Salud

Pasivo-agresivos: cómo detectar a quienes disimulan su enfado detrás de la cortesía

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Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

La persona aprende, a través de vivencias o su contexto, que manifestar objeciones provoca repercusiones indeseables, decantándose por opciones menos conflictivas, si bien inefectivas con el tiempo.

Este actuar, caracterizado por manifestaciones indirectas de enfado o insatisfacción, puede impactar tanto la esfera personal como la profesional. Especialistas detallan cómo identificarlo, sus motivos y tácticas para gestionarlo antes de que desemboque en fricciones constantes.

La conducta pasivo-agresiva se presenta en numerosos ámbitos y puede obstaculizar la armonía, la confianza y la comunicación tanto en la vida íntima como en la laboral.

Esta forma de proceder se distingue por exteriorizar de modo velado sentimientos negativos, discrepancias o incomodidad, en lugar de exponer francamente el disentimiento o la frustración.

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Los especialistas en psicología señalan que la conducta pasivo-agresiva no constituye un trastorno mental por sí misma, si bien puede estar presente en diversos escenarios clínicos y afecta la calidad de los vínculos. Este fenómeno provoca confusión e intranquilidad en quienes lo presencian, tanto en quien lo exhibe como en su círculo cercano.

Según Le Figaro, el término “pasivo-agresivo” se usó primariamente durante la Segunda Guerra Mundial para describir a militares que desoían directrices de sus superiores sin confrontarlos abiertamente.

Con el transcurso del tiempo, el concepto se amplió para abarcar sujetos que adoptan una actitud defensiva indirecta ante los conflictos, seleccionando métodos como la dilación, el tono mordaz, evasivas respuestas o el incumplimiento de acuerdos previamente aceptados.

Por su parte, la psicóloga Isabelle Levert indica que estos individuos frecuentemente recurren a esta manera de actuar por temor al rechazo, la disputa o la censura social. Conforme a Mayo Clinic, la acción pasivo-agresiva implica una falta de coherencia entre lo que el sujeto verbaliza y lo que efectúa.

En este orden de ideas, la persona puede mostrar conformidad, amabilidad o entusiasmo públicamente, pero reaccionar con disgusto, aplazamientos evitables, despiste deliberado o dejando tareas sin completar.

El esquema habitual se revela como una postura ambivalente, donde el sentimiento adverso real permanece oculto. No se clasifica como una afección mental propia, aunque puede estar vinculada a otras situaciones, como estados depresivos, ansiedad, alteraciones de la personalidad y problemas de valoración propia.

Mayo Clinic enfatiza que este estilo puede acarrear complicaciones en el ambiente de trabajo, familiar o conyugal y aconseja buscar un terapeuta si el inconveniente interfiere en la cotidianidad.

De acuerdo con Healthline, los orígenes del comportamiento pasivo-agresivo frecuentemente residen en la infancia y la historia familiar. Una crianza donde la expresión emocional es castigada, el maltrato, la falta de atención o el aprendizaje de eludir las disputas pueden impulsar el desarrollo de estas maniobras indirectas.

La persona aprende, a través de vivencias o su contexto, que manifestar objeciones provoca repercusiones indeseables, decantándose por soluciones menos conflictivas, si bien inefectivas con el tiempo.

Entre los signos más reconocidos del comportamiento pasivo-agresivo, los expertos de Mayo Clinic listan varias señales: reticencia a asumir deberes y retrasos sistemáticos en labores, quejas veladas tras bromas o ironía, oposición indirecta a peticiones o proyectos, evasión del cruce de espadas frontal y simulación de acuerdo mientras se actúa de forma opuesta.

También es común observar reacciones inciertas, falta de franqueza sobre las propias emociones y tendencia a generar perplejidad en el entorno cercano.

En el ámbito profesional, alguien pasivo-agresivo puede aceptar encargos y luego perjudicarlos al no cumplir plazos, hacer un trabajo deficiente o retirarse calladamente de la colaboración. En la vida doméstica o de pareja, surgen manifestaciones como el “tratamiento silencioso”, réplicas escuetas o el uso de mutismos prolongados para manifestar enojo o inconformidad sin abordar el asunto directamente. Este patrón puede resultar frustrante para los demás, pues impide la solución de los desacuerdos y fomenta un resentimiento acumulado.

Los conocedores recalcan que mucha gente no es plenamente consciente de su actitud pasivo-agresiva, lo que añade un nivel de complicación a la solución del problema. Healthline indica que, aunque no existe un examen diagnóstico específico, el especialista en salud mental puede guiar, evaluar y ayudar a descubrir la fuente y los factores que la activan mediante interrogatorios sobre la trayectoria personal, la niñez y el entorno laboral o doméstico. También pueden ayudar a discernir si la conducta es parte de otra afección o responde a circunstancias puntuales.

El manejo de la conducta pasivo-agresiva demanda introspección y determinación. Las primeras etapas para abordar este esquema, según Mayo Clinic, incluyen reconocer las propias acciones, indagar la razón del malestar, fomentar la firmeza y buscar apoyo psicológico, si es necesario. Las terapias enfocadas en la expresión sentimental, la gestión del enfado y la instrucción en destrezas sociales resultan beneficiosas para disminuir la frecuencia e impacto de estas maneras de actuar.

El entorno también puede colaborar sentando preceptos claros y promoviendo la conversación directa, si bien en ocasiones se requiere intervención profesional para modificar esquemas familiares o laborales.

Modificar la conducta pasivo-agresiva es factible, pero comúnmente exige esfuerzo y la revisión de convicciones arraigadas. Los psicólogos sugieren expresar necesidades y desacuerdos con transparencia y respeto, sin recurrir al silencio, el sarcasmo o la evasión constante.

En línea con las sugerencias de Mayo Clinic, la responsabilidad personal es crucial para transformar estas pautas y optimizar el bienestar propio y de las personas con quienes se comparte vida o trabajo.

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