Cuando la Universidad Apec nos contactó para informarnos sobre la entrega del Doctorado Honoris Causa a Irene Vallejo, se abrió ante nosotros un horizonte de responsabilidad intelectual para responder con dignidad a la solicitud de entrevistar a una de las mayores pensadoras ilustradas del siglo XXI en lengua española.
Surgió la idea de acercarnos a la filóloga, lingüista y escritora con la intención de mantener una conversación libre, fluida en ideas y palabras, evitando el formato periodístico tradicional de preguntas y respuestas.
Las autoridades académicas de Unapec nos recibieron con atención y elegancia, otorgando al encuentro toda la solemnidad del momento histórico que yo sentía internamente.
Histórico, por la raíz y el origen que provienen de la España de la República, que albergó las fuentes más generosas de la libertad.
Irene Vallejo nació en 1979, cuatro años después de la muerte de Franco, y fue intelectualmente alimentada por una familia librepensadora cuya ciudadanía se forjó en el amor por el conocimiento, la lectura, la complicidad de las ideas literarias y libertarias, la laicidad y la democracia.
Esta hija de Aragón es un testimonio vivo de los valores ilustrados y humanísticos que intentó aplicar la Segunda República de los pueblos de España.
Ella llegó con su plácida y sosegada sonrisa, con la mirada amplia y abierta.
No pudimos evitar la complicidad inmediata de las lecturas clandestinas de libros escondidos entre sábanas y, cuando no, en el desván detrás de un montículo de maíz.
Compartimos la idea de que quien conoce la censura y la prohibición disfruta con emoción multiplicada el alcance de las palabras, las frases y las emociones, porque un libro censurado es un objeto de deseo.
Leer a Lorca bajo un techo de granero, en los años sesenta y setenta, sella para siempre la memoria y te convierte en un amante clandestino del autor o la autora. Irene Vallejo mantiene una relación académica e intimista con la literatura. Es maravilloso oírla comentar sobre la lengua española; cuando le preguntamos si hablamos castellano o “español”, con una sonrisa expresiva nos explicó que, bueno… el castellano es el español de Castilla…, que comparten todos los españoles en sus diversidades regionales, culturales y lingüísticas, desde el gallego, el euskera, el catalán hasta el bable asturiano…
Para ella, la palabra es un sonido, una música, un ritmo, una resonancia emotiva y emocional.
Con formación en letras clásicas y pasión por el griego antiguo, comenta con divertimento y placer su relación con la Odisea, que leyó siendo niña y que releyó en griego antiguo, lengua que le hizo sentir en su ritmo y sonidos musicales los azotes del viento, el derrumbe de las olas contra el casco del barco y los sonidos lejanos del mar en sus diversos estados, desde la marea tranquila hasta la alta mar.
“El infinito en un junco” nos atrajo desde su publicación en 2019; es un ensayo novelesco que explora la historia del libro desde la Antigua Mesopotamia y nos conduce hasta el siglo XXI.
Un ensayo que reúne reflexiones humanísticas y filosóficas, donde la autora se refiere a las civilizaciones señalando sus crueldades y decadencia, con una habilidad semántica y verbal admirables, llevando al lector desde Mesopotamia hasta Egipto; desde los campos de batalla de Alejandro hasta los palacios y encantos de Cleopatra, comentando los primeros libros, las librerías y las bibliotecas de Babilonia, sin dejar de lado el momento histórico de los talleres de copias manuscritas.
Es evidente que en nuestra conversación no podíamos dejar de lado a Marguerite Yourcenar y, en los comentarios sobre Adriano, ella mostró un respiro de complicidad y placer.
Esto me lleva a pensar que esta escritora y pensadora aragonesa tiene mucho de Yourcenar y valdría la pena reflexionar sobre los elementos transversales y comparatistas entre la antigüedad y la modernidad en ambas autoras.
Cierto es que Vallejo señala y condena con un espíritu crítico brillante los tiempos de las hogueras que quemaban los libros más eruditos de la historia de la humanidad.
Intercambiamos profundamente sobre la caída de las civilizaciones en este primer tercio del siglo XXI, porque la explotación de la violencia y la fuerza están más presentes que nunca en Europa, las Américas y Oriente.
El Imperio Romano tuvo en Julio César a un general criminal, señalado en el libro VII de Plinio el Viejo, quien consideró a César una afrenta contra la humanidad.
Compartimos con nuestros lectores el intercambio que tuvimos sobre el Quijote, que nos permitió confirmar que Cervantes fue un hombre de libertad y democracia, un ilustrado que, en la boca y acción de Sancho, realza toda la generosidad y hermandad del pueblo español. Recordamos con orgullo compartido el episodio del Quijote donde Sancho se conmueve frente a Ricote, un musulmán convertido que perdió su hogar en España por orden real y no encuentra lugar; Sancho lo ayuda y le promete con compasión cervantina que no lo denunciará, mostrando así su solidaridad con los exiliados.
Mujer consciente y solidaria, nos habló de la urgencia de volver a un mundo de paz y buen entendimiento.
Pasamos más de una hora; ella nos transmitió su pasión por la escritura y la palabra, forjadoras de ideas, magia e imaginarios.
Le comentamos nuestra admiración por la autora turco-británica Elif Shafak, por la Mesopotamia que las une y por todo el desarrollo histórico en Medio Oriente.
La grandeza de Irene Vallejo reside, ante todo, en su curiosidad por conocer y saber más sobre los clásicos y contemporáneos, pero también en su alta y natural destreza para transmitir y compartir sus conocimientos con espíritu de intercambio. Es una auténtica apasionada de la pedagogía, yo diría como Unamuno, “quien sabe que no sabe, que no conoce”. Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.










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