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El crecimiento evangélico se atenúa: el Censo de 2022 revela un Brasil más diverso y menos previsible

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Por Nelson Lellis, Roberto Dutra y Wania Mesquita

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Por Nelson Lellis, Roberto Dutra y Wania Mesquita

El Censo de 2022 brinda una visión exacta de cómo ha evolucionado el escenario religioso en Brasil durante los últimos diez años. Aunque la mayor parte de la población sigue identificándose como católica, la proporción de fieles ha vuelto a disminuir de forma notable, confirmando una tendencia constante de pérdida de predominio. Los evangélicos, por su lado, continúan en expansión, pero a un ritmo más pausado de lo que algunos analistas anticipaban. Simultáneamente, tanto el número de personas que se declaran sin afiliación religiosa como el de adherentes a religiones afrobrasileñas están aumentando, lo que refuerza la idea de un Brasil cada vez más diverso en materia de fe.

Frente al 2010, el catolicismo perdió varios puntos porcentuales y ahora constituye apenas más de la mitad de la población. Los movimientos espiritistas también experimentaron una leve caída. En contraste, se registró un aumento de evangélicos, al igual que de seguidores de religiones afrobrasileñas, cuyo crecimiento fue considerable, y de quienes se autodeclaran apátridas, que ya supera el 9 % de los brasileños. Si bien los datos absolutos resultan relevantes, lo más interesante reside en la dinámica de estos cambios: ya no se trata de un único proceso de sustitución religiosa, sino de una progresiva diversificación del panorama religioso brasileño.

Estos resultados contradicen la hipótesis del demógrafo José Eustáquio Diniz Alves, de la Universidad Federal de Minas Gerais, quien pronosticó que los evangélicos formarían la mayoría para la década de 2030. Alves sostenía que el descenso continuo de católicos y el rápido ascenso de evangélicos harían inevitable esa situación. Sin embargo, la realidad muestra un cuadro más complejo. Como ha señalado el sociólogo Paul Freston, de la Universidad Federal de São Carlos, en distintas encuestas, es improbable que los católicos caigan por debajo del 40 % de la población, y que los evangélicos superen el 35 %. La idea de una transición lineal hacia una mayoría evangélica pasa por alto la naturaleza reflexiva y activa de las dinámicas socioreligiosas: los actores no son simples receptores de tendencias, sino que reaccionan y adaptan sus prácticas, alterando el rumbo de las proyecciones.

Más allá de los números, lo que el Censo confirma es que la religión en Brasil está atravesando un proceso de reconfiguración, con profundas repercusiones políticas y sociales. El bloque evangélico, aunque no alcanza la mayoría, ha consolidado una influencia política considerable. El Frente Parlamentario Evangélico (FPE), también llamado “Caucus Bíblico”, es considerado por analistas como la socióloga Christina Vital —en artículos publicados en O Globo— uno de los grupos más cohesionados e influyentes del Congreso Nacional. Su agenda conservadora ha marcado debates clave sobre educación, familia, derechos reproductivos y políticas públicas en años recientes. Magali Cunha, en un estudio publicado en Carta Capital, coincide en que este grupo parlamentario puede ejercer influencia más allá de la proporción demográfica evangélica, gracias a su capacidad organizativa y presencia territorial.

El Censo también ofrece datos reveladores sobre la composición interna de las comunidades religiosas. Las religiones afrobrasileñas, tradicionalmente asociadas a la población negra, han atraído a un número creciente de creyentes blancos en la última década, prácticamente triplicándose entre 2010 y 2022. Por otro lado, se ha observado un aumento de la población negra en las iglesias evangélicas, lo que refleja una mayor movilidad y permeabilidad entre distintas tradiciones religiosas. Estas intersecciones debilitan la idea de bloques rígidos y homogéneos, mostrando en su lugar un ámbito religioso dinámico y en constante transformación.

El perfil educativo de los evangélicos también ilustra el alcance social de este colectivo. Si bien se ha registrado una subida en los niveles de educación secundaria y superior incompleta, los evangélicos siguen presentes de forma destacada entre los sectores con bajos niveles educativos. Esto los conecta estrechamente con las poblaciones más vulnerables, donde su influencia trasciende lo meramente espiritual. Abrir una iglesia en Brasil resulta un proceso ágil: solo en 2019 se inauguraron más de 6 300 nuevas iglesias evangélicas, lo que equivale a unas 17 congregaciones por día. Esta expansión territorial permite a muchas parroquias ofrecer no solo servicios religiosos, sino también asistencia social: distribución de canastas de alimentos, tutorías, asesoría legal y apoyo profesional. El lenguaje sencillo y directo de los pastores también facilita la comunicación con comunidades de bajo nivel educativo, reforzando el sentido de pertenencia y apoyo.

Sin embargo, esa cercanía genera también paradojas. Mientras las iglesias prometen prosperidad y desarrollo personal, en muchos casos funcionan como espacios donde la ausencia de políticas públicas se suplanta con discursos de resiliencia y aceptación. La consigna de “conformarse con lo que se tiene” reemplaza parcialmente las demandas de transformaciones sociales estructurales. Este fenómeno ayuda a entender por qué los evangélicos conservan una base sólida entre los sectores populares, aun cuando sus condiciones de vida no mejoran de forma sustancial.

Al mismo tiempo, otra categoría está cobrando mayor relevancia: los no religiosos. Su crecimiento sostenido, aunque menos espectacular que el de los evangélicos en décadas pasadas, refleja cambios culturales más amplios. Para la economista Deborah Bizarria, en una columna publicada en Folha de S. Paulo, este grupo no solo cuestiona la tesis de una “explosión evangélica”, sino que también introduce nuevas variables en el análisis económico y social. Los no religiosos inciden en el mercado de consumo y en las dinámicas culturales, obligando a replantear la relación entre religión, economía y política en el Brasil contemporáneo. El panorama que emerge del Censo es, por tanto, el de un país menos homogéneo y más pluralista en términos religiosos. La hegemonía católica sigue en declive, pero sin desaparecer; el evangelicalismo mantiene su influencia y poder político, aunque su expansión ha perdido el impulso que lo proyectaba como una mayoría inevitable; las religiones afrobrasileñas demuestran vitalidad y atractivo más allá de sus bases históricas; y las posiciones no religiosas avanzan de forma constante, transformando el escenario.

Brasil se convierte así en un laboratorio donde la religión, la política y la economía se entrelazan cada vez más. La “explosión evangélica” no se ha concretado en los términos que algunos anticipaban, pero el pluralismo religioso ya es una realidad ineludible. Y en ese pluralismo reside, quizás, la clave para comprender las tensiones y posibilidades del Brasil del futuro.

Nelson Lellis – Doctor en Sociología Política por la Universidad Estatal Darcy Ribeiro del Norte Fluminense (UENF), Brasil. Becario postdoctoral en el Programa de Posgrado en Sociología Política de la UENF.

Roberto Dutra – Doctor en Sociología por la Universidad Humboldt de Berlín. Profesor de la Universidad Estatal Fluminense del Norte de Río de Janeiro (UENF), Brasil. Actualmente investigadora postdoctoral visitante en la Universidad de Bremen, Alemania.

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