Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
Jason Leedy y Alexandra Álvarez de Leedy
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Tras cada diálogo, transcripción o sugerencia adaptada de un asistente virtual automático, yace una base física y financiera que da sentido a la inteligencia artificial.
Muchos la imaginan como algo intangible, pero reside en entornos muy concretos: instalaciones de servidores, microprocesadores y redes mundiales, demandando ingentes cantidades de electricidad.
En la era industrial del siglo XVIII el poder se medía en factorías o minas; el de la IA, en infraestructura oculta: gigantescos centros de procesamiento, naves de almacenamiento y computadoras para la información global, entrenando los modelos que redactan textos, identifican rostros o crean imágenes.
Según Synergy Research Group (firma de análisis de mercado), hay más de 8,000 centros de datos distribuidos en más de 130 naciones, con Estados Unidos, China y Europa a la vanguardia, siendo los puntos centrales de una economía digital en rápida expansión.
En estas instalaciones se encuentran los chips (el motor de la nueva “extracción de conocimiento”). Empresas como NVIDIA, Advanced Micro Devices, Inc. (AMD) e Intel lideran la fabricación de semiconductores integrados a procesadores capaces de ejecutar billones de cálculos por segundo, fundamentales para el aprendizaje automático y las redes neuronales (algoritmos que imitan el cerebro humano en el manejo de datos). Estos componentes requieren un entorno conectado: la nube, un espacio dominado por Amazon Web Services, Microsoft Azure y Google Cloud, que acaparan más del 65 % de la cuota de mercado global y destinan miles de millones de dólares a incrementar su capacidad.
La expansión de la IA conlleva un coste energético considerable. La Agencia Internacional de Energía (IEA) proyecta que los centros de datos y las redes digitales podrían consumir el 8% de la electricidad mundial para 2030, estimulando la búsqueda de energías limpias y métodos de refrigeración eficientes.
La contienda inversora mundial generada por el auge de la IA superará los 250 mil millones de dólares en 2024, según el Stanford AI Index Report (informe anual del Instituto de Inteligencia Artificial), con potencial de duplicarse antes de 2030. Diane Coyle, catedrática de Políticas Públicas (Universidad de Cambridge), indica que los capitalistas de riesgo han “destinado 200,000 millones de dólares únicamente a la IA en 2025” (Project Syndicate, 21 de octubre de 2025).
Los gobiernos y las corporaciones ven en la IA un catalizador de crecimiento económico y de influencia clave en la geopolítica. EE. UU. y China se disputan la primacía en esta tecnología, mientras que la Unión Europea busca un equilibrio entre impulsar la innovación y establecer un marco ético regulatorio.
En Latinoamérica, Brasil, México, Chile y Colombia disponen de hojas de ruta nacionales para la IA. En República Dominicana, el interés florece en el ámbito educativo y en iniciativas público-privadas enfocadas en la digitalización y la formación de profesionales especializados. Se ha concretado un convenio entre NVidia y República Dominicana para que el Instituto Tecnológico de las Américas (ITLA) capacite a jóvenes en diversas áreas tecnológicas.
En la siguiente entrega analizaremos el impacto de esta transformación.















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