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La utilización masiva de información para el análisis, procesamiento y determinación de decisiones (macrodatos o *big data*) constituye una de las grandes transformaciones del siglo XXI. Numerosos expertos la equiparan al “nuevo oro negro” y la consideran un pilar fundamental de la economía actual y la toma resolutiva.
Se trata de un modo distinto de habitar, laborar y administrar, el cual genera vastas posibilidades, pero también repercusiones negativas y divergentes.
Actualmente, contamos con abundante evidencia sobre las profundas implicaciones del *big data*, tal como señala este reporte “Big data: el potencial de los datos”, emanado de la Fundación Bankinter.
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Conforme a este estudio, el *big data* asegura el perfeccionamiento de procesos, la innovación en ofertas y servicios por la mejor comprensión de las necesidades de los consumidores, la agilización de descubrimientos científicos o el avance hacia la excelencia formativa y el manejo del saber.
Javier Zamora, investigador del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa, en Barcelona, sostiene que “los datos son el nuevo petróleo económico”. “Hoy en día accedemos a más información de la que nuestros sistemas logran asimilar. Podemos emplear estos datos para optimizar nuestra toma de resoluciones, pero solo será efectiva si tenemos claro qué buscamos y separamos lo crucial de lo accesorio”, apunta el investigador.
En este sentido, Zamora ilustra que la información equivale a poder, mas únicamente si se sabe cómo utilizarla.
“En este momento, estamos inmersos en una nueva etapa, la del *big data*, la de la información que excede los datos transaccionales habituales manejados por las corporaciones. Cada jornada nos enfrentamos a un volumen ingente de datos provenientes de redes sociales y de aparatos, como el teléfono móvil, que también transmiten un caudal considerable de información”, comenta. Añade que esta info debe someterse a un tamizaje (clasificación) similar al del oro, pues si no se filtra y se transforma en datos con significado y que permitan resoluciones acertadas, carecerá de todo valor.
El valor de la información
Existen tres fuentes primordiales de *big data*. La primera se refiere a los datos tradicionales ya estructurados que las organizaciones poseen sobre sus clientes o que recogen en cada operación. En segundo lugar, encontramos múltiples datos no estructurados que abarcan desde la interacción de los clientes al navegar por una web, hasta los foros o el matiz y las percepciones expresadas en un correo electrónico, sin olvidar las opiniones en plataformas sociales sobre diversos bienes y servicios. La tercera fuente de datos proviene de los dispositivos, como el móvil, que facilitan mucha información relevante sobre el usuario, comenzando por su localización y siguiendo con las llamadas y transacciones efectuadas o las aplicaciones empleadas.
Peligros vinculados al *big data*
Analistas como Javier Zamora ya alertaban, hace cerca de diez años, sobre sus riesgos en ámbitos como la ciberseguridad, la menguante privacidad o el uso inadecuado de datos sensibles.
Yuval Noah Harari, una de las mentes más influyentes del siglo XXI, también nos previene sobre sus amenazas. Indica que “estamos iniciando un nuevo periodo colonial, la era del sometimiento por los datos”.
También señala que disfrutamos ya de una nueva contienda fría tecnológica, marcada por una “rivalidad armamentística digital” entre China y Estados Unidos. Empresas asiáticas como Alibaba, Tencent o Xiaomi frente a las occidentales como Apple, Amazon, Facebook, Google o Microsoft.
El documental The Social Dilemma (accesible en Netflix) expone, por otra parte, lo ya constatado en años recientes: cómo las redes sociales impactan significativamente en la formación de la opinión pública. Plantea escenarios donde a menudo hay demasiada exaltación y pareceres escasamente sustentados. Un entorno en el que resulta complicado distinguir las noticias falsas (*fake news*) de la información verificada y de calidad.
¿Perjudicial o beneficioso?
El tema es extremadamente complejo hasta para los expertos tecnológicos. Lo que sí es patente es que ha llegado para quedarse y debemos sacar partido de sus posibilidades y enfrentar sus impactos negativos. Hoy existen puntos de partida que podemos considerar alentadores: ya no se atienden solo sus ventajas, sino también sus riesgos, y hay un debate social creciente al respecto.















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