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Existen relatos que conmueven profundamente el espíritu. Historias que duelen. Que agotan… El caso de Noemí Mejía es uno de ellos. Su cuerpo, de aspecto frágil, parece no soportar más sesiones de diálisis, si bien su deseo de vivir es más potente que la insuficiencia renal que la obliga a dormir conectada a un equipo médico. Ella anhela recuperar plenamente su bienestar.
La joven que hoy protagoniza esta narración cuenta con 20 años, pese a que su apariencia física recuerda a la de una adolescente de 12 o 13. Es comprensible. Desde pequeña, una afección renal se ha “apoderado” de su organismo. “Cuando tenía siete años, experimentó complicaciones con el cordón medular”. Este dato es proporcionado por su padre, Juan Carlos Mejía, durante una visita a LISTÍN DIARIO.
A lo largo de toda la conversación, se mostró muy afligido. Era palpable su frustración por no poder brindar a su hija la ayuda necesaria para superar su enfermedad. “Hemos agotado todos los recursos a nuestro alcance, pero somos personas de medios limitados y no ha sido sencillo asistirla como verdaderamente deseamos”. Sus palabras reflejaban su situación real. Llegó a este medio sudoroso y visiblemente fatigado.
Aunque posee un vehículo que emplea como taxi, tuvo que caminar una considerable distancia y tomar un carro de servicio público, dado que el suyo está averiado. Es chofer de autobuses, pero se encuentra de baja a causa de un accidente y, mientras se recupera para poder retomar la conducción de vehículos pesados, trabaja temporalmente como taxista. Fue precisamente así como conoció a Orlando, a quien le confió la situación de su hija.
“Marta, hace un tiempo viajé con un taxista, y al conversar con él, surgió el tema de su hija, una joven que padece graves problemas renales y la familia carece de los medios económicos para cubrir el tratamiento y todo lo necesario para su recuperación. ¿Crees que podríamos difundir su historia?”. La respuesta fue afirmativa, y fue su padre quien facilitó toda la información.
“A ella no le agrada mucho la exposición pública. No desea que la gente sienta lástima por ella. Intenta llevar una vida lo más normal posible y superarse, pero la enfermedad le restringe ciertas actividades”. Sus ojos se encargaron de “expresar” el dolor que siente al ver a su hija con tantas ansias de sanación.
Noemí reposa “en compañía”. Una máquina de diálisis es su aliada nocturna. Ella misma sabe cómo manejarla. Está consciente de que, después de Dios, este aparato es el que le permite seguir viva. “Ella ya se ha habituado a dormir conectada. Nosotros estamos atentos a su funcionamiento, porque si ocurre algún contratiempo, la máquina emite una alerta”. Se refiere a que tanto él como Yulisa Céspedes, la madre de la muchacha, también duermen bajo condiciones especiales.
“Afortunadamente, su madre es enfermera y tiene conocimientos en el área. Esto ha sido de gran ayuda, porque imagínese, no contamos con dinero para adquirir los medicamentos, y mucho menos para pagar a alguien que se encargue de esa vigilancia”. Esto simplifica también el seguimiento del estado de salud de la protagonista de este relato.
Como ocurre en numerosos casos de insuficiencia renal, Noemí requiere un trasplante de riñón. Su padre es compatible y está dispuesto a ser el donante. “No hemos podido hacerlo porque hace un tiempo tuve un accidente de tránsito y aún no me recupero del todo. Estoy en terapias, y el brazo todavía no está completamente bien”. Lleva un tiempo de licencia en la Omsa, donde trabaja como conductor de autobuses.
Esta familia, además de afrontar los gastos del tratamiento de Noemí, ha tenido que cubrir los de la salud de Juan Carlos. Ahora, para colmo, el trabajo de taxista que realiza para obtener ingresos adicionales y asegurar los medicamentos de su hija y una alimentación mínimamente adecuada, se ha visto interrumpido porque la transmisión de su coche se ha dañado, y no sabe cuándo podrá conseguir el dinero para repararlo.
“Soy un hombre trabajador, no me gusta inspirar compasión, pero uno hace cualquier cosa por el bienestar de sus hijos. Por eso estoy aquí hoy”. Lo expresa con esfuerzo este padre que, además de preocuparse por su hija, respeta sus decisiones. Lo dejó claro cuando se le mencionó el tema de las fotografías para acompañar el artículo. “A ella no le gusta. Veremos cómo lo resolvemos”. La sugerencia fue no mostrar su rostro y, por ese motivo, así ha sido publicado.
Escuchar a un padre destacar la fortaleza de su hija es algo maravilloso. Juan Carlos Mejía lo hace. Como progenitor de Noemí, la joven en torno a la cual gira esta historia, la ha visto crecer en medio de desafíos de salud, y es allí donde ha podido constatar la valentía de esta muchacha.
“Ella es muy lista, aprobaba todas sus asignaturas y siempre pasaba en la primera convocatoria. Terminó el bachillerato, pero no ha podido ingresar a la universidad debido a su condición médica”. La insuficiencia renal crónica que padece le impide asumir la responsabilidad de una carrera universitaria. No obstante, no cesa en su afán de aprender. De manera virtual ha realizado y sigue tomando cursos de Informática. No ha avanzado más porque no dispone de un ordenador.
Noemí es una joven muy correcta. Intenta seguir “al pie de la letra” tanto sus compromisos académicos como su vida diaria. “Le gusta mucho corregir. Si ve a alguien haciendo algo indebido, le llama la atención”. Lo practica con sus hermanos y con todas las personas de confianza. Quizás esta sea una manera de mitigar los efectos de una enfermedad que avanza sin cesar.
Pero la joven, que a sus 20 años aún conserva la apariencia de una niña, no permite que su condición limite su espíritu de lucha. Junto a su optimismo en que pronto recibirá el trasplante, mantiene una fe robusta. “Ella es cristiana. La iglesia es prácticamente el único lugar que visita. No le gusta mucho salir”. Al compartir este detalle, Juan Carlos muestra tranquilidad, sabiendo que buscar a Dios es el mejor camino para obtener respuestas a sus oraciones.
“Lo que también debo admitir es que, a pesar de su fe y de ser una muchacha fuerte, hay días en que se deprime, y es lógico. No es fácil pasar por esto durante tanto tiempo. Son casi cinco años durmiendo conectada a una máquina”. A él le sucede algo similar. Su rostro evidencia que su ánimo también decae. “A ningún padre le agrada ver sufrir a un hijo”. Comentó esto cuando se le preguntó acerca de sus propias emociones.
Al sentirse ya más recuperado de las secuelas del accidente, Juan Carlos está haciendo los preparativos para retomar todo lo relacionado con el proceso previo al trasplante. “Ya estoy en ello. Es un procedimiento minucioso que ya había iniciado antes del accidente, pero, los designios de Dios son perfectos y nos acogemos a Su voluntad”. Está decidido a salvar a Noemí.
A pesar de su disposición y entrega para que su hija recupere la salud, hay una información que le inquieta. “Resulta que uno de los médicos me advirtió que, al estar los riñones tan deteriorados, podría haber una reacción adversa y el trasplante podría no ser exitoso. Por eso él sugiere que se realice con un riñón de paciente cadavérico, por si acaso hay que intentarlo de nuevo”. Al hacer esta acotación, la tristeza lo embargó de inmediato.
Incluso con las posibilidades de que el procedimiento no funcione siendo él el donante, no piensa quedarse de brazos cruzados. Juan Carlos persiste en los trámites para ser el donante de su hija mayor. Todo esto implica gastos, y esto también le preocupa, ya que actualmente no dispone de los recursos económicos para llevar a cabo esta planificación. Pero eso no lo detiene. Acudir a LISTÍN DIARIO para hablar de este asunto es una prueba de hasta dónde está dispuesto a llegar para salvar a la protagonista de esta historia.
Senasa y Macrotech son dos nombres que resaltan en este relato. La primera le proporciona los insumos para la diálisis, y la otra se encarga de distribuirlos y de prestar la máquina que acompaña a Noemí todas las noches. “Todo lo demás lo tenemos que conseguir nosotros. Son cerca de 15,000 pesos mensuales que debemos tener disponibles, sin falta, para comprar el tratamiento. Esto sin incluir lo que gastamos en su alimentación, que no es la que realmente debería tener, pero procuramos darle lo mejor posible”. Es un hombre que se muestra desesperado por la vida de su hija. Usted puede contribuir a que esta familia recupere la tranquilidad a través de la salud de Noemí.














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