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“La vida es un carnaval”: la desgarradora historia de una de las canciones que elevó a la inmortalidad a Celia Cruz

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En lo personal, Celia la grabó pensando en los momentos que vivía Colombia".

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

El 16 de julio de 2003, Celia Cruz, la “reina de la salsa”, falleció a causa de un cáncer en Estados Unidos.

En aquel funesto día, el compositor Víctor Daniel se encontraba fuera de su país.

Estaba en Venezuela, y observaba con pesar las imágenes que se transmitían por televisión.

A las 9:53 de la mañana había explotado un coche bomba que devastó el edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), el principal núcleo de la comunidad judía en Buenos Aires.

Era el 18 de julio de 1994, y había ocurrido el peor atentado terrorista en la historia de Argentina: 85 personas perdieron la vida y cientos resultaron heridas.

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Este martes 21 de octubre se festeja el centenario del nacimiento de Celia Cruz, quien convirtió dicha canción en una especie de himno para Latinoamérica.

Aunque “la reina de la salsa” conquistó a múltiples generaciones con temas emblemáticos como “Burundanga” y “El Yerbero Moderno” de su etapa con la Sonora Matancera, muchos la recuerdan por éxitos más recientes como “La Negra Tiene Tumbao” y “Que le den candela”.

Y, por supuesto, por “La vida es un carnaval”, una composición de Víctor Daniel.

BBC Mundo conversó con él acerca de su obra y sus recuerdos de la legendaria artista cubana.

“Cuando sucedió el atentado de la AMIA, yo estaba en Venezuela y veía en la televisión a una mujer que lloraba y manifestaba que estaba sola, que había perdido a su familia, a su esposo, a su hijo”, relata el músico desde Miami.

“En ese instante, le hablé a la pantalla, le decía a la señora: ‘No debe llorar, señora, las penas se disipan cantando, ya verá que saldrá adelante, que Dios la acompaña’, le transmitía un mensaje a la pantalla hasta que le dije: la vida es un carnaval”.

“Fue entonces cuando me senté al piano y compuse la canción, inspirada en ese atentado de la AMIA”.

“La inspiración surgió de una tragedia, ahí fue el origen de ‘La vida es un carnaval'”.

Daniel buscaba transmitirle a esa mujer, que además representaba a tantas personas desoladas por la catástrofe, que no estaba sola, y así lo plasmó en una de las estrofas de la melodía:

Todo aquel que piense que está solo y que está mal

Tiene que saber que no es así

Que en la vida no hay nadie solo, siempre hay alguien

“Es una enorme satisfacción que en numerosos países sea reconocida como la obra latina más optimista por el mensaje que encierra su letra”, destaca el músico.

“Es una canción que habla de la esperanza, del amor, que todo el mundo debe saber que las tristezas se van cantando, que nadie está solo en este mundo”.

El autor menciona que en su pieza también consideró “lo que estaba ocurriendo en aquel momento en Colombia con las guerrillas”.

Aunque el compositor grabó la canción con la intención de lanzarla en Venezuela con una orquesta, optó por no hacerlo.

“Tomé la determinación de reservarla porque necesitaba otra voz, alguien con experiencia, que pudiera interpretar ese tipo de letra”.

Transcurrieron dos años y Daniel tuvo un encuentro con uno de los integrantes del equipo de Cruz.

“Me dijo: ‘maestro estoy precisando una obra singular para Celia’ y recordé esa canción que había compuesto y registrado en una maqueta muy cuidada”.

La compartió con ese productor y de ese modo llegó a las manos de la artista.

“Esa fue la etapa inicial de mi contacto con Celia. Me pareció una oportunidad maravillosa y un honor que Celia pudiera grabar mi obra”.

Y llegó el momento de conversar con la estrella.

“Celia se mostraba un poco renuente por las trompetas que yo había incluido al principio, las trompetas de 16 compases del gancho (hook) americano, que es conocido globalmente”.

“Ella me preguntaba: ‘Maestro, ¿qué voy a hacer yo con esa introducción?’ y yo le respondí: ‘Celia, usted puede bailar, cantar, decir ¡azúcar!, etcétera, pero las trompetas son inherentes a la canción y no deseo eliminarlas”.

“Mi alegría fue inmensa cuando me dice: ‘Maestro, nos vemos en el estudio’ y fue entonces cuando se grabó ‘La vida es un carnaval’ exactamente como yo la había concebido”.

“Me sentí muy complacido, pero también debo reconocer que al comienzo me decía: ‘Maestro, me está apartando de la guaracha’ y yo le explicaba: ‘Celia, hay muchos mercados nuevos que desean conocer más de su trabajo y me parece una excelente idea hacer esto juntos y lograr, si Dios lo permite, que la canción se dé a conocer”.

Para Daniel, escuchar a Cruz interpretando “La vida es un carnaval” fue como “tocar el cielo con las manos, me sentí muy honrado de que una leyenda grabara mi canción”.

Omer Pardillo, quien es el encargado de los bienes y el legado de Cruz, fue el mánager personal de la artista.

Rememora que cuando la canción llegó a Celia, “eran tiempos complicados en Latinoamérica, sobre todo en Colombia, que estaba atravesando momentos muy inestables”, comenta a BBC Mundo.

“Colombia era un país que ella visitaba con muchísima frecuencia y dijo: ‘Vaya, esta canción es ideal para Colombia’. En lo personal, Celia la grabó pensando en los momentos que vivía Colombia”.

“Manifestó: ‘Colombia, un país tan hermoso, requiere en estos instantes mucha fe, mucha felicidad’. Su motivo para grabarla fue Colombia”.

La canción se convirtió nada menos que en el disco de la Feria de Cali de 1998.

“La acogida de la canción por parte del público fue una auténtica locura”, recuerda Daniel.

En plena feria, un grupo de periodistas de diversos medios de comunicación se acercaron entusiasmados a la cantante y le hicieron varias preguntas sobre el tema, como se aprecia en una grabación del Noticiero 90 Minutos, de Colombia.

Además de expresar cuán “feliz” y “agradecida” estaba por la gran aceptación que había tenido entre los organizadores y los asistentes, dijo que no imaginó que tendría tanto éxito.

Para ella, el mensaje principal de la canción era que “la gente sea alegre, que exista sobre todo mucho amor dado que, en realidad, no nos amamos lo suficiente y que reflexionen que es verdad, que la vida es un carnaval, que no la desperdiciemos con conflictos, con sustancias, con desamor”.

Pardillo señala que la canción también contó con “la magia y los arreglos musicales de Isidro (Infante)”, el aclamado productor y músico puertorriqueño.

“Celia solía ir a Colombia dos o tres veces al año, pero tras ‘La vida es un carnaval’, llegamos a ir 19 veces solo en 1999”.

“Anoche estaba viendo unas grabaciones caseras de actuaciones y era increíble porque esa canción tiene algo en los acordes iniciales que te atrapa y no te suelta”.

Si bien para Pardillo resulta muy difícil precisar si había un tema que a Cruz le gustara interpretar más que otro, afirma que hubo tres canciones que “nunca dejó de cantar” desde que las grabó.

“‘Quimbara’, ‘Bemba Colorá’ y, en los últimos años de su vida, ‘La vida es un carnaval’, que se transformó en una especie de himno. Era una canción que debía cantar dos o tres veces en el mismo concierto porque el público se la solicitaba repetidamente”.

“Esas fueron las canciones que no pudo sacar de su repertorio. Generalmente cerraba con la ‘Bemba Colorá’, pero en los años finales fue ‘La vida es un carnaval'”.

Y no solo cautivó a la audiencia, sino también a la crítica especializada.

En 2021, la revista Rolling Stone actualizó su célebre listado de las “500 mejores canciones de todos los tiempos”.

Para dicha clasificación, la publicación estadounidense convocó a más de 250 artistas, intérpretes, productores, críticos y periodistas del sector.

En la posición 439 ubicaron a Cruz con “La vida es un carnaval”, que —indicó la revista— “se convirtió en un himno revitalizante para el público y marcó un impresionante acto final de su formidable trayectoria”.

Uno de los recuerdos más preciados que Daniel atesora es de una de las presentaciones de Cruz en el teatro Gran Rex de Buenos Aires.

“Esta noche les tengo dos sorpresas. Aquí está el maestro Víctor Daniel, artífice de ‘La vida es un carnaval'”, recuerda que la artista anunció a los asistentes.

“La gente comenzó a ovacionar, me hizo subir al escenario y dijo: ‘Pero la sorpresa más importante es que el maestro es argentino como ustedes’. Nadie podía creerlo, porque ella al presentar esta canción siempre decía que era más cubana que todas las cubanas”.

“Aunque no fuimos amigos íntimos, los momentos que compartimos fueron muy hermosos y de profunda admiración y respeto mutuo”.

El músico tampoco se imaginó el éxito que lograría su canción.

“Me faltan palabras para expresarte con exactitud lo que significa para un compositor que su obra sea tarareada en todos los rincones del planeta, es la meta máxima a la que uno puede aspirar”.

No solo le entusiasma que la canten en otros lenguajes, sino que la entonen aficionados en los estadios, reclusas que cumplen condenas perpetuas o niños en los centros educativos.

“Me produce una gran alegría dejar ese legado a las nuevas generaciones, algo por lo que, obviamente, le estoy profundamente agradecido a Celia”.

Miles y miles de personas salieron a las calles de Miami y de Nueva York para rendirle homenaje en un funeral que se prolongó durante varios días.

Su féretro fue trasladado en una carroza y llevado a la imponente catedral de San Patricio, en la Quinta Avenida de Manhattan.

Allí, desde el púlpito, el cantante puertorriqueño Víctor Manuelle le ofreció un homenaje muy emotivo, en el que le cantó a capela “La vida es un carnaval” y concluyó con una improvisación al mejor estilo de los soneros caribeños.

Pardillo comenzó a trabajar con Cruz a los 17 años y lo hizo “hasta el último día que estuvo con nosotros”.

A inicios de los años 90, había empezado una pasantía en la compañía discográfica RMM, que había fichado a Cruz.

Su vínculo laboral con la cantante se hizo más estrecho y cuando ella decidió desvincularse de ese sello, lo designó como su representante.

“Fuera de los escenarios, Celia era muy maternal, muy preocupada por sus amistades, por su entorno”.

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