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¿Neoyorquinos apuntan al socialismo?

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El triunfo de la zurda en la Alcaldía de Nueva York no necesariamente señala un "giro" hacia el socialismo.

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El triunfo de la zurda en la Alcaldía de Nueva York no necesariamente señala un “giro” hacia el socialismo. La victoria de Zohrn Mamdani se debió a motivos muy potentes y actuales, desligados de una perspectiva socialistoide.

Mamdani no triunfó porque Nueva York abrazara de repente el socialismo. Ganó porque supo percibir algo que todo político debería atender ya: ¡La honda frustración ante un sistema que ya no parece equitativo!

Y aquí reside la sorpresa: esa molestia no se limita a familias con apuros económicos o electores de menor renta. Se está extendiendo entre gente con estabilidad financiera: profesionales formados, ambiciosos y con futuro, que se suponía vivían el sueño americano, pero que no logran quitarse la sensación de quedarse rezagados.

La elección de Zohran Mamdani como Alcalde de Nueva York no implica un cambio ideológico hacia el socialismo, sino una respuesta emocional y estructural a una ciudad que dejó de premiar el esfuerzo. Con el 50.6 % de los votos (913,885 sufragios), Mamdani superó al independiente Andrew Cuomo (41.2 %) y al republicano Curtis Sliwa (7.4 %). Pero no ganó por su doctrina. Ganó por sintonía.

**1-La Nueva Revuelta de los Bien Establecidos y la vida cómoda**

Existe una franja creciente de neoyorquinos que no encajan en nuestras clasificaciones políticas usuales. No son ni los obreros en apuros ni la casta acomodada. Están en un punto medio.

Han cumplido con todo: estudios, jornadas largas, dedicación constante; y aun así se sienten estancados.

Las rentas suben más deprisa que los haberes. Los impuestos merman sus salarios. Adquirir una vivienda parece inalcanzable.

No están arruinados. Simplemente, están exhaustos.

Existe una población en aumento de neoyorquinos que no se ajustan a nuestros moldes políticos típicos. No son ni la gente con menos recursos ni la élite acaudalada. Están en un punto intermedio.

Han obrado correctamente: la formación, las largas horas de trabajo, el empeño continuo; y aun así se sienten paralizados. Veamos:

No están arruinados. Simplemente, están agotados.

Han perdido la fe en que el esfuerzo denso conduce automáticamente a la solidez, ni hablar del triunfo. No reclaman dádivas. Exigen transparencia. Desconfían del entramado, pero persisten en intentar que funcione.

¡Mamdani los percibió antes que nadie! No hablaba como un político de carrera; sonaba como alguien que de verdad entendía su pesar.

**2-Contra qué se sublevaron realmente esos votantes de Mamdani**

Nueva York solía moverse por la aspiración. Era la urbe de la lucha continua, donde, si entregabas todo, podías progresar. Pero esa promesa ahora parece quebrada.

Incluso aquellos con buenos empleos sienten que corren más rápido solo para mantenerse en el mismo sitio.

Su éxito no se percibe seguro. Su esfuerzo no parece recompensado. No es culpa, es hastío.

Es un luto por una ciudad que antes premiaba la labor con ascenso social y que hoy parece premiar la suerte, las influencias o los contactos.

Mamdani puso nombre a esa desazón: No propuso una revolución, ofreció reconocimiento. Y, en una ciudad tan fatigada, eso fue suficiente.

**3-El símil con Trump que debieran notar los conservadores**

Esa sensación de anhelo fue la misma emoción que alimentó el ascenso de Donald Trump.

Trump dio voz a los estadounidenses de clase obrera que se sentían olvidados por las élites.

Mamdani dio voz a los neoyorquinos “con medios” que se sintieron desamparados por el déficit de oportunidades.

A fin de cuentas: Distintas vecindades, con el mismo cartel y la misma sensación.

NOTA 1.: Ambos captaron el mensaje político más fuerte: El sistema está arreglado, y yo soy quien lo va a desmantelar.

**4-Simplemente expusieron soluciones diferentes.**

Trump prometió acabar con lo que él veía como vicio y complacencia. Mamdani prometió restaurar la equidad desde sus cimientos.

Sin embargo, la carga emotiva —la Demagogia— era idéntica. Por eso los republicanos deberían estar atentos y no despachar la victoria de Mamdani como una casualidad de extrema izquierda. Deberían investigarla. ¡No ganó por doctrina. Ganó por comprensión!

Logró que los electores descontentos —incluyendo algunos con ingresos altos— se sintieran escuchados.

**SINTETIZANDO:**

La victoria de Mamdani no demuestra que Nueva York se haya inclinado al socialismo.

Demuestra que los votantes de todos los niveles de renta están hastiados de sentirse invisibles e ignorados.

Mamdani no triunfó porque Nueva York se haya enamorado repentinamente del socialismo. Ganó porque supo atrapar algo que todo dirigente debería registrar ahora mismo: la profunda desazón de que el entramado ya no parece justo. Este suceso trascendente debería ser objeto de estudio por nuestra clase política local, dado que podría emerger, ante sus narices y falta de agudeza, un Mamdani “a nuestra manera”.

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