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Cristóbal Colón: ¿dónde reposan realmente sus huesos, en Sevilla o en Santo Domingo?

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Cristóbal Colón murió el 20 de mayo de 1506 en Valladolid, de forma discreta y sin los honores que más tarde le acompañarían.

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Cristóbal Colón murió el 20 de mayo de 1506 en Valladolid, de forma discreta y sin los honores que más tarde le acompañarían. Fue sepultado en el convento franciscano de la ciudad.

No obstante, su voluntad expresada —según el testamento de 1505— era descansar en La Española, la isla que él había descubierto en 1492.

En aquel momento aún no se le tenía en alta estima como héroe nacional de España; más bien, se le veía como un funcionario caído en desgracia, de modo que su entierro se hizo modestamente en el convento franciscano de Valladolid.

Tres años después de su fallecimiento, su hijo Diego Colón trasladó los restos a Sevilla, donde fueron depositados en la capilla de Santa Ana del monasterio de La Cartuja, junto a los restos de su hermano Diego y otros parientes.

Para cumplir la última voluntad del navegante, en 1544 (o 1546, según distintas crónicas) los huesos fueron llevados a la Catedral de Santo Domingo, en la zona española de la isla.

Dos siglos más tarde, cuando España cedió la parte oriental de La Española a Francia mediante el Tratado de Basilea (1795), los españoles intentaron impedir que los franceses se quedaran con las reliquias del colono.

Por esa razón, abrieron la sepultura y supuestamente trasladaron los restos a La Habana (Cuba). Sin embargo, algunos cronistas locales, como Antonio del Monte y Tejada, argumentaron que el traslado se hizo apresuradamente y con errores, y que los auténticos restos nunca fueron movidos, quedando ocultos en otra urna dentro de la catedral de Santo Domingo.

Las autoridades e historiadores dominicanos sostienen que los españoles se llevaban huesos equivocados, dejando los verdaderos restos en Santo Domingo.

Cuando Cuba obtuvo su independencia en 1898, España afirmó que volvió a mover los restos de La Habana a la catedral de Sevilla, donde actualmente reposan en un mausoleo neogótico. Mientras tanto, en 1877, durante trabajos de restauración en la catedral de Santo Domingo, se descubrió una urna de plomo con la inscripción “Cristóbal Colón”.

Según la posición dominicana, esa urna contenía los restos genuinos de Colón, nunca trasladados. Desde entonces, la República Dominicana mantiene que los auténticos huesos están en Santo Domingo, ahora alojados en el Faro a Colón, en Santo Domingo Este, inaugurado en 1992.

En 2003, un equipo español analizó los restos albergados en Sevilla mediante pruebas de ADN, comparándolos con los huesos de su hermano Diego y su hijo Hernando. El resultado, tal como se dio a conocer, mostró una compatibilidad genética que, a ojos de los españoles, confirmaría que al menos parte de los restos sevillanos pertenecen a Cristóbal Colón.

Las autoridades dominicanas, sin embargo, no han permitido el estudio de los huesos que alegan poseer.

Se presentan, pues, dos reclamos válidos: España (Sevilla), con pruebas genéticas parciales; y la República Dominicana (Santo Domingo), con tradición histórica y evidencia epigráfica.

Así surge el “Colón dividido”, símbolo de su doble legado entre el Viejo y el Nuevo Mundo. La cuestión requiere una aclaración histórica y científica, pues ha generado confusión y orgullo nacional tanto en España como en la República Dominicana.

Algunos historiadores proponen una solución salomónica que implicaría repartir los restos entre Sevilla y el Faro a Colón, lo cual resulta absurdo, puesto que nunca fueron divididos en dos urnas.

Para los españoles, los restos conservados en la tumba de la catedral de Sevilla corresponden al descubridor de América con “fiabilidad absoluta”.

El forense José Antonio Lorente, profesor de Medicina Legal en la Universidad de Granada, asegura haber llegado a esa conclusión tras más de veinte años de trabajo y la aplicación de técnicas de ADN de última generación, realizadas en 2024. Un estudio genético preliminar de 2003 ya señalaba una “alta probabilidad” de que fuera así, aunque la tecnología de entonces presentaba cierto margen de error.

Lorente ha indicado que los análisis de ADN se realizaron en laboratorios de España, EE. UU., México e Italia, y que, para validar cada prueba, era necesario que todos los expertos obtuvieran los mismos resultados.

En ese sentido, afirma que “el procedimiento se llevó a cabo de manera independiente; no hubo conexión entre los centros, lo que garantizó la objetividad de los datos”.

Por su parte, la República Dominicana se basa en la restauración de la Catedral Primada de América de Santo Domingo en 1877, cuando se descubrió una urna de plomo con la inscripción visible: “Ilustre y distinguido varón, Don Cristóbal Colón”. En su interior se hallaron fragmentos óseos y una bala de plomo, lo que llevó a las autoridades dominicanas a declarar oficialmente que los restos auténticos del almirante nunca abandonaron la isla.

Desde entonces, el país mantiene una postura firme de no autorizar exámenes de ADN, defendiendo la autenticidad de los restos fundándose en la continuidad histórica y documental.

Hasta que no se autorice una investigación conjunta que compare ambos conjuntos de restos, la verdad completa seguirá dividida entre Sevilla y Santo Domingo.

Científicos españoles de la Universidad de Granada se han ofrecido a realizar pruebas de ADN sobre los restos del Faro a Colón, pero las autoridades dominicanas han guardado silencio frente a esa propuesta. Sólo el presidente dominicano, Luis Abinader, puede autorizar dicho estudio, que tendría que ser llevado a cabo por terceros imparciales.

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