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El boom de los cruceros: una jornada ideal y completa en alta mar

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A menudo, hay individuos que nunca han viajado en barco y les preocupa la idea de aburrirse.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

A menudo, hay individuos que nunca han viajado en barco y les preocupa la idea de aburrirse. Yo les comento a quienes me lo preguntan que, según datos proporcionados por la organización internacional de líneas de cruceros, Cruise Lines International Association, de los 34.6 millones de viajeros que embarcaron en 2024, 23.8 millones (un 69 por ciento) ya habían navegado antes.

¿Me resultará monótono el crucero? Es una inquietud frecuente entre quienes no han experimentado un viaje marítimo. Yo le explico a mi vecina y a otros curiosos que, conforme a las cifras de la asociación global de líneas de cruceros, Cruise Lines International Association, de los 34.6 millones de pasajeros que subieron a bordo en 2024, 23.8 millones (o el 69 por ciento) ya habían viajado previamente. Si se hubieran aburrido, ¡probablemente no hubieran repetido la experiencia!

A mi vecina también le relaté, al regresar de mi travesía, las actividades que realicé durante días –¡todo menos aburridos!– en alta mar a bordo del Regent Seven Seas Grandeur, un buque de 55,500 toneladas, catalogado como mega-yate, con capacidad para 744 viajeros.

Mi jornada perfecta en el mar siempre comienza aquí con una solicitud matutina de servicio a la suite: jugo de naranja, fruta fresca, tortilla, tostadas y té que mi esposo Humberto y yo disfrutamos al aire libre en nuestra terraza.

Inmediatamente después, acostumbramos a dar un paseo por la cubierta para deleitarnos con las panorámicas del océano, las aves y, en ocasiones, la fauna marina, que según el trayecto, pueden incluir delfines, ballenas, peces voladores y tortugas.

El navío ofrece actividades programadas como torneos de ping pong, mini-golf, juego de tejo, pickleball y otros entretenimientos en cubierta, además de conferencias sobre los puertos de escala. Nosotros preferimos la caminata por cubierta y luego nos dirigimos a la espléndida piscina y los jacuzzis del barco. En algunas ocasiones, reservamos tratamientos relajantes en el spa, quizás un masaje, una manicura o un corte de pelo.

El almuerzo lo tomamos en el Compass Rose, un hermoso comedor que evoca la sensación de un bosque helado, o en uno de los restaurantes alternativos del barco que ofrecen almuerzo en los días de navegación: Chartreuse, con especialidades francesas, y Prime 7, que sirve deliciosas costillas, filetes y otras exquisiteces. Para el postre, a veces visitamos la heladería que, además de helados, prepara sabrosos batidos.

Durante la tarde, asistimos a alguna de las charlas sobre la historia y la cultura de los puertos y la zona del itinerario. Aquellos que prefieren otras formas de ocio tienen a su disposición el casino, las boutiques y la escuela de cocina. Esta última goza de gran popularidad con clases enfocadas en platos típicos de los puertos y clásicos culinarios.

También hay una magnífica y acogedora biblioteca con una buena colección de libros, cómodos sillones y vistas al mar. Otros pasatiempos incluyen sesiones de manualidades.

Alrededor de las 4 p.m. siempre acudimos a la hora del té musical del barco, amenizada por un pianista u otro músico, y con tentadoras bandejas de dulces y sándwiches para una merienda exquisita, acompañada de una variedad de tés, cafés u otras bebidas –¡una copa de champán, por cierto, nunca resulta aburrida!

No nos perdemos los concursos diarios de trivialidades después de disfrutar del té. Nos encanta este tipo de actividad, ya que nos unimos al mismo equipo cada día y así conocemos a otros pasajeros y forjamos amistades. También resolvemos los rompecabezas de Mensa, cuyas respuestas se revelan tras concluir la sesión de trivia.

En los días que pasamos en altamar, nos gusta cenar en uno de los restaurantes temáticos del barco. Hay cuatro: los mencionados Chartreuse y Prime 7, además de La Veranda Sette Mari, con especialidades italianas, y Pacific Rim, nuestro predilecto, con decoración, atmósfera y platos de inspiración asiática. Las cenas aquí, en un ambiente zen, con manjares como sushi, dim sum, costillas de cerdo a la barbacoa china, tempura de langosta y postres que incluyen Tres Leches de coco, pastel de ron, fuente de frutas exóticas y diversos helados, son siempre inolvidables.

Después de cenar, solemos ir a uno de los salones comunes donde un dúo toca música bailable o al teatro, donde se presentan espectáculos musicales al estilo Broadway, comediantes, pianistas y otros artistas. Si el show de una noche en particular no nos atrae, salimos a pasear por la cubierta bajo las estrellas o vemos una película en nuestra suite (todas las cabinas son suites en el Regent Seven Seas Grandeur).

Está claro que acabamos el día, en este crucero de lujo, sin rastro de aburrimiento. Y, de la misma manera, ya nos había ocurrido en otros barcos de diversas categorías, tanto económicas (como los cruceros de Norwegian Cruise Line) como de precios moderados (incluyendo los de Oceania Cruises), que también proponen docenas de actividades diarias.

Cuando le conté todo esto a mi vecina, me dijo que ya no le inquietaba el aburrimiento, pero que ahora dudaba en ir porque pensaba que iba a subir de peso. ¡Eso no lo pude negar, pues yo aumenté tres libras!

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