Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
**Señales en territorio estadounidense: el modus operandi de las bandas criminales que trafican narcóticos latinoamericanos en EE.UU.**
Las últimas estadísticas de salud pública en los Estados Unidos arrojan un dato alentador, una nota positiva: por primera vez desde que se desató la ola de los opioides sintéticos, el país ha experimentado una ligera disminución en las muertes atribuidas a sobredosis de fentanilo.
Este cambio representa un hito, especialmente después de una década marcada por un ascenso incontenible que llegó a superar las 100.000 defunciones anuales.
La problemática, que afectó a la totalidad del territorio nacional, posicionó al fentanilo como la principal amenaza para el bienestar colectivo de la población estadounidense.
Esta baja en la curva de mortalidad no es casualidad ni obra del azar.
Es resultado de la combinación de diversas estrategias: amplias campañas de información y sensibilización, la entrega extendida de naloxona (el antídoto contra las sobredosis), una mejoría en el acceso a terapias contra la adicción y la aplicación de normativas de mayor severidad respecto a los compuestos químicos precursores.
La administración norteamericana ha redoblado sus gestiones diplomáticas dirigidas hacia China y México, países que son pilares en el suministro de materias primas y en las rutas de trasiego, además de ejercer presión sobre las plataformas digitales que permiten el comercio ilícito.
Paralelamente, agencias como la DEA han enfocado sus esfuerzos en desarticular las arquitecturas financieras y logísticas de los cárteles más influyentes y sus asociados a nivel internacional.
Entre las medidas adoptadas que han ayudado a reducir el impacto del fentanilo se destacan:
El ejecutivo estadounidense ha catalogado la ofensiva contra el fentanilo como una cuestión de alta prioridad nacional, haciendo llamados a las naciones amigas para que intensifiquen la persecución de las redes delictivas globales responsables de la distribución.
En medio de este escenario de mayor rigor y colaboración entre países, la reciente captura de Zhi Dong Zhang, conocido también como “Brother Wang”, ha puesto en evidencia la proyección mundial del narcotráfico de fentanilo. Este ciudadano chino, de 38 años, fue apresado en Cuba tras evadir la reclusión domiciliaria que cumplía en Ciudad de México, donde esperaba su traslado a los Estados Unidos bajo custodia militar. Su escape, ejecutado a través de un túnel cavado desde su propia residencia, desató un escándalo político y dejó al descubierto las debilidades del sistema judicial mexicano; un suceso que motivó fuertes reproches por parte de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien puso en tela de juicio la decisión de haberle concedido el arresto en su casa.
Brother Wang está considerado como uno de los principales jugadores internacionales en la distribución de esta droga. Según documentación de la DEA, desde 2016 lideraba una organización dedicada al suministro de precursores químicos y fentanilo a organizaciones mexicanas como el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Su estructura cuenta con ramificaciones en el continente asiático, europeo y americano, logrando lavar más de 20 millones de dólares entre 2020 y 2021 utilizando 150 compañías fachada y 170 cuentas bancarias en EE.UU. Las pesquisas han revelado el uso de un código secreto (por ejemplo, la palabra “coffee” para referirse al fentanilo y “food” para la cocaína) así como una estructura dividida: una célula en México encargada de la recolección del dinero y otra de origen chino dedicada a la legitimación de capitales a escala mundial.
Agregar Comentario