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Salinas Pliego: la cuenta del poder y la impunidad
Por Antar Moisés N.
Una reciente sentencia de la Corte obliga al magnate a cargo de Totalplay a liquidar 580 millones de dólares a un grupo de inversionistas de origen extranjero.
El Tribunal Federal de Justicia Administrativa ha sentado un precedente, por vez primera en muchas décadas, uno de los hombres más influyentes en el país se enfrenta a la posibilidad real de rendir cuentas y saldar el monto adeudado que ha sido señalado por el SAT y que ha generado serios roces entre el actual presidente, López Obrador, y ahora Claudia Sheinbaum con el dueño de Tv Azteca y ADN Noticias.
Durante años, Ricardo Salinas Pliego ha cultivado una imagen de empresario audaz e imponente, profiriendo palabras enérgicas contra quienes se atreven a contradecirle, utilizando la plataforma de la televisión y los medios afines a su emporio para retar al gobierno, a los burócratas y a otros medios. Pero las instancias judiciales ya no se dejan amedrentar por los discursos lanzados en redes sociales o las fortunas aireadas en televisión; le han recordado, con este renovado Poder Judicial, que sus ataques y su talante agresivo no impedirán que se haga justicia.
La resolución que le impone el pago de 580 millones de dólares a inversores foráneos no es solo un revés financiero, sino un duro golpe de carácter simbólico a aquella élite que se creía inmune.
A lo largo del tiempo, el propietario de TV Azteca ha acumulado disputas con el SAT, reclamaciones internacionales y acusaciones por prácticas empresariales sujetas a debate.
Se ha disuelto esa narrativa de presentarse a sí mismo como una víctima del Estado.
Es importante recordar que su vasta riqueza fue cimentada gracias a las concesiones y ventajas que el propio Estado le otorgó, y aunque él no lo reconozca, aquellos que lo respaldaron lo han manifestado en diversas ocasiones, incluyendo a Raúl Salinas, hermano de Carlos Salinas de Gortari.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha mantenido firme un principio desde el inicio de su gestión: en México, los intocables han desaparecido.
Su compromiso con una justicia fiscal equitativa no solo implica que las clases menos pudientes dejen de sobrellevar la carga del sistema, sino que los niveles más altos de la riqueza, los verdaderamente poderosos, abonen lo que les corresponde, sin gozar de los privilegios que eran costumbre en las épocas del PRI y el PAN.
El caso de Salinas Pliego representa la prueba de fuego para esa promesa; se han confrontado en múltiples ocasiones a través de las redes sociales y X, el antiguo Twitter.
La 4T tiene ante sí una ocasión trascendental: demostrar que la justicia no está sujeta a negociación, que no existen cartas blancas para los magnates ni perdones camuflados bajo la forma de acuerdos. Si Sheinbaum sostiene la línea con firmeza, afianzará la credibilidad de un gobierno que se autodenomina transformador y resuelto a aplicar la cero impunidad. Si, por el contrario, cede a la presión, confirmará que el Poder y el dinero siguen siendo la divisa dominante en el país, si bien percibo en la presidenta una persona que no se dejará intimidar y menos aún aceptará pactos que perjudiquen al pueblo de México.
Por ahora, el mensaje es inequívoco: la impunidad de cuello blanco ya no puede ejercerse con ostentación sin encarar consecuencias. Y aunque Salinas Pliego aún insiste en generar más espectáculo, es evidente que los desplantes hacia el gobierno ya no surten el mismo efecto que en el pasado, cuando su presión a través de su cadena televisiva era ley. Hoy, lo que está en juego no es su ego, sino la fiabilidad de México y las promesas que acompañaron la llegada de la Cuarta Transformación. Como dijo en su momento López Obrador: ya no existen los privilegiados.
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