Cada generación opera bajo un marco mental distinto al de la anterior, y todas se consideran únicas, últimas, irrepetibles e insustituibles… hasta que llega la siguiente. Las visiones que tenemos del mundo se expresan en ideologías.
Pensamos en términos binarios porque la lucha de opuestos la observamos a diario, en todos los ámbitos (frío/caliente; arriba/abajo; blanco/negro; etc.), y abordamos la realidad desde dos perspectivas contrapuestas. Por eso, toda la arquitectura computacional está diseñada en forma binaria. Esa programación neural, que ha evolucionado durante millones de años, es la que nos permite aceptar esa dicotomía ideológica que presenciamos a diario; ese péndulo político que oscila entre un extremo (derechas) y otro (izquierdas).
La percepción que tenemos hoy de las derechas políticas difiere de cómo se veían hace 50 años. Lo mismo aplica para las izquierdas, ya que muchas de las posiciones “radicales” de hace más de un siglo (jornada laboral de ocho horas, descanso semanal, seguridad social) hoy se consideran normales y evidentes; e incluso, son defendidas por las propias derechas.
Lo cierto es que la batalla ideológica es, antes que electoral, narrativa. Cada bloque intenta exponer (e imponer) su visión del mundo en el relato, en el discurso cotidiano, en las urnas electorales; todo con el objetivo de lograr y ejecutar desde el poder los cambios necesarios para ajustar la realidad a esa visión; los hechos a las palabras.
Esto ocurre desde el inicio de los tiempos, hasta que el relato se agota, la gestión resulta insuficiente para conducirnos a todos hacia la Tierra Prometida, y luego el péndulo vuelve a oscilar hacia el otro extremo ideológico.
Por ejemplo, la prensa internacional hoy habla del “auge de las derechas”, “el ascenso de la extrema derecha”, “la internacional ultra”, etc. Pero pocos mencionan la “extrema izquierda”, porque —parafraseando a Wittgenstein— los límites del lenguaje son los límites de su mundo. Por eso, a muchos les resulta más fácil decir que Kast —en Chile— es de extrema derecha, que admitir que Jara era de extrema izquierda (¿y qué es, si no, el comunismo en términos prácticos?).
Quienes celebraron —a principios de 2005— el “Socialismo del Siglo XXI” (Venezuela, Argentina, Brasil, Bolivia, etc.) y luego su renacer en 2021 (Chile, Colombia, Honduras, etc.), hoy rechazan que el péndulo pueda oscilar hacia el otro lado, porque lo consideran un error histórico; porque en su concepción, la historia avanza solo en una dirección. Irónicamente, del otro lado piensan exactamente lo mismo, pero en sentido inverso.
Hoy, el mundo se sumerge con deleite en el pozo de la derecha, luego de permanecer un buen tiempo en el de la izquierda… y después hará exactamente lo mismo, pero a la inversa. Mientras tanto, en la periferia, hay que ajustar velas según por dónde sople el viento y tratar de mantener el barco a flote, avanzando hacia adelante, con todos a bordo. Es lo que toca. Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.










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