La paradoja dominicana
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La paradoja dominicana

Cuando un país aplaude, pero no confía. Un presidente con alta popularidad gobierna una nación cansada, desconfiada y convencida de que lo peor está por venir. Esta brecha entre los gráficos ascendentes y una ciudadanía que mira hacia abajo. En esa brecha cada día más ancha se juega hoy el rumbo democrático. 

Por Pavel De Camps Vargas

SANTO DOMINGO — En República Dominicana está ocurriendo algo que no encaja con ninguna teoría clásica del poder: un presidente con más del 60% de aprobación lidera un país donde el 74% de la población cree que vamos directo al precipicio.

Los datos sonríen; la gente no.
El gobierno celebra; la ciudadanía suspira.
Las gráficas suben; el ánimo baja.

Es una contradicción tan profunda que ya no puede explicarse con campañas, discursos o estadísticas. Es un síntoma. Y en un país tan político, tan emocional y tan despierto como el nuestro, los síntomas nunca vienen solos.

Cuando los números no llegan a los colmados, ni a los barrios, ni al bolsillo

Desde la acera de los ciudadanos que vemos y analizamos lo que pasa en nuestra nación, podemos ver un gobierno presume —y con razón— de cifras históricas: crecimiento económico de primer nivel, recuperación de fondos desviados, avances en índices internacionales y una caída significativa de homicidios.

Pero cada vez que el mandatario se para frente al país con un cuadro lleno de flechas verdes, en los barrios se repite la misma pregunta:
“¿Y dónde es que se siente eso?”

Porque, aunque la macroeconomía esté en modo celebración, la microeconomía —la del supermercado, la de los apagones, la de la tarifa eléctrica, la del gas que sube sin explicaciones— está en modo sobrevivencia y la clase media al punto de la desesperación. 

Y en RD, la percepción pesa más que cualquier informe técnico.
La percepción —ese termómetro social que nunca falla— hoy marca fiebre alta.

La impunidad que se ve desde el WhatsApp y desde la frontera

La molestia nacional no proviene solo de los escándalos. Proviene de la sensación de que nunca pasa nada. Que no importa el caso, el monto, la denuncia o la grabación, siempre habrá una explicación, una suspensión temporal o una “investigación en curso” que morirá en el olvido y acusaciones que en el pasado es el culpable o fue mucho mayor.

Los dominicanos han visto desfilar casos en INABIE, Supérate, SeNaSa, Medio Ambiente, Paso Rápido, compras del Estado, programas sociales y más.
Y el patrón es siempre el mismo:

  • Se denuncia.
  • Se indigna la gente.
  • Se remueve a un funcionario.
  • El caso se apaga.

La calle tiene memoria.
La justicia, no tanto.

Así, ¿cómo pedirle a la ciudadanía que confíe?

El apagón que apagó algo más que la luz

En este mes de Noviembre de 2025 dejó marcado un antes y un después. El país entero quedó a oscuras, pero la verdadera oscuridad cayó sobre la credibilidad del gobierno.

La famosa “reserva fría” nunca apareció.
El Pacto Eléctrico sigue siendo un documento guardado en una gaveta.
Las promesas energéticas se quedaron en conferencias y PowerPoints.

Cuando los hospitales quedaron sin energía, cuando el metro se detuvo y cuando la gente sacó sus linternas del celular, se reveló una verdad incómoda:
los discursos no iluminan las calles.

Fue un apagón más político que técnico.
Y el dominicano lo sintió.

Un país sin oposición, pero con irritación

La oposición luce fraccionada, cansada y sin narrativa. El PLD arrastra su propio historial. La Fuerza del Pueblo tiene votos, sí, pero no ilusiona. Partidos pequeños y nuevos parecen que no están en política o en ideas ideológicas. Y ahora la sociedad civil, antes vibrante, hoy luce dispersa y que no se siente.

Ese vacío ha convertido el malestar ciudadano en un ruido de fondo constante.
Un ruido que no organiza marchas masivas, pero que hace hervir los grupos de WhatsApp diariamente y que ya no quieres leer o ver.
Un ruido que no tumba gobiernos, pero que desgasta reputaciones.
Un ruido que no propone soluciones viables, pero sí advierte o vive en módulo de crítica constante sin presentar soluciones.

El dominicano no está protestando en masa… pero tampoco está creyendo.

El pesimismo como identidad emergente

El dato que más debería preocupar al gobierno no es económico. Es emocional: el 73.97% está convencido de que el país va a empeorar y “Se quedará igual”: 18.99%, mientras “Va a mejorar”: 7.04%.

Ese pesimismo, instalado en las conversaciones del colmado, en las guaguas, en los encuentros familiares y hasta en las barberías, refleja algo más profundo que descontento político. Refleja un desgaste social.

La gente no espera milagros.
La gente no exige perfección.
La gente exige coherencia.

Y hoy, la coherencia está rota.

El punto de quiebre: o se corrige el rumbo, o se pierde la confianza

Como ciudadano veo que la República Dominicana se encuentra ante una decisión histórica: seguir celebrando indicadores que no conectan con la vida real o enfrentar la verdad incómoda que muchos en el poder prefieren ignorar.

La clave no es crecer más: es repartir mejor.
No es reducir homicidios: es generar seguridad.
No es anunciar planes anticorrupción: es someter corruptos.
No es inaugurar obras: es garantizar servicios que funcionen.

El presidente Abinader aún conserva un activo valioso: un nivel de respeto personal poco común en la región.

Pero ese capital se evapora rápido cuando la gente comienza a sentir que vive en un país que avanza en papeles y retrocede en la calle.

La República Dominicana puede ser un país modelo. ¡Claro que SI!
Tiene el talento, la energía, la creatividad y el impulso.
Pero para que eso se traduzca en bienestar real, se necesita algo más que aplausos internacionales.

Se necesita coraje político.
Se necesita justicia.
Se necesita escuchar el país que no sale en los informes.

Porque al final, los pueblos no se movilizan por estadísticas.
Se movilizan por cansancio… o por esperanza.
Y lo que hoy escasea no es el crecimiento:
es la esperanza.

 

Sobre el Autor

Pavel De Camps Vargas

Pavel De Camps Vargas

Analista de Redes Sociales | Especialista en Social Listening y Manejo de Crisis Digital | Consultor en IA y Verificación de Noticias | IT Manager.

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