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Para ti, mi gente, siempre cantaré / Te daré mi AZÚCAR, caramba, y sobreviviré… Así nos entonaba la más internacional de las artistas cubanas, y ¡vaya si ha perdurado! La soberana de la salsa, Celia Cruz (1925 – 2003), conmemoró el centenario de su natalicio este pasado 21 de octubre.
La intérprete, que nos dejó un 16 de julio de 2003, continúa en lo más alto del afecto de sus admiradores, quienes ahora le tributamos homenajes, traspasando fronteras…
“Doy gracias a Dios por este regalo. Él me dio el don de la voz y yo te lo he brindado con placer. Rompiendo obstáculos voy sobreviviendo. Cruzando límites voy sobreviviendo”.
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Como una especie de vaticinio, así nos cantó la inmensa Celia Cruz. Este fenómeno de artista, de mujer y de gran dama que fue, Celia Cruz permanece como una de las figuras más emblemáticas de la grandiosa música cubana e hispana en general. Con su inconfundible timbre de voz, tan potente como su vigorosa presencia escénica — y fuera de ella — , podemos atestiguar, llevó el son y la salsa a audiencias a las que, hasta ese momento, nunca habían llegado.
Han pasado 22 años desde su fallecimiento en 2003, y Celia Cruz, cuyo nombre de pila fue Úrsula Hilaria Celia de la Caridad Cruz Alfonso, sigue reinando en la memoria y el cariño de sus seguidores, que le rinden tributo ininterrumpidamente, más allá de los océanos.
Esa cubana, una mujer formidable, de origen humilde, con una personalidad vibrante y una voz robusta, traspasó fronteras como la auténtica “reina de la salsa”, aunque sobresalió también en otros géneros, dejando un legado vasto que perdura, atrayendo a las nuevas generaciones.
“El trabajo es lo que me impulsa”, solía responder esta artista de energía contagiosa cuando le consultaban si pensaba retirarse, tras haber iniciado su trayectoria en su país de origen en la década de 1940 con la Sonora Matancera.
Fue en esta ciudad donde Celia se consolidó como la reina del azúcar, con su silueta inconfundible marcada por pelucas de mil colores, tacones de vértigo nunca antes vistos, una dosis generosa de maquillaje y trajes espectaculares, todo ello confeccionado por su estilista Ruth Sánchez.
La Guarachera de Cuba, como se la denominaba con orgullo, no solo triunfó gracias a su potente voz, su vitalidad inagotable en el escenario, que no decreció con los años, su calidez y su cercanía espontánea, sino que se mantuvo en la cima durante seis décadas de transformación, siendo respetada y adorada por públicos de todas las edades y latitudes, cantando en español en Estados Unidos, la nación que le abrió sus puertas como exiliada.
Un día, Celia Cruz irrumpió en el escenario al grito de “¡Azúcar!” y, desde ese instante, se convirtió en su distintiva forma de comunicar alegría y convocar a la gente al baile.















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