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Cádiz (1973) Redactor y editor experto en tecnología. Escribiendo profesionalmente desde 2017 para medios de comunicación y blogs en español.
El legado digital post-mortem comienza a resonar fuertemente entre las nuevas empresas de IA que buscan trascender la simple galería de fotos o el habitual “vídeo para el futuro”. Su meta es preservar una versión activa de la persona ausente, empleando modelos entrenados con su voz, sus escritos, sus gestos y su modo de dialogar. Un tipo de avatar que no pretende suplantar a nadie, sino mantener una conexión sentimental y funcional con quienes permanecen.
Esta es una corriente que aún suscita controversia, pero que avanza rápidamente impulsada por los sistemas generativos actuales. Firmas en Estados Unidos, Reino Unido o Corea del Sur están desarrollando prototipos capaces de emular respuestas, recordar anécdotas y sostener charlas con sus seres queridos, todo fundamentado en la información recopilada durante la vida del individuo.
La noción no es novedosa, pero hasta hace poco carecía de la tecnología efectiva para implementarse. La evolución de los modelos de lenguaje posibilita que estos “gemelos digitales” asimilen patrones sociales, cómo se celebraba un aniversario, la manera de narrar un suceso o el tono empleado para el humor. Todo se nutre de mensajes, audios y vídeos aportados por la propia persona. Para muchas familias, esta herramienta se presenta como un apoyo anímico; para otras, como un modo de perpetuar una herencia con mayor riqueza de detalles que un álbum inerte.
Las corporaciones involucradas suelen solicitar un conjunto inicial de datos que incluye grabaciones vocales, transcripciones de conversaciones, emails o incluso videollamadas que capturan la expresividad. Con ese material, el sistema genera un avatar conversacional que, en teoría, se desarrolla con las interacciones. Ya existen servicios que permiten al allegado dialogar con ese “yo tecnológico” mediante aplicaciones móviles, asistentes de voz o incluso réplicas físicas con pantallas.
La expansión de esta tendencia plantea múltiples interrogantes. ¿Resulta ético replicar la identidad de un individuo una vez fallecido? ¿Qué pasaría si alguien manipula dicho avatar? ¿Podría convertirse en un sucedáneo emocional perjudicial? Entidades de protección de datos advierten que estos modelos pueden albergar información muy delicada, y que el consentimiento y la supervisión sobre dichos datos deberían ser rigurosos. Pese a ello, los proyectos continúan surgiendo con ambiciones crecientes.
Para algunas emergentes, esta tecnología no solo sirve a nivel emocional. También puede contribuir a gestionar asuntos prácticos como recordatorios familiares, transferencia de conocimientos o incluso gestiones digitales menores. Consideran un “muñeco postrero” capaz de orientar a los descendientes sobre claves, trámites o decisiones del día a día.
Aunque todavía es un concepto incipiente, todos los indicios señalan que la memoria digital heredada se consolidará como un mercado estable en los años venideros. La confluencia de IA generativa, clonación de voz y archivos personales inaugura un camino hacia un tipo de legado que no encaja en lo tradicional, pero que genera tanta curiosidad como incertidumbre. Un fenómeno que, estemos de acuerdo o no, ya ha comenzado a tomar forma.















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