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La revelación aparece en su cuarto disco, “Lux”, disponible desde este viernes.
A lo largo de su corta trayectoria musical, Rosalía nunca ha encontrado una regla que no pudiera quebrantar.
Nacida en Barcelona, la vocalista ha dedicado los últimos siete años a innovar a un ritmo que hace ver a sus pares contemporáneos como si fueran cómicamente pálidos en comparación.
El disco que catapultó su carrera, “El mal querer” (producido como su proyecto de fin de carrera en 2018), tomó los cimientos del flamenco y los fusionó con ritmos pegadizos de R&B (Rhythm and blues).
El posterior, “Motomami” en 2022, fue un éxito pop espectacularmente vanguardista, entretejiendo géneros latinos como la cumbia y el reguetón con los ritmos secos del hip-hop y sus melodías juguetonas y fluidas.
Con letras que tratan temas como la fama, el erotismo y el autoconocimiento, “Motomami” lideró la lista de álbumes globales de Spotify, se alzó con el premio al álbum del año en los Grammy Latinos y se coronó como el disco mejor valorado de 2022 en Metacritic, incluso superando a la aclamada obra “Renaissance” de Beyoncé.
Tras concluir la gira de su aclamado álbum hace tres años, los seguidores de Rosalía se quedaron expectantes sobre su próximo movimiento.
Esa respuesta se encuentra en su cuarta producción, “Lux”, que salió al mercado este viernes.
En lugar de seguir las sendas de sus trabajos anteriores, “Lux” traza su propio y singular rumbo; utilizando la formación académica que Rosalía recibió en la destacada Escuela Superior de Música de Cataluña.
Grabado junto a la Orquesta Sinfónica de Londres, y con múltiples orquestaciones de la ganadora del Premio Pulitzer, Caroline Shaw, es una obra operística radical y disruptiva que no resuena con nada dentro del panorama pop.
El primer adelanto, “Berghain”, se inspira en el réquiem “Dies Irae” de Verdi, donde las cuerdas se tocan con instrumentos dentados y se acompaña de un coro en alemán que entona sobre la aprensión y el enojo, hasta que Björk interviene para dictaminar que “la única vía de salvación es mediante un acto divino”.
Otro tema sobresaliente, “Reliquia”, fragmenta y reestructura el audio de un cuarteto de cámara en patrones electrónicos irreconocibles mientras Rosalía acepta su tendencia a entregarse demasiado al amor, depositando la belleza en esa fragilidad.
“Toma un pedazo de mí/Guárdalo para cuando falte/Seré tu vestigio”.
Madonna, otra figura icónica del Pop y rompedora de moldes, ya ha manifestado su admiración, publicando un mensaje a Rosalía en Instagram, donde admitió: “¡No puedo dejar de escucharlo! ¡Eres una genuina luminaria!”.
Concebido a lo largo de tres años, “Lux” es una reflexión sobre una etapa de agitación emocional y personal para la vocalista de 33 años.
Durante ese periodo, Rosalía canceló su compromiso con el astro puertorriqueño del reguetón Rauw Alejandro, cambió a su mánager por Jonathan Dickins (el de Adele), y consiguió su primer rol protagónico en la serie dramática juvenil “Euphoria”.
Su ruptura con Alejandro parece haber impulsado las letras más mordaces del disco. “La perla” está dirigida a un hombre al que califica de “terrorista emocional” y “medalla de oro olímpica al más canalla”, con arreglos de vals vibrantes que ocultan el disfrute que encuentra en esta enumeración de agravios.
La catártica “Focu ‘Rani” (solo disponible en formato físico CD y vinilo) combina una melodía sombría con recortes vocales desordenados, reflejando la turbulencia de una novia que suspende su boda en el último momento.
En una entrevista con el diario francés Le Monde, explicó que la canción se inspiró en su homónima, Santa Rosalía de Palermo, quien dejó el altar para dedicarse a Dios.
“Me pareció una coincidencia muy curiosa”, comentó la estrella, si bien evadió dar más detalles, diciendo simplemente que era una “historia larga”.
Una búsqueda de plenitud espiritual impregna el resto de “Lux”, cuyo título en latín significa “luz”.
“Sauvignon Blanc” es una balada pulcra que contiene una promesa de introspección: “A mi Dios seguiré/Mis Jimmy Choo desecharé”; mientras que el estimulante y acelerado optimismo de “Divinize” la muestra, según sus propias palabras, investida de un propósito glorioso.
“Golpéame, me tragaré mi ego/Sé que fui creada para divinizar”.
Sin embargo, son los pasajes más reflexivos los que dejan sin aliento. La pista final, “Magnolias”, consiste en una delicada aceptación de la finitud: “Y lo que en vida no hice, lo hicisteis en mi deceso”.
Y la suave, tenue “La Yugular” es un reconocimiento de lo sagrado aquí en la Tierra que celebra nuestra conexión humana.
“Yo encajo en el mundo/Y el mundo cabe en mí/Yo ocupo el mundo/Y el mundo me ocupa a mí”, entona con asombro.
El tema concluye con una grabación de Patti Smith de 1976, instando a los artistas a desafiar las expectativas.
“Forzad el paso hacia el otro lado”, proclamó la legendaria figura del rock. “Cruzar una puerta no basta, un millón de puertas no es suficiente”.
Como algo que resume el ímpetu creativo de Rosalía, resulta casi demasiado perfecto.
Antes del lanzamiento del disco, la intérprete aconsejó a sus seguidores que escucharan “Lux” con auriculares en una habitación oscura, etiquetándolo como el contrapunto a las tendencias de TikTok y los clips virales.
“Cuanto más estamos en la era de la dopamina, más anhelo lo opuesto”, declaró al periódico The New York Times. “Sé que es mucho pedir, pero eso es lo que deseo”.
Quien acepte ese reto se encontrará con abundantes recompensas.
A pesar de la gran presencia orquestal, “Lux” es un álbum totalmente contemporáneo, con una producción de vanguardia y un acento de hip-hop que se filtra en la voz operística deslumbrante de Rosalía.
Una artista menos dotada podría haberse visto abrumada por la magnitud conceptual de la producción —cantando en 14 idiomas, a través de cuatro movimientos, inspirada en los textos místicos de la filósofa francesa Simone Weil— pero, de algún modo, logra sortear la trampa.
“Solo deseo disfrutar haciendo música”, reveló a Nick Grimshaw en BBC 6 Music, “y la única forma es intentar siempre abordarla de manera distinta. Uno busca los extremos. Desea las contraposiciones”.
“Es como un péndulo. En Motomami era inventar palabras. En Lux, es intentar ver cómo encuentro una forma de escribir letras que parezcan talladas en piedra”.
El resultado es un álbum osado pero accesible.
Apaga las luces, presta tu completa atención, y descubre a una de las artistas más únicas y originales de nuestra época.















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