Internacionales

Javier Pérez (Political Watch): “La democracia debe volver a seducir”

9014409427.png
Para mí, la democracia tiene más que ver con una asociación de vecinos, con una parroquia de barrio o con un parque donde la gente convive, que con una ley o un edificio.

Javier Pérez (Boston, 44 años), director de la organización independiente Political Watch y galardonado con el premio al emprendedor social Ashoka Fellow 2025, elige el madrileño Estadio de Vallehermoso para hacerse las fotos. Mientras pasea, explica el motivo de su elección: “Este lugar es el resultado de la lucha vecinal, porque Esperanza Aguirre quería convertirlo en un campo de golf y, gracias a los vecinos y su insistencia en los tribunales, ahora es de todos”. También es el lugar donde corre cada mañana.

Pregunta. Cuenta que su trabajo consiste en “fortalecer la democracia”. ¿Me lo traduce?

Respuesta. Para mí, la democracia tiene más que ver con una asociación de vecinos, con una parroquia de barrio o con un parque donde la gente convive, que con una ley o un edificio. España es mucho mejor cuando las personas podemos participar proponiendo y decidiendo sobre asuntos que nos afectan, pero no es fácil. Ahora mismo solo funciona con iniciativas quijotescas que van contra el sistema, no a favor de él. Nosotros transformamos la información pública en algo accesible y en inteligencia colectiva.

P. Son tiempos de desafección y cuestionamiento de la propia democracia. Ante eso, ¿qué siente?

Ministerio de Obras Publicas

R. La democracia tiene que dar resultados y volver a seducir. Necesitamos oportunidades en las que, cuando la gente tiene algo que le preocupa o le duele, encuentre en lo institucional una mano, una cara, y no una cita que no te dan, una ley que no entiendes o un impuesto que te suben. A pesar de que en España tenemos un derecho constitucional, el de petición, las asociaciones de víctimas de la dana tuvieron que acudir al Parlamento Europeo para manifestar su dolor. No encontraron ni en las Cortes Valencianas ni en el Congreso de los Diputados esa mano que sí les brindó Bruselas. Lo público debe ser un aliado, no un enemigo. En nuestra organización estamos convirtiendo la información sobre lo que ocurre en el Congreso de los Diputados en datos que las organizaciones puedan usar para hacer sus campañas y exigir a los políticos lo mejor de sí mismos. También estamos extrayendo en tiempo real todo el gasto público del Estado, comunidades autónomas y entidades locales, para que cualquier organización que tenga la mínima sospecha de que no se está haciendo buen uso del dinero público pueda investigar y denunciar. Somos conscientes de la desafección. En Brasil, cada vez que se lanza una consulta pública, responde una media de un millón y medio de personas. En España, la media es de 40. Pero lo peor que le puede pasar a la participación es que la gente acuda y no pase nada. Eso solo genera desafecto.

P. Más primera persona del plural y menos del singular, dice. ¿Nos miramos demasiado el ombligo?

R. Totalmente. Creo que ahora una persona en España puede llevar una vida aparentemente sana sin tener ninguna experiencia colectiva. La gente puede evitar las asociaciones de vecinos, las de madres y padres del colegio… nos estamos acostumbrando a vivir para nosotros y nos estamos desacostumbrando a preocuparnos por los demás. La democracia es un virus que hay que inocular.

P. Hay dos lugares importantes en su vida: Boston y Vallecas.

R. Vallecas es mi barrio. Nací en un ambiente sencillo y humilde, tuve compañeros que no recibían regalos de Navidad, y a los siete años mi padre, que es profesor universitario, se tomó un año sabático y nos fuimos a vivir a Boston, al campus del MIT. Imagínate el impacto al llegar allí y al volver con nueve años recién cumplidos. Eso me hizo ser muy consciente del privilegio y la oportunidad de haber nacido en mi familia, y normalizar mucho que la gente extraordinaria y brillante es también muy normal. Me ha ayudado a comprender que un ministro también puede tener un agujero en los calcetines.

P. ¿Qué me dice de estos dos nombres: Pablo Osés y Javier Ripollés?

R. Cuando tenía once años, ambos, que eran amigos de mi familia, formaron parte del movimiento por el 0,7% para luchar contra la pobreza. Consiguieron, con un tema que toca tan poco la piel y el bolsillo de la ciudadanía, sacar a miles de personas a la calle, primero en manifestaciones y luego en acampadas en los centros de las ciudades, y ellos dos hicieron huelga de hambre. En un ejercicio de absoluta irresponsabilidad de mis padres, me permitieron involucrarme en ese movimiento. De vez en cuando dormí en la tienda de campaña del Paseo de la Castellana, nos encerramos en la catedral de La Almudena un tiempo… y vi la realidad de gente que estaba poniendo su salud y su vida para defender una causa de otros y la capacidad de movilización. Eso me enamoró y decidí que no tenía ni idea de cómo se podía vivir de eso, pero que era a lo que quería dedicarme. Fui haciendo mis pinitos como voluntario hasta que llegué a la carrera, Derecho y Economía, que orienté hacia la cooperación internacional y que luego se ha convertido en justicia social.

P. ¿Le han tentado para la política?

R. No. Alguna vez he coqueteado con la idea, pero ahora estamos en un momento complejo, donde lo que se pide es cortoplacismo y mala cara. Creo que mi aportación a la política es desde fuera. Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

TRA Digital

GRATIS
VER