegurar la trazabilidad y autenticidad de los registros contables. Al emitirse una factura, se genera un pequeño registro informático con detalles como la fecha, numeración, emisor, receptor e importe. Dicha información puede ser remitida directamente a la Agencia Tributaria (modalidad verificable) o guardada en el propio sistema del usuario (modalidad no verificable). En ambos escenarios, las facturas integrarán un código QR que permitirá verificar su legalidad. A partir del 1 de enero de 2026 será obligatorio para las empresas y desde el 1 de julio para los autónomos.
P. — ¿Cuál ha sido el obstáculo principal para AIG durante esta etapa de adaptación?
R. — La escala del cambio. Hablamos de más de tres millones de pymes y profesionales por cuenta propia, muchos de los cuales no utilizaban ningún tipo de software de gestión. Hemos debido capacitar a más de 40.000 clientes y anticipar la incorporación de miles de nuevos usuarios que hasta ahora facturaban mediante hojas de cálculo o incluso en papel. Por ello, nuestra prioridad ha sido que ClassicGes y ClassicConta incorporen Verifactu sin complicar la labor diaria; la expedición de una factura debe seguir siendo igual de simple.
P. — De acuerdo con su estudio, ocho de cada diez compañías confunden Verifactu con la factura electrónica. ¿A qué se debe esta confusión?
R. — Es comprensible, dado que ambos sistemas conciernen a facturas y convergen en el tiempo. No obstante, son conceptos muy distintos. La factura electrónica está orientada a las transacciones entre empresas (B2B), agilizando cobros y pagos. Verifactu, en cambio, se centra en la fiscalización de la trazabilidad y el envío de información a Hacienda en tiempo real. Ambas iniciativas buscan digitalizar el entramado empresarial, pero sus propósitos difieren. Resulta preocupante que muchas pymes aún no lo tengan claro, lo que podría demorar su puesta al día.
P. — ¿Consideráis que esta falta de claridad supone un impedimento para la transformación digital?
R. — En cierta medida, sí, aunque también puede representar una oportunidad. Existen muchos negocios, como estudios de arquitectura o gabinetes profesionales, que no veían la necesidad de contar con un programa de gestión. Con Verifactu se verán forzados a dar ese paso, y esto les podría permitir descubrir herramientas que optimicen su rendimiento, como la supervisión de proyectos, el CRM o la automatización contable. A veces, la exigencia impulsa el avance.
P. — ¿Qué perspectivas abre Verifactu en la automatización de la contabilidad?
R. — Bastantes. Los datos contenidos en el código QR de cada factura son suficientes para generar un apunte contable automáticamente. Esto facilitará enormemente el trabajo de asesores y contables, quienes podrán integrar los datos sin necesidad de teclearlos manualmente. En el futuro, observaremos cómo esta conexión entre Verifactu, la factura electrónica y los programas de gestión permitirá mantener la contabilidad prácticamente al día y minimizar las equivocaciones humanas.
P. — ¿Qué sugeriríais a las compañías que todavía no han comenzado a alistarse?
R. — Que no dejen todo para el último momento. Quedan muy pocos meses para la primera etapa y la Agencia Tributaria no contempla aplazamientos. Lo ideal es tener ya un software actualizado, instalar el certificado digital y ensayar la emisión de facturas Verifactu antes del día 1 de enero. En nuestro caso, los usuarios de ClassicGes ya pueden realizarlo desde julio. Es el momento de familiarizarse con el sistema y evitar contratiempos.
P. — Por vuestra vivencia, ¿qué rol desempeñarán los creadores de software en esta transición?
R. — Esencial. Somos quienes garantizamos que todo funcione adecuadamente. La Agencia Tributaria ha mantenido una vía de comunicación muy directa con los desarrolladores, lo cual ha sido crucial. Pero la realidad es que la carga técnica recae en las empresas de informática. Nuestra labor es lograr que Verifactu sea invisible para el usuario, que pueda seguir operando como de costumbre, pero cumpliendo con la legislación.
P. — ¿Cómo describiríais la repercusión que tendrá Verifactu en el porvenir de la gestión empresarial en España?
R. — Verifactu no es meramente una obligación tributaria, sino un cambio de modelo. Al igual que en su momento lo fue el paso al euro o el registro horario, ahora llega la validación automática de facturas. España es de los últimos territorios en implementarlo, pero supondrá un avance decisivo hacia una economía más digitalizada, más transparente y con mayor capacidad competitiva.















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