Hace unos días, el gobierno norteamericano difundió un documento sobre política exterior y seguridad, en el que confirma que la prioridad es el hemisferio occidental y el Caribe.
En pocas semanas, República Dominicana ha pasado de ser vista como un país con democracia y economía estables en el Caribe, a ser señalada por funcionarios estadounidenses como una nación clave en la lucha contra el narcotráfico y la migración irregular.
Es en este contexto, y a raíz de un reciente artículo que él publicó en este diario sobre “El triángulo del poder”, que se solicitó esta entrevista a Hugo Guiliani Cury, quien fuera embajador del país ante Estados Unidos y exgobernador del Banco Central.
R: Hace unos días, el gobierno norteamericano difundió un documento sobre política exterior y seguridad, en el que confirma la prioridad del hemisferio occidental y el Caribe. Su preocupación se resume en tres palabras incómodas: drogas, China y migración.
Si uno escucha con atención a Rubio, a Hegseth y a otros voceros de Washington, el mensaje es:
“Queremos un Caribe que no sea trampolín de drogas, ni plataforma de China, ni fuente incontrolada de migrantes”.
Eso es lo que ellos desean. Es legítimo que protejan sus intereses.
R: República Dominicana, en cambio, enfrenta otra realidad:
Una economía que crece, pero de forma desigual y sin desarrollar su producción de bienes. Tampoco ha logrado romper el techo de la informalidad, los bajos salarios y las desigualdades territoriales.
Una frontera occidental colindante con un vecino que es un Estado fallido, dominado por bandas armadas, miseria extrema y un flujo constante de personas que buscan sobrevivir emigrando a otros países.
Nuestras instituciones han mejorado, pero siguen vulnerables a la corrupción, al clientelismo y a la penetración del crimen organizado.
No se trata de cualquier empleo: se necesita trabajo formal, con cierto nivel de productividad, que permita a la gente dejar de vivir de la “chiripa” o de la emigración. El “nearshoring” es un ejemplo de lo que requerimos. Esto podría atraer fábricas y servicios que hoy están en Asia; es una oportunidad única, pero el “nearshoring” o “relocalización” no llega por sí solo, hay que atraerlo.
No basta con desplegar soldados y levantar una verja. Se necesita una frontera gestionada con inteligencia, tecnología y un Estado que mande, no que sea rehén de redes ilegales y de corruptos.
De poco sirve atraer inversión si el país se desliza hacia una convivencia “tolerante” con el dinero sucio y las redes criminales. Un Estado capturado por el crimen y el juego no es soberano; es rehén.
Si la mejor opción para un joven brillante sigue siendo irse del país, la ecuación de nuestro desarrollo está mal planteada.
Que Estados Unidos se comprometa, junto a otros actores, a impulsar un mecanismo robusto y un plan a largo plazo. Durante años he propuesto un plan de reconstrucción en forma de un fideicomiso. Sin eso, Haití y la frontera seguirán siendo un foco de riesgo permanente.
Acuerdos temporales, con límites claros, revisables y sometidos al escrutinio del Congreso y de la opinión pública.
Si lo resumimos en una frase: cooperar sí, pero dentro de un proyecto dominicano, no solo dentro del proyecto de otro.
R: No es tan difícil. Las agendas no son idénticas, pero sí coinciden en varios puntos. Estos son:
A Estados Unidos le preocupa que haya drogas; a nosotros también. Pero para ellos, el énfasis está en que no lleguen a sus ciudades; para nosotros, en que no penetren nuestras instituciones y barrios.
A Estados Unidos le preocupa que China gane posiciones en puertos y redes; a nosotros nos preocupa contar con infraestructura y financiamiento.
A Estados Unidos le preocupa la migración irregular; a nosotros, que la frontera con Haití se desborde y termine erosionando nuestra cohesión social.
R: Porque Estados Unidos tiene una agenda muy definida en el Caribe: frenar el narcotráfico, contener a China y reducir la migración irregular. Para ello necesita socios confiables y puntos de apoyo. República Dominicana puede ser uno de esos puntos.
R: Justamente ahora es cuando Estados Unidos es más realista. Ellos buscan aliados fiables en la región; no les sobran. República Dominicana tiene algo que ofrecer: estabilidad, ubicación, infraestructura básica y legitimidad política. Cuando el socio grande te necesita, tu margen de negociación aumenta.
Cada vez que vayamos a conversar sobre facilidades militares, acuerdos de seguridad o resoluciones sobre Haití, los dominicanos deben llevar una lista clara de prioridades. Sin dramatismo, pero con firmeza, debemos negociar. Con ellos hay que saber hacerlo. Debemos recordar que su política exterior se basa en el interés y el realismo. Cuando se negocia con ellos, es dando y dando. Eso es clave. Esa ha sido nuestra mayor deficiencia. No sabemos negociar.
R: Nuestro gobierno actual parece estar a la defensiva. Su actitud de no confrontar a Trump hasta ahora demuestra que damos pero no recibimos. Un ejemplo distinto es México. Trump le eliminó a ese país el 10% de aranceles y a nosotros nos los mantiene. Eso significa que la presidenta de México, con habilidad negociadora y a veces confrontando a Trump, ha logrado sus objetivos. Aunque creo que con las recientes visitas y las facilidades que otorgamos a Estados Unidos, pronto veremos que Trump nos reducirá los aranceles. No obstante, tenemos que cambiar el marco de la discusión.
No se trata de “amar” u “odiar” a Estados Unidos, ni de un “sí o no” a cualquier cooperación. La pregunta que debería hacerse nuestro pueblo es más simple:
“Si ya estamos colaborando, ¿qué estamos obteniendo además de palabras?”
Si la respuesta es vaga —”prestigio”, “amistad”, “apoyo general”—, algo anda mal.
Si la respuesta incluye cosas concretas —infraestructura financiada, programas de inversión, mejora real de la frontera y solución al caso haitiano—, entonces podemos decir que la cooperación tiene sentido.
Hace falta convertir todo eso en un solo guion: un documento país que diga: “Estos son nuestros intereses vitales y estas son las condiciones mínimas para cualquier acuerdo de seguridad o cooperación”. Pero la ecuación debe incluir otros elementos. Estos son: Visión – Estrategia – Táctica. Actualmente no las tenemos.
El gobierno no trabaja como equipo y, por ello, las acciones aisladas no nos conducirán a un proyecto exitoso.
Es decir, mientras esa ecuación y sus variables no estén detalladas y explícitas, el riesgo es claro: los norteamericanos seguirán despejando su lado del tablero… y nosotros seguiremos jugando “en defensa” sin siquiera tener un marcador propio. La falta de firmeza en nuestras posiciones y el complejo del cacique Guacanagarix han sido la tradición dominicana en su relación con Washington. Eso debe cambiar.
R: Un pacto Win-Win… si sabemos negociar:
Justamente porque Estados Unidos hoy necesita aliados confiables en el Caribe, República Dominicana tiene un margen de maniobra que no siempre ha tenido.
Esa es la ventana que se abre:
● Si vamos a alinearnos en la lucha contra el narcotráfico,
● Si vamos a permitir el uso temporal de facilidades,
● Si vamos a respaldar posiciones clave en Haití, Venezuela y otros países, entonces no es un favor, es un intercambio.
Y en ese intercambio, la agenda dominicana debería estar formulada con unos cinco puntos concretos, no con buenos deseos:
1. Compromiso serio con una arquitectura para resolver el problema de Haití
Ni intervención improvisada ni indiferencia; un esquema internacional robusto y a largo plazo que permita a Haití, bajo un fideicomiso, desarrollarse con recursos y reglas, donde la voz de RD cuente y la frontera sea parte central del diseño.
2. Programa fuerte de desarrollo y seguridad fronteriza
No solo la verja: tecnología, desarrollo provincial, servicios públicos y presencia estatal real en la línea divisoria.
3. Un “Plan Marshall” para el desarrollo dominicano
No en sentido romántico, sino como paquete de inversión, créditos y apoyo técnico que permita convertir a RD en un hub de nearshoring y servicios, con beneficios visibles para la población.
4. Respeto a la soberanía y transparencia interna
Todo acuerdo debe tener plazo, límites, mecanismos de revisión y control democrático. Soberanía no es decir “no” a todo; es saber en qué condiciones se dice “sí”.
Al final, la discusión no puede quedarse en si “somos proamericanos” o “antiamericanos”.
Esa dicotomía sirve para gritar en redes, pero no para gobernar un país.
La pregunta que valdría la pena instalar en la opinión pública es otra, mucho más sencilla:
Si Estados Unidos ya sabe lo que quiere en el Caribe,
Mientras no tengamos esa respuesta, seguiremos discutiendo en abstracto sobre soberanía, bases, visitas y discursos, sin ver que, poco a poco, ellos están despejando su ecuación, y nosotros apenas hemos empezado con la nuestra. Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.










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