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Recorrer entre el diseño edilicio añejo, ver el sol rebotar en los vidrios de colores y las hojas adquirir tonos anaranjados, nos muestra el inicio del otoño en Duke University, en Carolina del Norte.
Estudiar en Estados Unidos me posibilita indagar asignaturas de mi profesión desde el arranque. No obstante, no todo es un relato idílico.
Aterrizar con un baúl de ilusiones es apenas el primer peldaño de este trayecto. Cada jornada, conforme avanzan las lecciones, la complejidad aumenta y el idioma inglés se vuelve más arduo.
Cada jornada es una nueva travesía. Así como las notas en el pentagrama, nuestras vivencias tienen altibajos, pero suenan bien en conjunto. En mis cursos de este cuatrimestre somos por lo menos 22 alumnos, lo que facilita la cercanía con el profesorado y un acompañamiento más individualizado.
En mi primera quincena se me ocurrió matricularme en la materia de redacción periodística, lección que estoy cursando con estudiantes foráneos. Cada miércoles, al ingresar al aula, disfruto de poder aprender lo que me apasiona y comprender el modo estadounidense de difundir las noticias.
Como expresa Fefita la Grande: “Vamos a hablar en inglés”. A pesar de esto, soy la única alumna en esta materia que aprendió el idioma como segunda lengua, lo que me exige hasta cuatro veces más tiempo para completar los deberes. Esta es la primera vez que asisto a clases completamente en esta lengua, por lo cual la lectura y la escritura suponen un reto constante.
“Ingresar a la institución universitaria es la parte más sencilla del proceso”, así me comentó mi colega Ángel Castillo cuando me orientó durante mi postulación a la beca. Como él ya estaba cursando, sabía que se complicaría a medida que los cursos avanzaran.
Como en las agrupaciones orquestales, hay un momento para cada cosa. Un día elaboras proyectos grupales y al siguiente tienes encomiendas individuales. Lo más valioso ha sido poder hallar compañeros con diferentes orígenes y puntos de vista. Esto nos permite desarrollarnos y recibir comentarios positivos. Cada uno con sus ideas coadyuva al progreso del otro.
Antes era mero observador de las vivencias de mis amistades, mientras que ahora, debo entregar mi mejor esfuerzo en cada práctica.
Se dice que las composiciones musicales no finalizan hasta que el director baja su batuta. Por ende, estaré ejercitando las melodías, ordenando las partituras y ajustando los acordes para ofrecer mi máximo desempeño en cada sesión.















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