La nomofobia en la infancia trasciende ser solo una moda o un arranque digital; constituye una fisura discreta que se arraiga en los afectos, el enfoque, las conexiones sociales y la identidad de los infantes.
Identificarla es la etapa inicial para ofrecer un apoyo completo que ayude a armonizar los vínculos humanos con el uso tecnológico.
“La exposición visual y sonora que los menores reciben mediante el móvil impacta directamente su cerebro, dado que son impulsos veloces que les resulta imposible comprender, asimilar o guardar la información apropiadamente debido a la inmadurez cerebral.
Esa necesidad de gratificación instantánea está ligada a la producción de dopamina, el químico que provoca bienestar, y el manejo del celular eleva este químico, generando un efecto similar al placebo; por el contrario, al no usarlo, se modifican actitudes y comportamientos debido a la ausencia de esa recompensa inmediata”, detalla Anayeli Pérez, psicóloga clínica y experta en neuropsicología.
Momentos, visores, sentimientos: el aspecto oculto de estar conectados
Esa sensación de “no tener el móvil cerca”, además de una clara dependencia, conlleva repercusiones como problemas de ansiedad, mengua en la capacidad de enfocar, comportamientos inadecuados, despistes en el ámbito educativo o retraimiento. Hoy en día, todos estos factores están mermando la salud mental infantil, presentando retos renovados en cuanto a la educación y la interacción con la tecnología.
Las secuelas
Inquietud persistente, respuestas afectivas alteradas, problemas de atención y desempeño académico, reclusión digital, gestación de hábitos compulsivos.
Se aconseja que los mayores regulen su propia utilización de los dispositivos para predicar con la conducta.
Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.














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