Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
Llevar a la gran pantalla este ensayo creado por el doctor psiquiatra Don Antonio Zaglul no fue algo sencillo para Leticia Tonos junto a un equipo sobresaliente que, en palabras del exministro de cultura, José Rafael Lantigua: “Celebro esta iniciativa, ya que constituye una de las mejores realizaciones del cine dominicano bajo la nueva ley de cine”.
La producción, quizás la de mayor tirada en el país, relata en primera persona las experiencias de un psiquiatra que, al volver de España en los años 50, es nombrado por el presidente Trujillo como director del Viejo Manicomio de Nigua, posteriormente transformado en el Hospital Psiquiátrico Padre Billini, también conocido como “El 28”, ubicado estratégicamente a las afueras de la capital, camino al Cibao, en una antigua edificación heredada de la ocupación estadounidense (1916-1924).
Toño, como le llamaban sus allegados, —interpretado de manera notable por el actor Luis José Germán— se encontró con un escenario lamentable y de maltrato hacia los enfermos mentales. Gradualmente, él forjó un enfoque humanitario, ofreciendo una asistencia comprensiva y afectuosa a los cientos de pacientes que tuvo bajo su cuidado.
El filme, con una banda sonora excepcional matizada con boleros de esa época, una iluminación casi monocromática que evoca el cine de los 50, y un guion adaptado por Waddys Jáquez y Lenin Comprés, logra narrar una historia donde la influencia encubierta de la Tiranía se manifestaba mediante chantajes y presiones, buscando convertir el manicomio en una extensión del “40” (nombre del centro de tortura más cruel de aquella dictadura).
La interpretación más destacada, en mi opinión, es la del cineasta Geovany Cruz en su papel de Sacerdote, por la cual merece un premio Óscar como actuación de reparto.
Los escenarios elegidos no podrían haber sido mejores.
El reparto de internos en los distintos roles de personas con afecciones mentales: el tuerto, Aurora, el Venezolano, etc.; están ejecutados de forma magistral.
Lo más complicado, diría la gente común, es fingir la locura.
Este drama me rememoró la obra de Luca de Tena: “Los renglones torcidos de Dios” (Planeta 1979), con prólogo de Juan Antonio Vallejo Nájera, que también fue llevada al cine.
El profesor Zaglul escribió en el prefacio de mi libro:
“Notas de Psiquiatría Popular” (Editora Taller 1980)
“Cesar Mella Mejías fue de mis alumnos uno de los pocos que no experimentó angustia al acompañarme en su primera visita al manicomio. Estudiante formal, excesivamente serio para su edad, tenía y mantiene dos vocaciones: la de médico psiquiatra y la de escritor”.
¡Gracias, Maestro!
¡Gracias, Leticia Tonos y a todo su equipo de soñadores que en un momento tan complicado se aventuran en la utopía del Cine Independiente!
¡Vayan a verla, está disponible en 8 salas de cine en la capital y en Santiago!















Agregar Comentario