Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
Jorge se reía, contagiado de alegría. En su mundo, había dejado atrás un país en vías de desarrollo para inmiscuirse en la magia de la urbe más célebre del planeta. Ante todo, había trocado su rutina diaria de varillas, cemento, bloques, su entrañable ‘palita’ y todo un grupo de obreros, por la visión de las construcciones finalizadas de esa ‘Gran Manzana’ que tanta gente conoce y que otros anhelan visitar.
Generalmente, cuando alguien viaja por primera vez a Estados Unidos, específicamente a Nueva York y sus inmediaciones, sus recorridos se centran en ir de casa en casa para saludar a esos seres queridos a los que no ha abrazado en mucho tiempo.
Jorge optó por un camino diferente. A sus 60 y tantos, se dispuso a descubrir la gran metrópolis. Aparentemente, en su equipaje también llevaba consigo la seria advertencia de su hermano Miguel: “¡Ni se te ocurra ir a visitar altares!”. ¡Dicho y hecho! Todas sus fotografías lo mostraban junto a monumentos, en parques y en atracciones turísticas tanto de la ‘Gran Manzana’ como de los estados vecinos. Su sonrisa, discreta, pero auténtica, era su mejor compañera. Su vestimenta, moderna y variada en cada instante capturado, tampoco pasó desapercibida.
Aunque era Jorge quien estaba viviendo una experiencia en aquella ciudad de ensueño, toda su familia se sentía partícipe de su aventura. Era motivo de gozo ver su contento a través de los grupos de WhatsApp. Una imagen superaba a la otra. Esa alegría desbordante resultaba intensamente contagiosa.
Desde nuestra óptica, podíamos constatar el bienestar que le generaba estar en ese sitio idílico, donde no solo experimentaba la satisfacción de conocer cosas maravillosas, sino también de compartir con una de las personas más importantes de su vida. Hacía mucho que no compartía un momento así con ese ser que también se notaba vivir plenamente en aquella fabulosa ciudad.
Jorge sonreía complacido. En su realidad, había cambiado un país tercermundista por la vivencia de la ciudad más famosa del mundo. Principalmente, había sustituido su día a día de varillas, hormigón, ladrillos, su inseparable ‘palita’ y una multitud de obreros, por contemplar las obras culminadas de esa ‘Gran Manzana’ tan reconocida y tan soñada.
Estas han sido sus únicas vacaciones en toda su existencia. Él pertenece a ese tipo de personas que encuentran su plenitud en el trabajo y que atesoran en su hogar un remanso donde una buena serie, un café recién hecho, una comida sabrosa o una partida de dominó compensan cualquier esfuerzo.
Tras la vuelta de Jorge, luego de tres semanas de periplo, todo ha vuelto a su cauce. En aquella urbe maravillosa quedaron grabados momentos vividos, metas alcanzadas, abrazos saldados y una gran lección sobre lo valioso que es aventurarse fuera de la zona de confort para explorar las maravillas que el mundo nos ofrece.
Ahora, con las energías renovadas por el mejor combustible –la felicidad–, ha retomado su rutina. Eso sí, con la certeza de que de ahora en adelante tiene ‘pasaporte libre’ para regresar a ese lugar espectacular que le permitió enfocar la vida desde otra perspectiva, y a nosotros, nos brindó la oportunidad de verlo a él y a quienes residen “al otro lado del mar” con la esperanza de que sí es posible reencontrarnos, reír y disfrutar, pero sobre todo, de conocer los encantos de la ciudad que nunca duerme, sin la necesidad de visitar altares. Esto último fue, sin duda, lo que hizo que Jorge se sintiera en una ciudad realmente fabulosa.
Agregar Comentario