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Apreciado y amable lector, es casi seguro que al ver ese título usted haya supuesto que reflexionaríamos una vez más sobre asociaciones improbables, porque solo de esa forma podrían vincularse las bananas con la felicidad. Me apresuro a desmentirlo y a indicarle que, aunque parezca increíble, las bananas (incluyendo plátanos, guineos y otras variedades) tienen una relación indirecta con el bienestar y la alegría.
El cuerpo de cada uno de nosotros es una máquina asombrosa, y a este respecto, existe un libro muy apreciado titulado precisamente: “El inventor de la máquina prodigiosa”, escrito por Laurent Fielder.
El relato se sitúa en la Alemania de 1714, donde Landgrave de Hesse, un viudo sumido en el dolor, ordena la construcción de un mausoleo en memoria de su esposa fallecida y contrata a un ingeniero brillante, aunque poco conocido, llamado Elias Bessler. Para llevar a cabo su encargo, Bessler construye varias máquinas curiosas, destacando una cuyo sistema parece generar un movimiento perpetuo y liberar una energía inagotable. Y ahí lo dejaremos para evitar que nuestra narración se vuelva tediosa.
Pero insistimos en que nuestro cuerpo es una máquina formidable, que nos defiende, en particular, de ataques internos inesperados y que, además, lucha silenciosamente por nuestra felicidad, incluso en el caso de aquellas personas más exigentes o malhumoradas.
Así, por ejemplo, tenemos los glóbulos blancos, llamados metafóricamente los “guardianes de nuestro organismo”. Esta “policía”, a diferencia de casi todas las del mundo, no es ostentosa ni ruidosa, como suelen ser al encender las luces de emergencia y poner las sirenas a todo volumen cuando se dirigen a una emergencia en un lugar X, haciéndolo así para que los demás conductores les faciliten el paso.
En el caso de los glóbulos blancos, acuden de forma sigilosa y están conscientes de que muchos perecerán en el cumplimiento de su misión. Recorren rápidamente el torrente sanguíneo y “sin cruzar palabras, entran de inmediato en combate” contra los microorganismos invasores y nocivos.
Y es digno de admiración que, al igual que nuestra policía regular, estos también poseen grupos especializados, como por ejemplo el conocido SWAT = Special Weapons and Tactics (Armas y Tácticas Especiales). En estas funciones actuarían los glóbulos blancos llamados Fagocitos (Neutrófilos), que toman rápidamente posiciones “estratégicas” y atacan sin piedad con sus “francotiradores” a los criminales, es decir, las bacterias. Otro grupo de defensores de primera línea son los linfocitos. Tienen una doble función: son cibernéticos y combatientes feroces y audaces. Aplican velozmente, y desde la antigüedad, lo que modernamente se conoce con las siglas TRF = Tecnología de Reconocimiento Facial de los agresores, para evitar lo que hicieron muchas veces los norteamericanos en Vietnam y otros lugares, lo que se denomina: “Muertes por fuego amigo”. Esto ocurría especialmente con sus aviones de combate bombardeando a sus propios soldados debido a coordenadas erróneas. Esto no sucede con los linfocitos, pues para evitar tan lamentables errores, se subdividen en dos grupos. El grupo B, utilizando una especie de láser, se acerca a los “invasores” y logra “marcarlos”, para que entonces el otro grupo especializado en combate (los linfocitos T) ataque con sus “armas largas” a los invasores (bacterias, virus, toxinas, etc.), evitando así que ocurra la infección, o si ya está establecida, impidiendo su propagación.
En muchas ocasiones, a pesar de toda la “tecnología” y las “armas pesadas” utilizadas por los glóbulos blancos que llegaron primero, estos se ven superados en el “combate” al estar los invasores mejor armados y en mayor número. Por ello, recurriendo de nuevo a la tecnología, emiten una llamada de auxilio en “lenguaje codificado”. Y entonces acuden muchísimos más glóbulos blancos, lo cual se evidencia al realizarse un simple hemograma, y esto indica que existe una infección, aunque en ese momento se desconozca su localización. Por favor, no olvide: un número elevado de glóbulos blancos = infección.
Es crucial recordar que los glóbulos blancos “sabían” que muchos morirían en su misión defensiva; sin embargo, siempre continuarán haciéndolo sin queja, de forma similar a cuando las fuerzas aliadas realizaron el desembarco en Normandía el 6 de junio de 1944, a través de cinco playas denominadas: Utah, Omaha, Gold, Juno, Sword. En la playa Omaha, las tropas estadounidenses sufrieron enormes bajas, pero no retrocedieron, poniendo en práctica la expresión: “Se hace… lo que se tiene que hacer”. No existe una fuente segura a quien atribuirla, aunque se acepta que se relaciona con la Ética Confuciana. En esencia, el mensaje es que debemos actuar incluso cuando no sea claramente lo que deseamos hacer.
Nuestro amado maestro Jesucristo utilizó una parábola que, en esencia, transmite el mismo mensaje. Lo hizo explicando el deber de los siervos, y concluyó esa parábola con la siguiente frase: “De igual modo ustedes, cuando hayan hecho todo lo que les mandaron, digan: No somos más que unos pobres siervos; solo hemos hecho lo que tenemos que hacer”. (Lucas 17:10. Versión de la Biblia de Jerusalén Latinoamericana).
Deseo pedirle que utilice su mente imaginativa y piense en el inmenso estrés de esos soldados al desembarcar en esas playas, sabiendo que muchos fallecerían. Sin embargo, dudo que lo haga, ya que en el libro titulado “El Principito”, de Antoine de Saint-Exupéry, se dice lo siguiente: “A las personas mayores les encantan las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, jamás os preguntan sobre lo esencial; jamás dicen: ¿cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas? En cambio, os preguntan: ¿qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre? Solo entonces creen conocerle. Si decís a las personas mayores: ‘He visto una hermosa casa de ladrillos rojos con geranios en las ventanas y palomas en el techo’, no acertarán a imaginarse la casa. Es necesario decirles: He visto una casa de cien mil francos. Entonces exclamarán: ‘¡Qué hermosa es!'”.
Así que a usted no le pediré que imagine el estrés de esos combatientes y, como el Principito, solo le diré que en ambos bandos murieron y resultaron mutilados miles de soldados.
Respecto a las bananas, le aclaro que no es que por sí mismas produzcan felicidad, sino que de una manera muy hábil, similar en cierto modo a la labor que ya conocemos que realizan los glóbulos blancos, las bananas, a través de sus nutrientes como la B6 y el triptófano, actuando indirectamente en nuestro organismo, ayudan a que se produzcan y se liberen neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, los cuales se sabe que están ligados al estado de ánimo, y que, a su vez, actúan para que también entren en acción las endorfinas.
Como usted sabe, este es un espacio limitado y este artículo no es exclusivo para médicos, sino para cualquiera que sienta la curiosidad de leerlo. Por lo tanto, le diremos de forma resumida lo siguiente: por favor, imagine que su organismo es un vehículo hermoso y nuevo, como los que suelen financiar nuestros bancos para dinamizar la economía. Sin embargo, por más atractivos y llamativos que luzcan esos vehículos, no podrán ponerse en marcha a menos que reciban los diferentes derivados del petróleo, y en el caso de los eléctricos, necesitan que su potente batería esté suficientemente cargada. Entonces, metafóricamente hablando, eso mismo es lo que hacen los plátanos en nuestro organismo: activar para que entren en funcionamiento las sustancias que ya conocemos. De estas diremos lo siguiente:
1. La dopamina nos estimula a realizar actividades placenteras y, por ser tan agradables, a motivarnos a repetirlas, como, por ejemplo, las relaciones sexuales y también comidas y postres deliciosos.
2. Serotonina: Esta nos ayuda a estar en calma y con una sensación de satisfacción personal, y nos anima a tener planes de bienestar a largo plazo.
3. Endorfinas: Suelen actuar como analgésicos naturales tanto para los dolores físicos como contra los dolores emocionales (penas). Y pueden llegar a producir una sensación tan placentera que, en algunos casos, podría alcanzar la categoría de euforia.
Los plátanos, en especial el guineo, usados como té, está comprobado que inducen un sueño reparador y son de las pocas cosas en psiquiatría en las que coincidimos con los generalmente despistados especialistas norteamericanos, porque no saben prácticamente nada de psicopatología ni de psicoanálisis.
Conclusión: Lo ideal sería que usted coma dos guineos al día, uno por la mañana y otro entre las siete y las ocho de la noche. Pero es muy probable que usted no lo haga, porque eso no es glamuroso ni le permite presumir, así que estoy seguro de que usted hará uso de las cifras como dice El Principito. Y como los plátanos son comunes y económicos, usted preferirá llamar a sus “amiguis” y decirles más o menos lo siguiente: Estoy usando un antidepresivo de un laboratorio francés que me cuesta veinte mil pesos mensuales, y un ansiolítico de un laboratorio alemán que me cuesta diez mil pesos, y un hipnótico, medicamento para el insomnio, que me cuesta siete mil pesos.
Así que solo le diremos lo siguiente: “Vanidad de vanidades, dijo el predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad”. (Eclesiastés 1:2).















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