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De todo su pasado esplendoroso solo queda un fragmento de calle con su designación. El amplio sector fue castillo, depósito de pólvora, oratorio, ermita, fortaleza, morada de gente acaudalada que edificó sobre lo que eran escombros con muros que resistieron el paso del tiempo.
Fue el escenario donde los criollos obtuvieron la victoria en 1655, durante el asalto de Penn y Venables, gracias a la habilidad del capitán Álvaro Garabito, de Damián del Castillo y otros valientes que enfrentaron la expedición inglesa.
Se conservan restos de muros, “evidencia de aquellas construcciones militares que ocuparon un lugar importante en la historia de Santo Domingo”.
Se trata del trayecto San Jerónimo, de apenas una manzana entre las avenidas Independencia y George Washington. Lo que fue el área y los sucesos acontecidos en el extenso territorio ha sido documentado por varios historiadores. María Ugarte es la más actualizada en sus narraciones, plasmadas en “Fortificaciones coloniales de Santo Domingo. Contribución a su estudio”, en 2011.
De tiempos anteriores son las obras de Bernardo Pichardo y Luis Alemar. En su “Diario histórico”, Gilbert Guillermin relata enfrentamientos en el Fuerte de San Jerónimo. El volumen, en francés, fue traducido por Cayetano Armando Rodríguez.
Al referirse al camino, María Ugarte anota: “La fortificación en sí abarcaba lo que hoy es el pavimento de la avenida (George Washington), justo en el punto donde finaliza una pequeña vía denominada San Jerónimo”.
Añade que del depósito de municiones de la avenida Independencia “solo sobrevivió al arrasamiento de los urbanizadores, un trozo diminuto de la acera protectora del monumento”.
En la calle “Doctor Piñeyro” existieron muros íntegros “en una vieja construcción colonial, situados a poca distancia del antiguo fuerte”, que al parecer desaparecieron.
“El fuerte recupera una relevancia significativa en los lances bélicos de la contienda dominico-francesa de 1808-1809, en la cual intervinieron los ingleses junto a las tropas criollas”, comenta.
Tanto Ugarte como Bernardo Pichardo resaltan el atractivo que poseía el Fuerte, especialmente para los jóvenes y “aficionados a la tradición histórica”.
El castillo
De acuerdo con Bernardo Pichardo en “Reliquias históricas de Santo Domingo”, “la edificación del Castillo se inició en 1628 bajo la administración del capitán General Don Gabriel Chávez Osorio, Caballero de la Orden de San Juan”.
“Los visitantes, recostados en sus piedras grisáceas, han extraído del lugar inspiraciones para sus lienzos, capturando la serena majestad del conjunto”, escribió.
Alemar lo describe como “un vigía glorioso en épocas pasadas”. Contaba con una capilla donde se ofrecían servicios religiosos con la concurrencia de toda la guarnición, funcionarios de la localidad y residentes cercanos. “Tenía una hermosa efigie del Apóstol Santiago, patrono de España. “Comenzó a deteriorarse tras el asalto de las tropas occidentales, conservándose hasta 1845 leves fragmentos de paredes”.
En el emplazamiento que ocupó, “o muy próximo a él, erigió después de 1910 otro templo de madera el próspero habitante italiano Ángelo Porcella”, señala Alemar. Atribuye la propiedad del Depósito de Pólvora de San Jerónimo, en un período posterior, al “destacado jurista y entusiasta de las indagaciones históricas, Julio Ortega Frier”.
Ugarte confirma que el polvorín, destruido a mediados del Siglo XX, fue propiedad de Ortega Frier, “quien lo restauró y adaptó como espacio de descanso y estudio”. Lo ubica en la avenida Independencia “en los terrenos que abarca la calle Elvira de Mendoza. Fue levantado en 1766 con capacidad para mil 200 quintales de pólvora”.
En lo tocante a Porcella, manifiesta que este adquirió predios en la calle “Doctor Piñeyro” y construyó en el siglo anterior con materiales modernos, una cochera, sin eliminar lo que se conservaba.
“En el huracán de San Zenón la residencia edificada por Porcella fue arrasada pero la cochera resistió parcialmente, quedando intactos los muros antiguos. El inmueble volvió a convertirse en ruinas hasta que en 1972 la familia Porcella reforzó las paredes coloniales y levantó sobre ellas, completándolas con hormigón, una pequeña casa de estilo colonial”, agregó.
El Fuerte fue objeto de reparaciones en diversas ocasiones y en la década del 30 se hallaba en óptimas condiciones, sin embargo, “al parecer, en ciertas dependencias se almacenaba pólvora o dinamita y el 4 de noviembre de 1937 una formidable detonación arrancó completamente la edificación”.
La vía.
Está rotulada “San Jerónimo”. Es probable que el vecindario le diera ese nombre, aunque la placa esté firmada por el Ayuntamiento del Distrito Nacional.















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