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Es una de las mayores distinciones para los católicos, ya que solo hay 36, y se confiere a aquellos que en cualquier periodo hayan sostenido y defendido el cristianismo con sus propios escritos.
Además, por decisión de León XIV, el santo inglés será considerado también copatrono de la enseñanza junto a Santo Tomás de Aquino.
“Atendiendo el anhelo de muchos hermanos en el episcopado y de numerosos fieles de todo el orbe, tras consultar al dicasterio para las Causas de los Santos, luego de un largo sopesar y tras alcanzar una certeza cabal y segura, con la plenitud de la potestad apostólica, declaramos a San John Henry Newman Doctor de la Iglesia universal”, manifestó ante miles de personas el pontífice de origen estadounidense y peruano.
La comitiva británica presente en el Vaticano para esta ocasión la conformaban el arzobispo de York, Stephen Cottrell, y el vice primer ministro del Reino Unido, David Lammy.
Newman fue ordenado clérigo de la Iglesia anglicana y en 1928 se le asignó como vicario de St. Mary’s, la capilla de la Universidad de Oxford. Tras años de turbulencia, el movimiento y su guía fueron objeto de una prohibición formal por parte de la Universidad y de los prelados anglicanos, y Newman dejó Oxford para unirse a la Iglesia católica romana en 1845.
Tras residir un tiempo en Roma e introducir en Inglaterra el instituto del Oratorio de San Felipe Neri, Newman se trasladó en 1854 a Dublín, donde ejerció como rector de la naciente universidad católica durante cuatro años y donde redactó la “Idea de una Universidad” y supervisó una nueva versión de la Biblia.
Se destacaron sus grandes aptitudes intelectuales —es reconocido como un eminente teólogo además de un prosista brillante—, combinadas con sus virtudes y su interés por los desfavorecidos.
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León XIII le otorgó el capelo cardenalicio en 1879, tan solo un año antes de su deceso a los 89 años, y Benedicto XVI, gran admirador del cardenal, lo elevó a los altares en 2010, mientras que el papa Francisco lo declaró santo en 2019.
Este nombramiento puede ser conferido por un papa o un concilio y representa un reconocimiento sumamente importante que se otorga, de manera excepcional, a quienes en cualquier periodo hayan afirmado y defendido la rectitud de la fe cristiana mediante sus obras escritas.
Actualmente, únicamente 36 personalidades eclesiásticas ostentan esta distinción especial en los dos milenios de historia del Cristianismo.
Se requieren cuatro condiciones: haber sido declarado santo, demostrar rectitud en la creencia, poseer excelencia en la enseñanza e impactar positivamente en las almas.
Los primeros cuatro “Doctores de la Iglesia Universal” fueron designados en 1298: san Jerónimo, san Agustín, san Ambrosio y san Gregorio Magno; y en 1568 se sumaron san Atanasio el Grande, san Basilio Magno, san Gregorio Nacianceno, san Juan Crisóstomo y santo Tomás de Aquino.
Entre estos 36 “doctores y doctoras de la Iglesia” se encuentran cuatro mujeres: Santa Catalina de Siena, patrona de Italia y la primera mujer proclamada doctora de la Iglesia; Santa Teresa de Ávila, monja y visionaria española, en 1997; Santa Teresa de Lisieux, mística francesa y patrona de Francia, y Santa Hildegarda de Bingen, una abadesa benedictina de procedencia germana que vivió a finales del siglo XII.
El Doctor de la Iglesia más reciente, designado en 2015, fue Gregorio de Narek, poeta, monje, teólogo y sabio místico armenio que vivió cerca del año 1000.















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