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Gisèle Pelicot, ya convertida en un símbolo del feminismo a nivel mundial, volvió al juzgado de Nîmes entre ovaciones y estrechó la mano de varios simpatizantes que se acercaron para expresarle su apoyo. En los pancartas se leía “Basta de violaciones”.
Con una chaqueta rosa y sin pronunciar declaraciones, la anciana de 72 años se adelantó acompañada por su hijo Florian, mientras el imputado subía discretamente los escalones del tribunal, oculto bajo una gorra, una mascarilla y gafas, según constató un reportero de AFPTV.
“Estoy aquí porque jamás quise agredir a esta dama a quien respeto. Le tengo todo el respeto”, aseguró Husamettin Dogan, apoyándose en un bastón por problemas de salud.
El caso conmocionó al mundo. En diciembre, el tribunal de Aviñón condenó al exmarido de Gisèle, Dominique Pelicot, a la pena máxima de 20 años de prisión por administrarle ansiolíticos entre 2011 y 2020 para someterla a la droga y violarla con desconocidos.
También se dictaron condenas a 50 hombres, entre 3 y 15 años de cárcel. De los 17 que inicialmente apelaron, solo uno mantuvo su recurso y sigue en libertad.
Otro exobrero de la construcción, de 44 años, que había sido sentenciado a 9 años en diciembre, ahora enfrenta un posible cargo de 20 años por violación bajo una fuerte presión judicial.
A diferencia del primer proceso, este juicio cuenta con un único acusado en el estrado, genera gran interés social y ha atraído a más de 100 periodistas internacionales.
Un colectivo feminista se reunió para darle la “bienvenida” antes del inicio de la audiencia y se anunciaron nuevas movilizaciones frente al palacio de justicia de Nîmes, previstas para los próximos días; se espera que el procedimiento concluya el miércoles o jueves.
Pelico está presente para “cerrar definitivamente” esta etapa, aunque su abogado, Antoine Camus, comentó que ella habría preferido mantenerse al margen para concentrarse en su nueva vida.
“Sí, son verdaderas violaciones”, repitió la víctima.
Los hechos juzgados ocurrieron la noche del 28 de junio de 2019 en la residencia de los Pelicot, en Mazan.
Según el acusado, Dominique, a quien había conocido por internet, lo manipuló. El exmarido alegó que su esposa había consentido y fingía estar dormida, versión que la propia Gisèle niega rotundamente.
Esa noche, el hombre percibió algo extraño cuando escuchó los ronquidos de la mujer; asegura que abandonó el lugar rápidamente y que no había necesidad de alertar a la autoridad.
El exmarido comparecerá como testigo el martes; su abogada, Béatrice Zavarro, mantuvo la postura del primer juicio: “Soy un violador y todos los hombres presentes aquí también”.
La víctima no entiende esa “negación persistente”, especialmente cuando existen pruebas en vídeo, según Camus. “Ella necesita que la justicia le confirme: ‘Todas las violaciones que hemos visto, sí, son realmente violaciones’”.
Al rechazar un juicio a puerta cerrada en Aviñón para que “la vergüenza cambie de lado”, Gisèle Pelicot, reconocible por su corto cabello pelirrojo y sus gafas de sol, se volvió un ícono del feminismo y su imagen dio la vuelta al planeta.
Este proceso, que ha traspasado las fronteras de Francia, ha generado intensos debates sobre la violencia sexual, el consentimiento, la sumisión química y la propia definición jurídica de la violación.
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