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“Los agentes vinieron aquí a provocar una carnicería”, manifestó a la AFP Ana Maria Pereira, de 18 años, habitante de esta zona de calles angostas con un enredo de cables por encima.
Un menor porta un letrero que indica: “Los infantes deben poder jugar, la comunidad anhela vivir en calma”. Su playera está manchada de un tinte escarlata, un recuerdo de la sangre vertida durante el operativo policial más mortífero en la historia de Brasil.
Al igual que él, centenares de personas se manifestaron el viernes, vestidas de blanco, por las arterias de Vila Cruzeiro, una de las barriadas pobres de Río de Janeiro donde hace tres días se ejecutó la incursión que arrojó un saldo de más de 120 fallecidos.
“Los agentes vinieron aquí a provocar una carnicería”, declaró a la AFP Ana Maria Pereira, de 18 años, habitante de esta zona de calles angostas con un enredo de cables por encima.
El punto de partida de la marcha fue el campo de balompié donde Adriano, el antiguo ídolo del Inter de Milán y de la Selección, dio sus primeros toques al balón.
“¡Fuera Castro, terminen con las matanzas!”, coreaban los asistentes, aludiendo al gobernador estatal de Río de Janeiro, Claudio Castro. Este político de derecha calificó la acción del martes como un “éxito rotundo” contra los “narcoterroristas”.
En los carteles se leía: “120 vidas esfumadas, esto no es un logro” y “Las manos de Castro están teñidas de rojo”.
Decenas de mototaxis, un medio de transporte frecuente en las favelas debido a sus vías inclinadas e irregulares, también se sumaron a la caravana haciendo rugir sus motores.
“El día del operativo, la policía nos vetó el paso, nos dispararon e arrojaron gases lacrimógenos”, relató uno de ellos, Lucas Azevedo, de 32 años.
Moradores de sectores pudientes también se unieron a la protesta, como Miguel Rabelo, un artista musical de 30 ciclos.
“Para mí es crucial estar presente, escuchar a la gente, compartir este instante con ellos, verles en sus ojos”, comentó.
“Existe una gran pena y un profundo enojo, pero nos hemos congregado aquí para garantizar que algo así jamás se repita”, explicó Mónica Benicio, cónyuge de Marielle Franco, concejala de Río nacida en una favela y ultimada en 2018, un crimen que impactó a Brasil y al orbe.
“Es más aterrador observar a un segmento de la sociedad aplaudiendo, afirmando que el único malhechor bueno es el que está muerto”, lamentó la mujer de 39 años, hoy también concejala electa.
El descontento de los residentes de los conjuntos de favelas Penha y Alemão, donde se introdujeron miles de efectivos policiales el martes, se observa por doquier.
No obstante, sondeos difundidos en los últimos días revelan que una mayoría de los ciudadanos brasileños avala esta ofensiva contra el Comando Vermelho, una de las pandillas criminales más grandes del país.
“Es necesaria una movilización nacional para combatir a esta estructura, que ya no es meramente una organización delictiva sino una estructura terrorista (…) que emplea métodos de guerrilla y subyuga a los vecinos de la comunidad”, señaló Felipe Curi, jefe de la Policía Civil de Río, en una comparecencia de prensa el viernes.
De acuerdo con Curi, hasta el momento se han podido identificar en el instituto de medicina legal los restos mortales de 99 individuos, descritos por las autoridades como “elementos delictivos”. Entre ellos, 42 tenían órdenes de detención pendientes y 78 poseían historiales penales extensos.
Mientras el sector conservador lo señala por ser permisivo en temas de orden público, el mandatario de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva informó el viernes en la plataforma X que introdujo una iniciativa legislativa en el Congreso que propone una pena de 30 años de cárcel para los integrantes de agrupaciones criminales.















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