A 148 metros de altura, en el Cerro de la Popa, se encuentra una iglesia y un convento de época colonial.
Por una desolada y empinada carretera, rodeada de abundante vegetación silvestre, avanzamos en auto hacia el punto más alto de Cartagena: el Cerro de la Popa.
Esta también es la ruta del Viacrucis, donde cada cierto tramo una cruz señala las catorce estaciones. “Miren, una estatua de la Virgen”, nos alerta Mariale, mi nieta, a mi hijo Alexis y a mí.
Los tres vamos acompañados por un guía y un auto con conductor, contratados especialmente para “turistear” a nuestro ritmo y horario. El chofer reduce la velocidad para que podamos observar con detalle a la Virgen de la Candelaria, de raza negra, ubicada en una gruta protegida por rejas.
Nuestra Señora de la Candelaria es la patrona de la ciudad de Cartagena de Indias. Está colocada aquí como recuerdo de una leyenda. Un relato cuenta que la Virgen apareció muy cerca del cerro. Otra versión señala que se le apareció en sueños a un fraile, ordenándole construir una iglesia en lo alto de esta ciudad costera.
Durante este ascenso, en el que no nos cruzamos con ningún vehículo (no es la hora de los tours organizados hacia el cerro), un gigantesco cartel nos sorprende. Dividido en dos cuadros: en uno, la imagen del Sagrado Corazón de Jesús; en el otro, la Virgen de Fátima con los tres pastorcitos.
En la parte superior, sobre ambas imágenes, hay un par de frases de carácter religioso: “El camino de la cruz te llevará a conocer el mar de mi misericordia”, escrita en letras grandes. Debajo, en tamaño menor, dice: “Y nos pide la Santísima Virgen de Fátima: Haced lo que Él os diga”.
En el cerro, frente a los edificios religiosos, hay una escena dirigida a los turistas que me parece fuera de lugar: figuras sin cabeza de la reina Isabel sentada sobre un burro, la del pirata Pata de Palo y la de un perro a sus pies.
Quien lo desee puede colocarse detrás de las siluetas humanas, poner su cabeza en la figura que prefiera y tomarse una foto. Me da la impresión de estar en Disney World. ¡Ni modo! Esto es un atractivo turístico, reforzado por los puestos de venta de productos, especialmente la llamativa artesanía colombiana y la refresquería “pa´la calor”.
Nos acercamos a observar, aunque protegidos por una reja, el convento y la iglesia. Para entrar hay que pagar entrada, así que nos limitamos a contemplar sus fachadas. Dicen que antes, en el cerro, se adoraba a una deidad con forma de cabra.
Al darme vuelta para buscar el mirador, noto que en medio de este entorno se levanta una cruz. ¿Cómo pude pasarla por alto? Unos pasos más adelante, se abre la vista panorámica de la ciudad, el mar y las lagunas.
El guía explica que el nombre de Cerro de la Popa surgió cuando los españoles vieron la montaña reflejada en el mar y les recordó la popa de un barco.
También se dice que la montaña reflejaba una galera y que la cima era la popa. En cuanto a visitarla, debe hacerse de día. De noche, y por diversas razones, nadie se arriesga a transitar por esta carretera. Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.









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