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Para ser donante vivo de un riñón no se precisa una salud impecable, sino cumplir con parámetros fundamentales que garanticen que la intervención quirúrgica no afectará el bienestar de la persona.
Los especialistas indican que lo crucial es poseer una condición general satisfactoria, contar con al menos 18 años y estar dispuesto a someterse a un chequeo médico y psicológico exhaustivo. Incluso quienes padecen afecciones bien manejadas, como diabetes tipo 2 o presión arterial alta, pueden ser considerados aptos.
Una condición ineludible es superar un análisis pormenorizado que examina la función renal, el equilibrio emocional, los antecedentes clínicos y la capacidad del organismo para recuperarse sin imprevistos.
A su vez, no hay una edad tope para ser donante, y no es indispensable tener parentesco con quien recibe el órgano; es posible donar a un familiar, un amigo, un conocido o incluso a alguien totalmente desconocido mediante programas de donación altruista o cruzada.
Al respecto, Mayo Clinic especifica que todos estos análisis se efectúan con un protocolo estricto y seguro, y que en sus sedes es viable finalizarlos incluso en una jornada.
Dicha institución subraya, además, que la mayoría de las cirugías a donantes son poco invasivas, facilitando el retorno a las labores cotidianas —incluyendo ejercicio y actividades físicas usuales— al cabo de cuatro a seis semanas.
Para concluir, investigaciones han probado que la extirpación de un riñón no acorta la longevidad, dado que a los donantes elegidos se les garantiza una salud óptima y supervisión constante.
Por lo tanto, los expertos recalcan que la donación en vida constituye una alternativa segura, monitoreada y que brinda a otro individuo una renovada esperanza de vida.














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