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Tras el fallecimiento de Joaquín Balaguer, el 14 de julio del 2002, se produjo un éxodo masivo de reformistas hacia el PLD. A partir de ese momento, el PLD se erigió como una formación política con millones de simpatizantes.
Leonel Fernández triunfó en el 2004 con un abrumador 57%, un éxito cimentado no solo en el mal desempeño del gobierno de Hipólito Mejía, marcado por las quiebras bancarias y el boicot del sector empresarial (que jamás perdonó el cobro del anticipo del 1.5%), sino también porque Fernández recogió el legado de Balaguer y porque su gestión entre 1996 y 2000 fue positiva, al modernizar los servicios públicos, reducir la deuda externa e impulsar grandes obras.
Con la partida física de Peña, Balaguer y Bosch, no obstante, las posturas ideológicas se desvanecieron en los partidos.
Todos los líderes emergentes abrazaron el clientelismo sin reservas. A partir de entonces quedó demostrado que el liderazgo se mide por la capacidad de manejar recursos públicos, emitir decretos, administrar el presupuesto y distribuir favores y asistencias sociales.
Al dejar de lado sus principios, el PLD de Leonel Fernández y Danilo Medina se distanció enormemente del PLD original de Juan Bosch.
Con la desaparición de Peña se abandonaron los ideales, pero las bases se mantuvieron, a diferencia del PLD, que se tornó híbrido al incorporar masivamente a ex-reformistas y virar hacia la derecha. Cuando se fundó el PRM el 9 de septiembre de 2014, fue en realidad una escisión del PRD en una proporción casi total (99.99%). Así fue como en las contiendas electorales de 2016 se alcanzó un escaso 35%.
El candidato fue Luis Abinader, pues los militantes perredeístas-perremeístas estaban hastiados de Hipólito, quien durante la administración de Danilo Medina se dedicó a ensalzar sus logros, como las “Visitas sorpresa” y “La Nueva Barquita”. Incluso al ganar en el 2020, se podría argumentar que el PRM aún era una extensión del PRD, sumado al hartazgo ciudadano por los excesos del PLD y los movimientos de apoyo que surgen en cada campaña. Sin embargo, desde que Luis Abinader asumió el poder, la equivalencia PRM-PRD se esfumó.
El mandatario se ha dedicado a marginar todo lo que suene al antiguo PRD y a los directivos que considera afines a Peña Guorón.
El jefe de Estado ha gobernado para la élite, con un 90% de sus funcionarios siendo empresarios con nexos al CONEP.
El perremeísmo actual es, intencionadamente, una mezcla del PRD, el PLD y el Partido Reformista, donde los tránsfugas comprados con dinero efectivo tienen un papel fundamental y el narcotráfico ha calado más profundamente que en cualquier otra agrupación.
Abinader no podrá ser candidato en el 2028, pero asumiría el liderazgo del partido para la selección del sucesor.
El conflicto reside en que Luis, en su círculo más cercano, sostiene que al PRM lo heredó de su padre, el doctor José Rafael Abinader. Esto es incorrecto.
El partido de la familia Abinader era la Alianza Social Demócrata, la cual jamás superó el 2% en las elecciones en las que participó.














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