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Los cárteles difieren en dimensión y estructura, según la droga y el caudal que manejan.
El narcotráfico, o comercio de estupefacientes ilegales y adictivos, se centra mayormente en la cocaína. Esta sustancia constituye la principal fuente de ingresos del fenómeno, pues su compra‑venta financia gran parte de una cadena que incluye producción, distribución, venta, control de mercados y lavado de dinero de numerosas drogas potencialmente nocivas, así como el tráfico de armas, la trata de personas y el comercio de órganos. Las normas internacionales prohíben el narcotráfico.
Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el comercio mundial de drogas generó alrededor de 21 600 millones de dólares en 2003, equivalentes al 0,83 % del PIB global de ese año (38,95 billones de dólares). El consumo de estupefacientes se ha expandido de forma notable.
En América del Sur, los grupos criminales, también llamados carteles, gestionan toda la cadena de suministro.
Los cárteles varían en magnitud, longevidad y organización, según la droga, su rentabilidad y el volumen de cada operación. En la cúspide de la jerarquía se sitúa el líder del cartel, quien controla la producción y distribución de la sustancia. Junto a los intermediarios financieros, blanquean los recursos obtenidos de actividades ilícitas graves.
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El tráfico de drogas en el sureste de los Estados Unidos ha adquirido dimensiones colosales. La DEA es la agencia del Departamento de Justicia estadounidense dedicada a combatir el contrabando y el consumo de drogas dentro del país. Colabora con la Oficina Federal de Investigación (FBI) a nivel interno y es la única entidad responsable de coordinar e impulsar investigaciones antidrogas en el exterior.
El Bureau of Narcotics and Dangerous Drugs (BNDD), antecedente de la DEA, fue creado el 1 de julio de 1973 bajo el plan de reorganización 2 del mismo año, durante la presidencia de Richard Milhous Nixon. Dicho plan preveía la creación de una única agencia federal que asumiera todas las competencias en materia de drogas y que centralizara las actividades gubernamentales en el control de psicotrópicos.
Este organismo ha lanzado una campaña integral y coordinada contra el contrabando, con resultados impactantes. Destaca el grupo de la DEA conocido como CENTAC (Equipo Táctico Central), que ha sido empleado intensamente contra el pernicioso flagelo de las drogas. Cuando se ha activado esta unidad, el tráfico de estupefacientes ha sufrido un golpe devastador.
Subrayo que, si no se actúa con prontitud, la marihuana y la cocaína podrían llegar a deteriorar la economía de Florida y producir graves repercusiones en todo Estados Unidos.
Nuestra región es un crisol gigantesco donde se han forjado naciones de diversos orígenes y características. Nos esforzamos por combinar lo mejor de muchos mundos: innumerables aportes de culturas indígenas, la gran herencia ibérica, la influencia africana y los ideales europeos de libertad y justicia para todos. Así es América Latina. A pesar de nuestras diferencias, compartimos metas comunes: crecimiento económico, estabilidad política y democracia.
Hemos sido testigos del surgimiento de bloques económicos regionales y subregionales, como la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio y otros en Centroamérica, el Caribe y la región andina. Cada vez aumentan los programas transnacionales conjuntos en los sectores industrial, minero, energético y agrícola.
La trayectoria histórica de Iberoamérica se refleja con claridad en la región, esencialmente democrática y pacífica. La iglesia, al igual que las fuerzas armadas, los intelectuales, periodistas, profesionales y estudiantes, forman la base institucional del territorio.
Todo segmento de la vida nacional debe contribuir al mejoramiento del conjunto social humano. En general, la iglesia ha aportado de manera extraordinaria a la civilización, al saber de nuestro hemisferio y a nuestro bienestar político, económico y social.
Bolivia, Ecuador, México, Trinidad y Tobago y Venezuela poseen reservas petroleras suficientes para cubrir prácticamente toda su demanda energética.
Por eso, el aumento de los precios del petróleo ha afectado a Iberoamérica con mayor severidad que a cualquier otra zona del mundo. Dependemos del petróleo y del gas en un 80 % para obtener nuestra energía. Frente a la situación económica, energética y social, debemos proteger a nuestras sociedades del flagelo mundial del narcotráfico.
El autor es periodista y analista internacional.
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