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Cerca de la costa, en el marco de un fenómeno atmosférico de intrigante lentitud y trayectoria incierta, se suma ahora como amenaza latente para el país la bacteria *Vibrio cholerae*. Este microorganismo, para consolidarse y provocar daños a la salud humana, poniendo en riesgo la vida, requiere fundamentalmente que el agua consumida por cualquier población esté gravemente contaminada. La posibilidad de que esto suceda no es un simple temor en este momento, dada la severidad con la que las fuentes de este valioso líquido suelen ser impactadas por los excesos de lluvia que a menudo causan el colapso de los acueductos y la degradación general de las fuentes naturales.
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Evidentemente, el embate agresivo de la tormenta Melissa —próxima a convertirse en huracán— y el resurgimiento de un brote de cólera al otro lado de la frontera configuran un escenario de mal presagio para la sociedad dominicana, que ya en el pasado ha presenciado la migración de esta enfermedad desde el oeste. Inevitablemente, el historial sanitario de la isla Hispaniola señala a Haití como el lugar de procedencia recurrente de las apariciones de este germen en el territorio nacional. Factores y vectores migratorios están a la vista.
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Numerosos casos que pasaron de sospechosos a confirmados en 2022 afectaron a residentes de La Zurza en el Distrito Nacional. El aumento de las hospitalizaciones fue vinculado, mediante un rastreo epidemiológico, a la migración haitiana, replicando patrones de ocasiones anteriores.
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Las tasas de mortalidad comparadas muestran que la de Haití, que llegó a alcanzar el $9%$ aunque con tendencia a la baja, contrasta notablemente con la de República Dominicana, que se sitúa en un $1.7%$. Esto se explica por el hecho de que la insalubridad, impulsada por la mayor pobreza del continente, es más acentuada en el lado oeste de la isla.
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Pese a que la división de soberanías a ambos lados del río Dajabón o Masacre sigue siendo vulnerable a ingresos irregulares, a pesar de los intensos esfuerzos destinados a contener el cruce de inmigrantes hacia este país —ahora con mayor rigor que antes—.
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Las autoridades dominicanas se han comprometido a intensificar la vigilancia aplicando un protocolo para bloquear la enfermedad, que incluye la incautación de alimentos traídos desde Haití y la mejora en la gestión de agua y residuos en la zona fronteriza.
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En esa área, existe el compromiso oficial de optimizar los mecanismos de saneamiento ambiental, limitar la exposición a agua no apta para el consumo, promover el uso del cloro para su esterilización y reducir el contacto con las corrientes fluviales de la zona limítrofe. Es conocido que residuos de tropas de la ONU acantonadas en Haití contaminaron con cólera en 2010 un afluente del río Artibonito, utilizado por los pobladores circundantes para bañarse y cocinar. A partir de ese momento, se desató la catástrofe.















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