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Tu mente no es la misma cuando tu escuadra pierde: lo que muestra la

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La rivalidad modifica velozmente el balance entre la apreciación y el control del cerebro en cuestión de segundos", apunta el doctor Zamorano.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

MADRID, 12 nov. (EUROPA PRESS) –

El balompié constituye un fenómeno mundial, y sus seguidores presentan una amplia gama de conductas, desde el simple observador hasta la profunda inmersión emocional, lo cual ofrece un excelente modelo para explorar la identidad social y el procesamiento afectivo en escenarios de contienda.

Sin embargo, las enemistades están profundamente arraigadas en la historia de este deporte, y los hinchas pueden ser extremadamente protectores con su equipo y sus jugadores predilectos. En consecuencia, estos mismos seguidores experimentan una vasta paleta de sensaciones al ver a su equipo ganar o perder durante un encuentro, festejando con euforia los tantos o airándose ante una decisión desfavorable del árbitro. Los apasionados del fútbol son conocidos por su fidelidad y fervor por su club, sobre todo en Europa y Sudamérica.

FANATISMO FUTBOLÍSTICO Y ACTIVACIÓN DE VÍAS CEREBRALES

Determinadas redes neuronales en los aficionados al fútbol se activan al presenciar los partidos de su elenco predilecto, lo que provoca respuestas emocionales y conductuales tanto positivas como negativas, según expertos de la Universidad San Sebastián en Chile.

Tal como se detalla en ‘Radiology’, la publicación de la Sociedad Radiológica de Norteamérica (RSNA), los investigadores sostienen que estos patrones podrían ser aplicables a otras formas de fanatismo y que dichas conexiones se establecen desde la niñez.

“El fervor futbolístico proporciona un paradigma de fanatismo con elevada validez ecológica y efectos cuantificables para el bienestar y la conducta colectiva”, señala el autor principal, Francisco Zamorano, biólogo, doctor en medicina por la Clínica Alemana de Santiago y profesor adjunto de la Facultad de Ciencias para el Cuidado de la Salud de la Universidad San Sebastián en Santiago de Chile.

“Aunque la adhesión social ha sido ampliamente investigada, los fundamentos neurobiológicos de la identidad social en ámbitos competitivos no están claros, motivo por el cual nos propusimos indagar los mecanismos cerebrales ligados a las reacciones afectivas de los seguidores del fútbol ante los triunfos y reveces de sus cuadros”.

Para el estudio, los investigadores emplearon resonancia magnética funcional (RMf), una técnica que mide la actividad cerebral detectando alteraciones en el flujo sanguíneo, con el fin de examinar a 60 hombres aficionados sanos (de 20 a 45 años) pertenecientes a dos antagonistas históricos. La intensidad del fanatismo fue medida con la Escala de Fanatismo de los Aficionados al Fútbol, una herramienta de 13 preguntas que evalúa el apego y dos aspectos clave: ‘Tendencia a la agresión’ y ‘Sentimiento de pertenencia’.

Se recabaron datos de neuroimagen mientras los participantes veían 63 secuencias de goles de encuentros en los que participaba su equipo favorito, un oponente o un elenco imparcial. Se efectuó un análisis cerebral completo para contrastar las respuestas neuronales cuando los sujetos observaron a su equipo marcarle a un rival acérrimo (victoria significativa) frente a cuando dicho oponente anotaba contra su elenco (derrota intensa), usando como referencia los goles ante conjuntos no rivales.

RIVALIDAD Y DIRECCIÓN CEREBRAL: CÓMO EL CEREBRO DEL HINCHA GANA Y PIERDE

Los hallazgos de la resonancia magnética funcional evidenciaron que la actividad cerebral mutaba cuando el club del aficionado triunfaba o caía. “La rivalidad modifica velozmente el balance entre la apreciación y el control del cerebro en cuestión de segundos”, apunta el doctor Zamorano. “Con un éxito notable, el sistema de gratificación cerebral se potencia en comparación con victorias sin rivalidad, mientras que, en un fracaso significativo, la corteza cingulada anterior dorsal (dACC), crucial para la moderación cognitiva, exhibe una atenuación inesperada de las señales de freno”.

La supresión paradójica implica el intento de reprimir una idea, sentimiento o acción, resultando en el efecto inverso. Así, se observó mayor activación en las áreas de recompensa cuando los equipos de los participantes marcaban frente a adversarios directos que ante elencos ajenos, lo que sugiere un refuerzo de los vínculos intragrupales y de la autoidentificación. El doctor Zamorano indica que este efecto es más patente en los seguidores muy entregados, lo que anticipa un fallo temporal de la autogestión justo cuando la identidad está amenazada y explica la pasmosa capacidad de personas por demás sensatas para cambiar de bando abruptamente durante los partidos.

“A nivel clínico, este patrón señala una susceptibilidad dependiente del estado, por lo que un breve lapso de tranquilidad o la exclusión de los estímulos podrían permitir la recuperación del sistema de control de relevancia/dACC”, expone. “Es factible que esta misma huella neuronal -gratificación aumentada, moderación reducida en escenarios de confrontación- se extienda más allá del deporte hacia los enfrentamientos políticos y las divisiones ideológicas”.

CONSECUENCIAS DEL FANATISMO EN LA INFANCIA, POLÍTICA Y SALUD PÚBLICA

Los resultados neuronales identifican mecanismos que pueden fundamentar estrategias de comunicación, manejo de multitudes y prevención en eventos de alto riesgo, en lo concerniente a la intensificación de la recompensa y la disminución del autocontrol en situaciones de fuerte competencia, apunta el doctor Zamorano.

“Estudiar el partidismo es esencial porque revela procesos neuronales universales que pueden ir desde la pasión en los estadios hasta la división social, la violencia y el perjuicio a la salud pública a escala poblacional”, explica. “Lo más relevante es que estas conexiones se forman en los primeros años de vida: la calidad del cuidado, la exposición al estrés y el aprendizaje social determinan el equilibrio entre valoración y frenado que posteriormente hace a las personas vulnerables a los llamados fanáticos. Por ende, proteger la infancia es la medida preventiva más efectiva. Las sociedades que descuidan el desarrollo temprano no evitan el fanatismo; heredan sus riesgos”.

La afición al fútbol ofrece un indicador ético y de gran utilidad para fijar temporalmente estos procesos en el cerebro y probar ajustes (encuadres, indicadores de equidad, diseño de eventos, gestión de afluencias, etc.) que se traducen en decisiones políticas, faccionalismo y tribalismo digital, reflexiona.

El doctor Zamorano agrega que la premura es evidente en las pugnas mundiales y los discursos políticos actuales. Por ejemplo, menciona que el ataque al Capitolio de EE. UU. el 6 de enero de 2021 demostró cómo el fervor político puede imponerse a las normas democráticas cuando la fusión de identidades alcanza un punto crítico.

“Los sujetos mostraron señales claras de deterioro en el control cognitivo, exactamente lo que nuestro estudio halló en la menor activación de la corteza cingulada anterior dorsal (dACC)”, recalca el doctor Zamorano. “En síntesis, investigar el fanatismo no es solo describir, sino un acto de prevención centrado en el desarrollo que salvaguarda el bienestar público y refuerza la unidad democrática. Cuando hablamos de fanatismo, los hechos son contundentes”, concluye.

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