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Andrés ha negado reiteradamente haber mantenido encuentros sexuales con Giuffre. Nadie está por encima de la Corona, ni siquiera el consanguíneo del monarca. A la postre, esa circunstancia selló el cese de la vida pública de Andrés como príncipe del reino.
Conforme se revelaban más pormenores de las conexiones de Andrés con el convicto por delitos sexuales Jeffrey Epstein, y mientras el Legislativo inquiría sobre su morada sin coste próximo al Castillo de Windsor, el rey Carlos III actuó el jueves para proteger a la institución monárquica de ulteriores divulgaciones.
En un comunicado despachado por el Palacio de Buckingham, el rey comunicó haber tomado medidas para despojar a su hermano de todos sus títulos y honores, incluido el que ostentaba desde su nacimiento: príncipe. De ahora en adelante, el controvertido miembro de la realeza británica será conocido sencillamente como Andrés Mountbatten Windsor.
Asimismo, Andrés debe abandonar Royal Lodge, la vasta residencia de 30 estancias próxima al Castillo de Windsor donde residía desde hacía más de dos décadas.
“La monarquía requería establecer la separación más tajante posible entre Andrés y el resto de la estirpe real”, argumentó Craig Prescott, especialista en derecho constitucional y la monarquía en Royal Holloway, Universidad de Londres. “Y justo eso es lo que ha conseguido”.
La determinación del rey sobrevino tras el anuncio a inicios de este mes de que Andrés había accedido a dejar de usar sus títulos, lo cual no consiguió frenar la oleada de narrativas escandalosas que amenazaban con socavar el respaldo a la Corona. Lejos de calmar el vendaval mediático, dicha acción previa impulsó a algunos parlamentarios a pedir que se revocaran formalmente los títulos de Andrés y se le desalojara de Royal Lodge.
Esto abría la posibilidad de un debate en el Parlamento sobre la conducta de Andrés, lo cual sometería al linaje real a una publicidad aún más indeseada.
La caída en desgracia de Andrés ocurre mientras Carlos, de 76 años y en tratamiento por una afección oncológica no especificada, se esfuerza por resolver asuntos pendientes y reforzar los cimientos de la monarquía para que su primogénito, el príncipe Guillermo, los reciba.
“Esto, creo, fue un comunicado muy claro sobre lo necesario para poner orden ahora y también mirando al porvenir”, señaló George Gross, experto en asuntos reales del King’s College de Londres. “Esto le simplifica la vida al príncipe Guillermo… Pienso que eso también forma parte. Mas se sentía inevitable”.
Si bien la decisión del monarca podría ayudar a resguardar a la monarquía de las repercusiones del escándalo, no pondrá fin a las tribulaciones de Andrés.
La más reciente serie de revelaciones sobre Andrés fue detonada por la publicación de unas memorias escritas por Virginia **Giuffre**, quien aseveró haber sido explotada por Epstein y haber tenido relaciones íntimas con Andrés cuando tenía 17 años. **Giuffre**, una ciudadana estadounidense que residía en Australia, se quitó la vida a principios de este año a los 41.
Su hermano, Sky Roberts, alabó el jueves la prolongada lucha de su hermana por denunciar a Epstein y Andrés, pero continuó exigiendo que el hermano del rey fuera procesado judicialmente.
Andrés ha rechazado sistemáticamente haber intimado con **Giuffre** o haber incurrido en transgresión alguna.
El historiador Andrew Lownie, autor de una biografía reciente sobre Andrés y su exesposa, Sarah Ferguson, expresó que considera que hay motivos para investigar acusaciones que van desde la explotación sexual hasta el mal proceder en una función pública.
“No considero que sea el desenlace; creo que vendrán muchas más revelaciones”, comentó el autor de “Entitled: The Rise and Fall of the House of York” a la BBC. “Pero al menos están tomando acciones resueltas”.
Andrés, de 65 años, es el segundo vástago de la difunta reina Isabel II. Prestó servicio por más de dos décadas como oficial de la Marina Real antes de retirarse para asumir sus obligaciones regias en 2001.
Ha sido foco de noticias sensacionalistas desde al menos 2007, cuando vendió una propiedad cerca del Castillo de Windsor por un precio un 20% superior al valor de mercado de 15 millones de libras. Se reportó que el adquirente era Timur Kulibayev, yerno de Nursultan Nazarbáyev, entonces presidente de Kazajistán, lo que suscitó inquietudes sobre si la transacción era un intento de ganar influencia en el Reino Unido.
Esas imputaciones, sumadas a los vínculos reportados con un hijo del exmandatario libio Muamar el Gadafi, condujeron a que Andrés fuera destituido de su cargo como enviado especial del Reino Unido para el comercio y la inversión internacional.
Expertos en la realeza estiman que Andrés fue a menudo protegido del impacto total de sus controversias debido a su rango como el hijo predilecto de la reina.
Aquello se tornó insostenible en noviembre de 2019, tras la desastrosa entrevista que Andrés concedió a la BBC en un intento por contrarrestar los reportajes mediáticos sobre su amistad con Epstein. Fue ampliamente criticado por no mostrar empatía hacia las víctimas de Epstein y por ofrecer justificaciones inverosímiles sobre su relación con el financiero desacreditado.
Poco después de que se emitiera dicha entrevista, Andrés se vio forzado a abdicar de todas sus responsabilidades públicas y roles filantrópicos.
Ahora, Carlos está cortando los lazos restantes de su hermano con la estructura de la monarquía. Royal Lodge había sido un punto de fricción constante; hasta ahora, Andrés se había resistido a las instancias del rey para ceder su contrato de arrendamiento de 75 años sobre la propiedad. Ahora residirá en la finca privada del rey en Sandringham, al este de Inglaterra.
Prescott, el jurista experto, indicó que la marginación de Andrés debe interpretarse como parte de una transformación institucional que inició tras el deceso de Isabel en 2022.
Mientras la reina estaba con vida, la gente solía ser renuente a criticar a la monarquía, pues se percibía como un ataque personal a la reina, quien se transformó en una figura reverenciada durante sus 70 años de reinado.
Carlos jamás ha gozado de ese idéntico estatus y reconoce que la Corona debe rendir cuentas ante el pueblo y sus representantes en el Parlamento, afirmó Prescott.
“Esto forma parte de la evolución de la monarquía hacia una entidad pública convencional, susceptible de ser fiscalizada por el Parlamento de una u otra forma”, declaró. “Existía una exigencia social y parlamentaria para que el rey actuara”, añadió Prescott. “Y lo ha ejecutado”.














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