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Los complejos son posturas surgidas de vivencias, sobre todo durante la niñez y juventud. Estas dejan marcas que originan conductas equivocadas, impactando la esfera afectiva y sexual de la persona.
Tanto varones como mujeres poseemos inseguridades en el ámbito sexual, pero estas varían según el sexo. Su raíz se halla en datos imprecisos o erróneos sobre sexualidad, falta de confianza, el entorno social y familiar de crianza que pudo mermar el aprecio propio, los arquetipos de belleza perfectos mostrados por publicidad en ellas y la pornografía en ellos, los cuales imponen pautas sexuales completamente alejadas de lo verídico.
Tales inseguridades causan que individuos sanos no gocen de una vida sexual plena, manifestando trabas, pudor, reserva y aprensión al momento del acto íntimo.
Entre las preocupaciones femeninas más comunes figuran la medida de los pechos y los órganos sexuales externos, usualmente si son reducidos, el aspecto físico, el exceso de peso, la celulitis y estrías, el miedo a no satisfacer a la pareja, el estado de la vagina luego de los partos, y ser recatadas en el trato por temor a que el varón las juzgue mal si toman la iniciativa o demuestran mucho ardor.
En el varón, las inquietudes predominantes son: la longitud del miembro viril, el miedo a un desempeño deficiente en la cercanía, la frecuencia de los encuentros íntimos y la duración de la cópula antes de la eyaculación.
Para que la mujer supere estas inquietudes, debe entender que el hombre en la intimidad centra su interés en aquello que le atrae y enciende, dejando de lado las fallas. Es crucial que ella decida activar su ingenio erótico, percibir, comunicarse y mostrarse genuina.
El hombre necesita recordar que la dimensión del pene es menos relevante que su operatividad, y que debe deleitarse en el intercambio brindando y recibiendo gozo sin presiones.
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