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El arte de los olores desagradables: habla y gracia popular en República Dominicana

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Cuando alguien menciona "bajo a grajo" se entiende que el asunto se torna grave.

Cuando alguien menciona “bajo a grajo” se entiende que el asunto se torna grave. No hay que olvidar el muy conocido “chinchilín”, esa combinación potente de transpiración y otros efluvios corporales, muy común en la juventud durante el auge hormonal, donde hasta se empleaba el litargirio (óxido de plomo) para mitigar ese olor tan desagradable en las axilas.

En la República Dominicana, el mal olor no tiene distinción y posee su propia jerga popular, constituyendo una valiosa manifestación folclórica. Por ejemplo, ese aroma insufrible que desprenden los pies se denomina sicote, un término curioso que parece tener equivalentes en otros países: en Colombia, según me informan Joaquín Mostacilla y su esposa Paty Peña, le dicen pecueca, y en Cuba “peste a pata”.

Pero no piensen que el problema se limita a los pies, ya que el hedor axilar tiene sus propias denominaciones dignas de un relato de intriga, como grajo o machete, y para los colombianos simplemente es “chucha”.

Cuando alguien exclama “bajo a grajo” es que el tema se complica. Es imprescindible recordar el archiconocido chinchilín, esa mezcla fuerte de sudor y otros efluvios del cuerpo, particularmente frecuente en los adolescentes en plena explosión hormonal, llegando incluso al uso de litargirio (óxido de plomo) para neutralizar ese tufillo severo en las sobacos.

En el caso de la vestimenta, cuando lleva tiempo almacenada en un lugar húmedo y desprende mal olor, se dice “bajo a mocato”. Es interesante notar que “bajo” es una alteración popular de “vaho”, pero aquí se ha asentado para indicar inequívocamente que algo apesta.

Además, no podemos obviar otros vocablos como tufo, que puede abarcar desde un olor a licor o a níspero, hasta el notorio “bajo a boca”, que describe el aliento fétido sin rodeos (halitosis).

Y por supuesto, la expresión más destacada en este texto, que oí desde mi adolescencia, fue “verija”, esa zona del cuerpo que une el muslo con el abdomen; si percibes ropa usada y comentas “huele a verija ajena”, seguramente la gente se alejará rápidamente de ti.

No obstante, el olor a bacalao, que proviene de las partes íntimas femeninas por descuido en la higiene, nada tiene que ver con las feromonas naturales que cumplen un rol en la atracción biológica que irradia la mujer desde su cuerpo.

Todo este léxico forma parte del acervo lingüístico tradicional relacionado con los olores, que incluye un toque de humor y es un componente fundamental de la idiosincrasia dominicana; esa gracia para nombrar lo que nadie quiere reconocer, pero que todos conocemos bien.

Así que la próxima vez que alguien refiera que “hay un bajo por allí”, ¡prepárate para reír y taparte la nariz! Porque en República Dominicana y en ciertas regiones de Latinoamérica, hasta el aroma adverso viene con sabor y viveza.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

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