El recorrido que nos brindó el chef fue impecable; en cada platillo explicó cómo combinó los ingredientes y cómo realzó algunos que no son tan conocidos ni apreciados por el paladar local. Sin duda, su habilidad y conocimiento convierten cada plato en una experiencia gourmet.
Al llegar, se percibe un oasis visual: una entrada que te recibe como en casa. La atención y complicidad de los propietarios del restaurante son un valor añadido a todo lo que se vive en el Patio de Martín Omar.
Se trata de una experiencia gastronómica, o mejor dicho, un viaje sensorial que deleita los cinco sentidos: el aroma de los platillos, donde se mezclan sabores exóticos con los de nuestras raíces, ese toque especial heredado de nuestras abuelas.
Lo más destacado es cómo Martín Omar fusiona ingredientes locales y extranjeros, presentaciones que despiertan el paladar y estimulan las papilas gustativas.
El recorrido que nos brindó el chef fue impecable; en cada platillo explicó cómo combinó los ingredientes y cómo realzó algunos que no son tan conocidos ni apreciados por el paladar local. Sin duda, su habilidad y conocimiento convierten cada plato en una experiencia gourmet.
Mientras disfrutábamos de la exquisita comida, su esposa, María Durán, con quien emprendió este proyecto culinario, nos habló sobre la belleza de su patio, concebido con mucho amor, tiempo y dedicación. Los árboles frutales se entrelazan con arbustos ornamentales, creando un ambiente cálido para los comensales.
El trago de bienvenida fue jagua fermentada con canela, albahaca y ron blanco. El primer tiempo consistió en yaniqueque de casabe con pulled pork y pomada de guayaba picante.
En el segundo tiempo degustamos Terrarium: una ensalada de auyama asada, brotes y frutos secos que forman un paisaje dentro de un frasco de cristal.
El tercer tiempo nos sorprendió con un Guababerry en forma de leche de tigre, acompañado de vieiras de Galicia confitadas, pepino, aguacate y berros.
Para el cuarto tiempo nos ofrecieron un chorizo al vino sobre una base de yuca y queso crujiente, servido en un vaso de caña español.
Finalmente, el quinto tiempo fue ‘El chivo de Martín Omar’: guisado a fuego lento, con habichuelas desgranadas y arroz fresco de la finca de su madre.
Como postre disfrutamos de un cheesecake de leche de cabra con mermelada de tomate y, para completar, el líquido de los dioses: café artesanal. Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.









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